Salen a la luz nuevas pruebas que debilitan la justificación para la guerra en Irak
Enfrenta la Casa Blanca las condiciones políticas más adversas en los últimos 11 años
Analistas no descartan que el Partido Republicano pierda escaños en próximos comicios
Washington, 6 de noviembre. La Casa Blanca no escapa de las malas noticias desde Alaska hasta Tierra del Fuego.
Mientras se reportó otro fracaso de la política exterior del gobierno de George W. Bush en la Cumbre de las Américas en Argentina, donde el presidente no obtuvo ni un acuerdo mínimo para avanzar sobre su prioridad de promover el "libre comercio", aquí se revelaron más pruebas -como si faltaran- de que otra justificación central para la guerra en Irak fue basada en "inteligencia" desacreditada.
A la vez, la creciente desaprobación pública de la gestión de este presidente y las consecuencias de su guerra en Irak generan ahora las "condiciones políticas más adversas" de los últimos 11 años, no sólo para el Partido Republicano, informó hoy el Washington Post.
Por el momento, este gobierno está rodeado de graves problemas, pero tal vez ninguno peor que todo lo relacionado con su política bélica, desde el desastre en el terreno mismo de la guerra en Irak hasta los escándalos sobre la manipulación y fabricación de sus justificaciones para esta guerra y el propio encubrimiento de esta gran obra de ficción.
El senador Carl Levin, el demócrata de mayor rango en el Comité de Fuerzas Armadas, difundió información hasta ahora clasificada, en la que se reveló que la propia Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) ya expresaba serias dudas desde febrero de 2002 sobre la credibilidad de un operativo libio de alto rango de Al Qaeda, capturado por fuerzas estadunidenses, y cuyas alegaciones formaron la base de los argumentos del gobierno de Bush de que "terroristas" se capacitaban en Irak en el manejo de armas químicas y biológicas.
Por cierto, el operativo desmintió sus propias versiones en enero de 2004, y un mes después la CIA retiró toda información de inteligencia basada en los reportes proporcionados por este individuo. Pero Estados Unidos ya había invadido Irak, en marzo de 2003.
La inteligencia "errónea"
Levin señaló en entrevista con el Post que desde esas fechas hasta ahora, casi toda la inteligencia sobre si Irak había obtenido o buscaba armas de destrucción masiva ha resultado errónea. "La información recién desclasificada ofrece más pruebas dramáticas de que las declaraciones pre-guerra de este gobierno en torno al vínculo entre Saddam Hussein y Al Qaeda representan una decepción increíble", dijo Levin.
Levin y algunos medios recordaron declaraciones públicas de Bush y sus altos funcionarios en las que emplearon estas versiones sobre el vínculo entre Hussein, Al Qaeda y armas de destrucción masiva en varias ocasiones para promover y justificar la guerra. Señaló que si el público y el Congreso hubieran estado enterados sobre las dudas de la DIA y otros, seguramente habría cambiado el debate sobre la guerra.
Mientras, una de las figuras claves en el gran engaño sobre Irak y los motivos de guerra está por regresar a Washington en el contexto de una visita oficial. Ahmed Chalabi, viceprimer ministro de Irak se entrevistará esta semana con la secretaria de Estado Condoleezza Rice, y el secretario del Tesoro, John Snow, en lo que para algunos dentro del gobierno será una pesadilla, ya que recordará al público al hombre que hace menos de un año fue considerado como un eje de la conspiración para provocar la guerra.
Chalabi fue favorito de los neoconservadores, en particular del grupo del vicepresidente, Dick Cheney, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y jefe del Congreso Nacional Iraquí, agrupación de oposición de Hussein financiada por Estados Unidos. Toda la información que otorgó al gobierno estadunidense antes de la guerra sobre las armas de destrucción masiva fue falsa, y además fue uno de los que garantizó que el pueblo iraquí daría una gran bienvenida a la invasión estadunidense, la cual sería recibida como un ejórcito de liberación.
Poco después de la guerra, el gobierno estadunidense se distanció al investigarlo por espionaje y fuerzas estadunidenses tomaron por asalto su oficina en Bagdad, al sospechar que colaboraba con el gobierno de Irán, con el cual mantiene muy buenas relaciones.
Su presencia en Washington provocará de nuevo todo este debate.
Todo esto, junto con los altos precios del petróleo, la continua inseguridad económica, y ahora el tema de honestidad en el gobierno, generan mayor desencanto con la administración de Bush y el Partido Republicano, particularmente en la Legislatura, donde mantiene una mayoría en ambas cámaras.
De hecho, algunos estrategas ya no descartan -como lo hacían hace sólo un par de meses- la posibilidad de que si las cosas siguen así los republicanos podrían sufrir graves pérdidas en la Legislatura en las elecciones del próximo año, e incluso la posibilidad de perder el control de una y -aunque sea muy improbable- hasta de ambas cámaras.
Una nueva encuesta de ABC News/Washington Post registra que 61 por ciento desaprueba el trabajo de los republicanos en el Congreso, con sólo 35 por ciento que lo aprueba. El presidente continúa registrando sus niveles más bajos de aprobación en 5 años, entre 35 y 39 por ciento en las últimas encuestas, y con 60 por ciento desaprobando en esta encuesta de ABC News. Un 68 por ciento opina que el país va sobre un carril equivocado, y sólo 35 por ciento tiene una visión optimista de la economía. Todo indica que el partido en el poder está en apuros.
Sin embargo, lo salva una cosa: el público tampoco confía en el otro partido, el Demócrata. Según la encuesta sólo 41 por ciento aprueba al partido de oposición en el Congreso, sólo 6 puntos más, y una mayoría opina que los demócratas no ofrecen una alternativa clara y coherente.
Peor aún, una gran mayoría, 71 por ciento, cree que no hay diferencia entre políticos demócratas y republicanos en torno a la honestidad y el comportamiento ético.
Tal vez Bush sí regresa con un regalo desde Argentina: la demanda de ese pueblo cuando estaba sumido en el peor periodo de su crisis ante la clase política: "Que se vayan todos".