Usted está aquí: jueves 10 de noviembre de 2005 Gastronomía ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Nuevos libros (antrobióticos) esenciales

Ampliar la imagen Escultura de Rodin, en el museo Soumaya en la ciudad de M�co FOTO Fabrizio Le�iez Foto: Fabrizio Le�iez

O CABALLERO/GOURMETPARIS. Dueño de una necia facilidad para el calembour, el oxímoron, el lipograma, el palíndromo y, ya de paso, el galimatías, Caballero es de los tragones que escriben en español quien mejor conoce París. Y no es hipérbole (otra de sus aficiones): su alucinado volumen te toma, digamos un ejemplo sencillo, en el lado par de la numeración de la place de la Madelaine y te pide: mira las 115 variedades de tés y las 96 referencias de especias de Fauchon; te cruza a los nones y te hace detenerte en Nicolas, un buen y muy accesible bar-à-vins; en las delirantes seis mil botellas de Lavinia; en los granos de café de todos lados de Hédiard o el lujo a prueba de fuchis de Caviar Kaspia o el totalmente bordelés bar L'Ecluse. ¡Y es sólo una plaza! Lo mismo hace rive a rive, barrio a barrio, manzana a manzana, calle a calle, hasta la exasperación y la entelequia. Impresionante.

PETER ACKROYD/LONDON. A biography. Un libro de casi medio kilo de peso y que condensa casi tantas netas, tantos folclores, tantas leyendas urbanas y tantas viles mentiras como la propia Londres, abode of strange and solitary people: nada falta aquí: comida ("en 1392 un ganso rostizado al horno costaba seis peniques"), alcohol (a mediados del siglo XIII Londres ya era notable, igual que hoy, "for the immoderate drinking of the foolish": se chupaba vinos del Rin, de Gascuña, de Borgoña, de Madeira; blancos de España, tintos de Portugal; y los jodidos: chela), lenguaje londinense, mentadas a gritos o a mano, grafiti (Ackroyd sabe que el más antiguo decía: "Publio y Tito, os maldigo solemnemente"), antros, suicidios, apariciones, asesinatos, redenciones, plagas, vómitos, incendios, el olor de Londres ("the clouds of stinking perspirations more than sufficient to poison and infect the air for twenty miles"), sexo, putas ("at the approach of the night they sally forth from their homes"), putos, drogas. Absolutamente todo. Y Ackroyd, además, ve en cada cosa un símbolo de la incesante Londres, unresting London, mientras Londres es símbolo de Ackroyd, del Universo y, naturalmente, de cada uno de nosotros.

NESTOR LUJAN/CARNET de ruta. Un libro delicadísimo, anticuado y digno, como quien entrega un ramo de violetas con un florín de la mano. Poesía para glotones. Si habla de la pierna de cordero al romero, Luján seguro recordará el parlamento de Ophelia: There's rosemary: That's for remembrance; pray, you, love, remember; si del pato al melocotón (canard aux pêches), le vendrán a la memoria los versos de Hugo: Sa peau veloutée et fraîche / joint toujours la rose au lis: / ce pourrait être Philis / si ce n'était une pêche: podría ser Filis si no fuera un durazno; si del camembert, las divertidas líneas de Delorme: Gourmet, souviens-toi, 'remember' / que le monarque des fromages / c'est notre ancestral Camembert... ¿Hace falta decir más? Lástima que, de tan original, sea implagiable.

Sabiduría condensada

BAUDELAIRE/LES PARADIS artificiels. Toda la sabiduría ebria, de drogas o de alcohol, está condensada en este libro (del cual, a propósito, hay que comprar la edición de Folio Classique, que trae también la perversa visión de la Pipe d'opium, de Gautier), en el que el vino nos habla desde el fondo de sí mismo: "Desheredado, hombre, desde mi prisión de vidrio te envío un canto lleno de luz y hermandad; sé cuántas penas, cuánto sudor, cuánto ardor de sol sobre tu espalda es necesario para animarme: no seré ingrato: iluminaré los ojos de tu mujer, daré fuerza y color a tu hijo, afirmaré los músculos de los luchadores; y caeré en ti para que de nuestro amor nazca la poesía, y que se alce hacia Dios como una flor", y las drogas deshacen el techo, vuelven la música manchas de colores, plástico que se derrite, y la exaltación es demasiado viva, demasiado bella y demasiado atroz, insoportable. Donde, además, el fantasma de Thomas de Quincey siempre está leyendo con su fúnebre aliento sobre tu hombro.

THOMAS DE QUINCEY/SUSPIRIA de profundis. La sola advertencia de este volumen ya hiela la sangre: Being a sequel to the Confessions of an English Opium-Eater, ese libro demoniaco, en el que De Quincey se separa la piel, se desprende el cartílago costal, se arranca el corazón opiómano y enamorado de un espectro y lo pone ahí sobre la mesa para que tú te rías de él con los podridos dientes rotos o lo señales o te conmuevas. Suspiria es sólo ligeramente más dramático: prosa minuciosa, romántica, construida como un fuerte medieval, párrafos irrompibles, sonoros, adictos a las drogas, sinestésicos, en que el negro De Quincey retraza, entre otras cosas, sus pasos infantiles o adolescentes: germs of later experiences in worlds more shadowy. Si te dan miedo las drogas, cierra el libro, prende la luz y corre a avisarle a tu mamá.

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