Analizan los restos de las ánforas con que fue enterrado el faraón egipcio
Revelan que a Tutankamón le gustaba el mejor vino tinto del río Nilo
Entre todas las grandes cosechas, la del año cinco no se había considerado clásica. Sin embargo, científicas españolas han descubierto que era el trago favorito del más conocido de los faraones egipcios para después de la muerte.
Un equipo de la Universidad de Barcelona anunció recientemente en el Museo Británico los resultados de una investigación sobre los hábitos del rey Tutankamón tratándose de vino. Revelaron que no sólo fue enterrado con ánforas de vino, sino que prefería el tinto al blanco. Y no cualquier vino barato del delta del Nilo, sino el tinto de la mejor cosecha, si son tan amables.
Los antiguos egipcios creían en la buena vida después de ésta, y por eso al rey Tut lo enterraron con sus vinos. "En las tumbas se colocaban garrafas de vino como alimento funerario", explicó María Rosa Guasch-Jane, maestra en egiptología de la Universidad de Barcelona. "En el Nuevo Imperio las ánforas de vino se etiquetaban con el nombre del producto, el año, la fuente e incluso el nombre del vitivinicultor, pero no mencionaban el color de los caldos que contenían."
Según parece, el año cinco era una buena cosecha, sin duda destinada a reservarse para una ocasión especial. Una de las muestras salidas de una ánfora de la tumba del joven faraón tenía la leyenda: "Año cinco. Vino de la casa de Tutankamón, emperador del Sur y más allá, l.p.h. (en) el río Occidental. Por el jefe vitivinicultor Khaa".
Con financiamiento de la Fundación para la Cultura del Vino, de carácter no lucrativo, creada por las bodegas Vega Sicilia, Codorniz, Rioja Alta, Julian Chivite y Marqués del Riscal, los investigadores españoles recibieron permiso de analizar residuos tomados de los restos de tres vasijas propiedad del Museo Británico y tres del Museo de Egipto en El Cairo (dos de ellas de la colección de Tutankamón).
Al poner al microscopio los residuos de una de las garrafas, Guasch-Jane y Rosa M. Lamuela-Raventos, profesora de nutrición y ciencia de la alimentación, desarrollaron la primera técnica capaz de determinar el color del vino almacenado en ánforas antiguas. Combinando la cromatografía de líquidos con la espectrometría de masas, descubrieron restos de ácido tartárico, compuesto que existe en muy pocas fuentes naturales aparte de las uvas; pero con ese dato no podían saber si el vino era tinto o blanco. Entonces buscaron en una parte de una garrafa el químico que aporta color al vino tinto, la malvidina-3-glucósido. El análisis directo no es viable, así que las científicas expusieron la muestra a una solución básica que descompone la malvidina en ácido siríngico, el cual sí es detectable.
"Este método nos condujo por vez primera no sólo a identificar la presencia del vino, sino también a revelar el origen de uvas rojas del que estaba en una vasija de la tumba del rey Tut", indicó Guasch-Jane.
En 1994, un arqueólogo molecular, Patrick McGovern, descubrió restos de ácido tartárico en residuos de vasijas que datan del año 5400 a.C., provenientes del sitio de Ají Firuz Tepe, en las montañas Zagros del norte de Irán. Sigue siendo la primera prueba concluyente de producción de vino, si bien los detalles más antiguos que se conocen sobre el cultivo del vino proceden del antiguo Egipto.
Murales de tumbas que datan del año 2600 a.C. muestran vides manchadas con excremento de paloma y a unos niños que servían de espantapájaros. Las escenas muestran también que el proceso de fermentación se realizaba en ánforas, las cuales se cubrían con tela o lienzo y se sellaban con barro del Nilo. Está claro que los egipcios algo sabían de vinos.
Según Stephen Cipes, cuya empresa vitivinícola Summerhill está "construida en la forma de la Gran Pirámide de Gizeh", los vinos madurados en la "sagrada geometría" de una pirámide saben mejor. Por el bien de Tutankamón, esperemos que sea verdad.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya