Usted está aquí: domingo 6 de noviembre de 2005 Cultura Entre eficacia y corrección

Bárbara Jacobs

Entre eficacia y corrección

"En la búsqueda de la expresión eficaz", sostenía Lunas, "interviene algo más que la descripción correcta, jóvenes." ¿Creía nuestro profesor que le entendíamos? ¿Suponía que sus enseñanzas nos importaban? La mayoría de mis compañeros murmuraron, por más que no fuéramos pocos los que nos esforzáramos en comprender y en desear aprender. Pero, ¿cuál podía ser la diferencia práctica entre una expresión eficaz y una descripción correcta?

Aquel día, aquellos días, el calor que se experimentaba en el salón de clases era consecuencia básica de la acumulación de energía que a falta de uso se desbordaba y se desprendía de forma natural de los cuerpos de los muchachos. Sin estar segura de que esta percepción correspondiera a una ley de la física no me podía explicar de otro modo que mis compañeros, quietos en sus bancas, transpiraran y que su sudor se hiciera evidente en oleajes del calor y del característico hedor que despedían, puesto que lo percibíamos en el salón de clases.

Nuestro profesor, enterado de lo que ocurría más allá de sus ideas, solía abrir la ventana al tiempo que se desabotonaba el suéter gris y se quitaba el saco antes de desplomarse en la silla frente al escritorio y seguir dictando su lección, ahora con mayor comodidad.

"Es correcto calificar de 'cómica' el habla de la cocinera, amigos míos; pero les puedo asegurar que ninguno de ustedes reiría si en un texto leyera, 'La cocinera de mamá habla de una forma cómica', ¿verdad?" No era posible negar que Lunas tuviera razón. Pero, ¿cómo describir por escrito el modo en el que la cocinera se expresa para al hacerlo provocar en el lector la hilaridad espontánea que a nosotros nos produce escucharla?

A continuación y anticipablemente el profesor de literatura nos pidió que intentáramos de una vez contestarnos sobre el papel esta interrogación que no dudó de que se hubiera formulado en la joven mente de todos y cada uno de nosotros, sus estudiantes.

Cuando consideró que nos había concedido el tiempo justo para que procuráramos describir la forma en la que la cocinera hablaba de tal suerte que a quien la leyera nuestra descripción le despertara risa, al azar nos fue pidiendo que leyéramos en voz alta nuestros ejercicios. Después de tres o cuatro ejemplos que mantuvieron inexpresivo al grupo, Lucrecia, que prefirió pasar al frente del salón para registrar a lo largo de la pizarra su intento en vez de conformarse con leérnoslo desde su banca en la primera fila, escribió:

"Al sacar del horno las donas listas, Temisca comentó a mamá, que las esperaba a su lado:

-Stá re chico el bújero."

La reacción esperada fue inmediata, prueba de que Lucrecia había dado en el clavo.

"Descripción eficaz, querida Lucrecia", calificó nuestro maestro; y añadió, "Sin embargo lo es parcialmente." Pues explicó que, si bien la transformación del sustantivo en definitiva resultaba cómica en sí misma, y más que probablemente transferible con igual efecto a toda otra modalidad del habla castellana, la partícula adverbial superlativa era comprensible y juzgable exclusivamente en el castellano de México. Y en cuanto a la forma abreviada del verbo. Pero una vez que Lunas comprobó que la lección había logrado su objetivo, se dispuso a exigirnos más. De tarea nos conminó a imaginar una escena situada en México en la cual el giro que tomara un nombre despertara en el lector no ya hilaridad sino ternura. Ante la protesta de los varones, riendo Lunas anotó en el pizarrón:

"Un adulto joven de aspecto decente aunque humilde entra a una oficina del Seguro Social y expone a la empleada, que luce de su misma edad y condición, que su madre, a la cual se refiere con el apelativo 'mamá', no solamente más familiar sino, en México, donde insisto en que este diálogo se desarrolla, menos conflictivo, había muerto tres años atrás y ahora, cuando por fin él acababa de reunir todos los documentos necesarios, acudía ahí para solicitar que se iniciara el trámite mediante el cual él, aunque más que mayor de edad, aún y único dependiente de la occisa pensionista, recibiera la pensión correspondiente.

"Tras escuchar con atención lo que el hombre le expuso un tanto vacilantemente, como si aun a la distancia el recuerdo de la muerte de su madre lo conmoviera, la empleada necesitó precisar un dato por lo que, con un tono de voz dulce, con el que quiso transmitir lo que sentía, le preguntó:

"-¿Cuándo dice que falleció la personita?"

 
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