Usted está aquí: jueves 10 de noviembre de 2005 Cultura Don Quijote

Olga Harmony

Don Quijote

A las múltiples celebraciones por los 400 años de que se publicara la primera parte de la gran novela cervantina que inicia la modernidad tanto de la narrativa como del idioma español, la Compañía Nacional de Teatro presenta la versión dramatúrgica que realizó el escritor ruso Mijail Bulgákov en traducción de Armando Partida y bajo la dirección de Germán Castillo. Ambos autores, a la distancia de más de 300 años, se enfrentaron a una sociedad represiva -Contrarreforma y estalinismo- aunque cada una con sus diferentes matices, los que dan la pauta y la diferencia entre la lectura del clásico español y la escenificación del texto del contemporáneo ruso, más allá de las diferencias entre drama y novela. A las muchas interpretaciones que se han dado a Don Quijote, se añade ésta de la locura como libertad, un poco subyacente en la novela como anhelo, según apunta Américo Castro. Alonso Quijano el Bueno muere arrepentido de haber creído en hechice-rías y andanzas caballerescas en el seno de la Iglesia católica según corresponde a los oscuros momentos de la Contrarreforma. Para Bulgákov, muere dolido no tanto de haber sido vencido como de haber recuperado la cordura: ''Me curó de mi libertad", dice del Caballero de la Luna blanca, con lo que puede ser la clave de este texto en que don Alonso sería el mediocre hombre cuerdo alejado de cualquier pasión libertaria y de todo idealismo.

En el montaje de Germán Castillo se hacen patentes varias líneas de interpretación. Sabido es que Cervantes inició su novela como una sátira de las novelas de caballería con un personaje privado de sentido que vive aventuras absurdas, aunque poco a poco don Quijote fue cobrando estatura. Es ese viejo loco el primero que vemos, alejado tanto él como Sancho Panza de la iconografía que se conoce, más de carne y hueso y cercanos a cualesquiera personas. El director no escatima lo grotesco de las aventuras, aunque éstas no siempre se ven en el escenario. El espacio, compuesto por dos rampas equidistantes -en diseño de Gabriel Pascal- y con un tramo por detrás desde el que cabalga chistosamente el Caballero de la Triste Figura del que se ve subir y bajar el torso, en el que estarán los molinos de viento que lo arrojan al escenario sin que se vea el combate, como no se ven los otros que sostiene. Las palizas a Sancho Panza sí se ven en escena, incluso la muy graciosa tipo lucha libre que le propina el ama, todo lo cual contrasta con la escena muda de la taberna iluminada -también por Pascal- como un cuadro de la escuela holandesa y con el recatado enamoramiento de Antonia. Grotescas y regocijantes son también las escenas de travestismo del barbero durante el engaño a Quijote y de estas partes acentuadamente divertidas el director pasa a la gravedad del final, como sucede en la novela cervantina, aunque aquí se rompe la ilusión del amor de Antonia, que no está en el original, puesto que don Alonso ha reconocido al bachiller Sansón Carrasco como su supuesto vencedor. Ya antes hemos sentido repulsión por esos personajes encumbrados que se burlan de la locura del amo y la ingenuidad del escudero, con lo que tenemos una versión muy actual de la novela clásica.

Las actuaciones en general van de lo muy bueno a lo correcto. Sobresalen Rodolfo Arias como don Quijote, Juan Sahagún como Sancho Panza, Arturo Reyes como Nicolás, Marta Verduzco como el ama y Pilar Boliver (responsable, además del vestuario, el maquillaje y la peluquería), sin desdoro para el resto del elenco. La escenificación se complementa con la música de Rodrigo Castillo y se apoya en el entrenamiento en acrobacia de Raúl Kaluriz para los muchos pasajes en que éste se requiere.

En esta línea de homenajes a la novela cervantina en su centenario, Mario Iván Martínez, convertido en un encantador cuentacuentos, escenifica ¿Qué me cuentas don Quijote? dentro de su ciclo Un rato para imaginar, dirigido a niños y jóvenes, en el que encarna a varios personajes del clásico -recomendando siempre su lectura-, canta las canciones musicadas por Omar González -a los que se añaden Purcell, Haendel y piezas del medioevo español entre otros- danza, y maneja algunos muñecos diseñados por Moisés Cabrera y Gabriela Villapando en un excelente despliegue de sus posibilidades que en esta ocasión cuenta también con proyecciones de los graciosos diseños de Juan Gedovius a medida que el actor va desarrollando su historia que, según acostumbra, forma también un disco.

 
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