Usted está aquí: jueves 10 de noviembre de 2005 Opinión Carta de Londres

Miguel Marín Bosch*

Carta de Londres

El ambiente político en el Reino Unido se ha enrarecido mucho tras la decisión del primer ministro Tony Blair de acompañar al presidente George W. Bush en su aventura en Irak. En las recientes elecciones el Partido Laborista perdió muchos escaños en el Parlamento pero, aun así, logró darle un tercer mandato a Blair, un acontecimiento sin precedente en los anales de su partido. El primer ministro ya no es el mismo que derrotó a los conservadores en 1997. Irak y los atentados terroristas del pasado mes de julio han tenido un fuerte impacto.

Pero no cabe duda de que los británicos tienen lo suyo. Y cada visita al Reino Unido me confirma mi fe en la sociedad civil, cuya organización es ejemplar en este país. Su afán por jugar conforme a las reglas establecidas es bien conocido. Y ese sentido de fair play conduce a situaciones que serían insólitas en otros países. Por ejemplo, en marzo de 2003 Londres y Washington anunciaron que la invasión de Irak era necesaria porque Saddam Hussein tenía armas de destrucción en masa y vínculos con Osama Bin Laden. Cuando no se encontraron esas armas y nunca se demostraron esos supuestos vínculos con Al Qaeda, la opinión pública británica se lanzó en contra del primer ministro Tony Blair, como lo hicieron también varios sectores de su propio partido. En cambio, en Estados Unidos la reacción fue bastante discreta. También es notable la diferencia entre la actitud asumida por aquellos colaboradores cercanos a Blair y Bush que no estuvieron de acuerdo con la decisión de ir a la guerra. Por un lado, de inmediato renunció Robin Cook, y por el otro, hasta enero de este año Colin Powell siguió apechugando en silencio.

En el Reino Unido el sentido de fair play incide muy directamente en la sociedad civil. Cuando una organización no gubernamental o un grupo de ciudadanos no está de acuerdo con una política seguida por su gobierno, o cualquier otro gobierno, se manifiesta en contra de distintas maneras. A veces se recurre a un mecanismo muy efectivo: un juicio público de la política en cuestión. Recuerden el tribunal internacional de Bertrand Russell sobre la guerra de Vietnam.

Pues bien, se constituyó en Londres un jurado para examinar una cuestión poco conocida fuera del Reino Unido. Se trata de determinar si Londres ha incurrido en alguna ilegalidad en relación con su arsenal nuclear. Invitado por la organización no gubernamental Peacerights formo parte del jurado de cuatro expertos. Los otros tres miembros son un ex juez de la Corte Internacional de Justicia (nacional de Sri Lanka) y dos profesores (ambos británicos) de derecho internacional. Tras escuchar a un buen número de testigos, nos pronunciamos sobre el tema.

Comparado con los de Estados Unidos y Rusia, el arsenal nuclear del Reino Unido es minúsculo. Se calcula que desde 1952, cuando detonó su primer artefacto nuclear, el Reino Unido ha producido unas mil 200 ojivas o cabezas nucleares. Hoy posee sólo unas 200 ojivas, repartidas entre apenas cuatro submarinos Trident. Cada submarino cuenta con 16 misiles portadores de sólo cuatro ojivas cada uno. El objetivo es mantener un poder de disuasión al tener constantemente un submarino en alta mar. Por lo general, otro submarino está recibiendo mantenimiento, y los otros dos están en misiones de entrenamiento o atracados en un puerto.

¿Por qué cuestionar la legalidad del arsenal nuclear británico? Para muchos juristas, todas las armas nucleares son ilegales. Es más, en su opinión consultiva de julio de 1996, la Corte Internacional de Justicia señaló por unanimidad que: "No existe en el derecho internacional consuetudinario ni en el derecho de los tratados ninguna autorización concreta para recurrir a la amenaza o al empleo de las armas nucleares."

El jurado no abordó el tema de la legalidad de las armas nucleares en general. Lo que hizo fue concentrarse en lo dispuesto en el Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) para ver si el Reino Unido está cumpliendo con sus obligaciones. Ahí las potencias nucleares se comprometieron "a no traspasar a nadie armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos ni el control sobre tales armas o dispositivos". En otras palabras, no pueden compartir o prestar sus armas nucleares con ningún otro país, incluyendo las otras potencias nucleares.

Londres y Washington tienen desde hace décadas un acuerdo de cooperación en materia de armas nucleares. El diseño del Trident, sus misiles y aun sus ojivas está "inspirado" en modelos estadunidenses. Durante años el Reino Unido estuvo llevando a cabo ensayos nucleares en Nevada y sus submarinos reciben mantenimiento en un puerto del estado de Georgia. Aquí el jurado concluyó que Londres está violando el espíritu mas no la letra de la disposición antes citada.

Otra disposición que analizó el jurado fue la relativa al compromiso de las partes en el TNP de negociar acuerdos de desarme nuclear. Y aquí el jurado concluyó que el Reino Unido está violando el TNP dado que no ha propuesto, y mucho menos entablado, negociaciones con miras a reducir y eventualmente eliminar los arsenales nucleares.

Organizaciones británicas han emprendido numerosas investigaciones públicas sobre el arsenal nuclear de ese país. Además, el Reino Unido es la única potencia nuclear cuyo gobierno y habitantes tienen una relación ambivalente con sus armas nucleares. En una época, inclusive, el Partido Laborista abogó por el desarme nuclear unilateral del Reino Unido.

En otros países poseedores de armas nucleares la situación es muy distinta. En Francia, por ejemplo, ningún partido se atrevería a sugerir que se eliminara la llamada force de frappe. Son pocos los franceses que se oponen a esa fuerza nuclear. También escasean las organizaciones de la sociedad civil que abogan por el desarme nuclear. Qué diferencia con el Reino Unido.

*Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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