BAJO LA LUPA
El gasoducto que cambiará la geopolítica de Europa
Ampliar la imagen Vladimir Putin con cadetes de la academia naval Almirante Nakhimov, el viernes pasado en Mosc�O Ap Foto: Ap
NO SON LOS MEJORES tiempos del acorralado y perturbado Baby Bush. A sus graves problemas domésticos se sumó el nuevo posicionamiento geoestratégico de Rusia como la primera potencia en el espacio al haber probado por sexta vez y en forma exitosa el misil balístico intercontinental RS-M Topol-M (conocido en la clasificación de la OTAN como el SSX-27) y que "somete (sic) el proyecto de defensa en el espacio de Estados Unidos a un costo de 50 mil millones de dólares" (Pravda, 2 de noviembre).
DE UN PLUMAZO, el sistema balístico ruso Topol-M, de "trayectoria impredecible que lo hace inmune (sic) a la destrucción" (incluyendo los impactos electromagnéticos), acabó con el sueño defensivo estadunidense y su dispendioso costo del sistema misilístico defensivo, como lo había predicho Scott Ritter, anterior inspector estadunidense en Rusia y en Irak ("Rudo despertar", The Christian Science Monitor, 4 de enero de 2005). El excelso inspector estadunidense Ritter, quien exhibió las supercherías de la dupla Bush-Cheney en Irak, se merece ya un Premio Nobel de la Paz o, mínimamente, el Premio a la Veracidad que debe ser instalado en medio de tanta desinformación de los multimedia anglosajones (el penúltimo poder que les queda), que tienen obnubilado al mundo con sus mentiras y engaños.
LA GEOPOLITICA EUROPEA cambió dramáticamente el pasado 8 de septiembre en Berlín, con la firma de un acuerdo histórico para la construcción del gasoducto del siglo, entre el presidente ruso Vladimir Putin y el canciller alemán Gerhard Schroeder.
AL PERIODICO BRITANICO The Guardian (8 de septiembre de 2005) no se le escapó el alcance geoestratégico del gasoducto del mar Báltico, que "alterará la geopolítica de Europa del norte".
DIAS ANTES A la celebración de las elecciones alemanas, que acabaron en un empate, el zar ruso Vladimir Putin firmó la futura construcción de un gasoducto en el mar Báltico, que conecta a Rusia directamente con Alemania y evita el obstáculo terrestre de las repúblicas bálticas y Polonia, que se han vuelto insolentemente irreverentes frente a sus dos poderosos vecinos (Moscú y Berlín) al ser azuzadas por el gobierno bushiano, que no les puede dar nada salvo espejismos.
LAS TONTERIAS EN geopolítica suelen ser muy costosas, y hoy las repúblicas bálticas y Polonia, que quizá tengan razón en la mayoría de la exposición de sus traumas pasados, llevaron demasiado lejos sus querellas atávicas con Moscú, que prefirió emplear las ventajas estratégicas que le confiere ser el país más grande del mundo para vincular su producción gasera con Alemania directamente por la vía marítima, lo cual trastocará por un buen periodo (el tiempo que dure el dominio del gas ruso y la dependencia energética de Europa del norte) la geopolítica europea.
EN EFECTO, EL gasoducto tendrá una extensión de mil 200 kilómetros desde la ciudad de Vyoborg, al noroeste de Rusia, hasta la ciudad de Greifswald, al noreste de Alemania, cuya construcción empezará este otoño con el fin de entrar en funciones en los próximos cinco años, con una capacidad anual de 27.5 miles de millones de metros cúbicos. Incluso, un segundo gasoducto en estudio puede duplicar su capacidad; el costo de ambos gasoductos será de 4 mil millones de euros. En su primera etapa será financiado por Gazprom, la principal gasera del planeta (que equivale a las nueve empresas gaseras que le siguen en la extracción, incluidas las anglosajonas) con las alemanas BASF y E.ON. Por primera vez Alemania tendrá acceso a los campos rusos que abastecen al gasoducto y será un centro de distribución para alimentar al resto de Europa occidental con gas ruso.
SERIA MUY SIMPLISTA concebir al gasoducto del siglo como un mero proyecto económico que de facto resguarda una alianza política entre Rusia y Alemania. Vytautas Landsbergis, miembro lituano del Parlamento Europeo, señaló correctamente que la nueva alianza ruso-germana tiene el propósito de "cambiar el mapa político de Europa". ¿Hasta ahora se dio cuenta? Quizá el diputado lituano no exagere cuando alerta que el gasoducto dejaría a los países bálticos y a Polonia "a la merced de Rusia"; le faltó agregar Alemania.
EL PRESIDENTE SALIENTE de Polonia, Alexander Kwasniewski, quien en forma inmadura trae pleito comprado con Rusia, describió el gasoducto ruso-germano como la "versión gasera" del "pacto Molotov-Ribbentrop" (léase: la alianza efímera entre Stalin y Hitler): "con el apoyo de Alemania, Rusia puede dominar amplios territorios y dividirlos como le plazca". Cuando un país admirable y con un doloroso pasado geopolítico como Polonia se querella de nuevo con sus dos poderosos vecinos, significa que algo anda mal en la brújula del poder en Varsovia, que apostó su suerte a las falsas promesas del septuagenario Donald Rumsfeld, polémico secretario del Pentágono, quien se burló de la "vieja Europa", que ahora le cobra muy caro sus insultos.
EN LA FASE del "fin de la era del petróleo", un gasoducto puede trastocar la historia de las naciones. Pero no solamente saldrán seriamente afectados los diminutos países bálticos muy envalentonados y Polonia, sino también Ucrania (donde la "democracia" de la "revolución naranja" hace agua), quienes cesarán de percibir jugosos dividendos por el tránsito en su suelo. Solamente Ucrania descuelga 20 por ciento del importe del valor del petróleo y gas de Rusia: 13 por ciento por tránsito y 7 por ciento de gasto por "mantenimiento de la presión" del gasoducto. Más que Europa del este, la gran derrotada es la política bushiana, que sucumbe con su inventada "nueva Europa" ante la "vieja Europa".
COMO MUY BIEN expresa Igor Tomberg (RIA Novosti, 5 de noviembre), "Rusia volteó la mesa". Más importante aún: Tomberg apunta el aserto descarnado del ministro de Energía británico Malcolm Wicks durante su visita a Moscú de que el "abastecimiento de energía a Europa en las próximas décadas dependerá de las relaciones con Rusia", confesión proferida justamente después del trascendental acuerdo ruso-germano. Gran Bretaña no tiene amigos sino sólo intereses, como muy bien definió Palmerston, y su ministro de Energía se desvivió para acentuar la "cooperación energética" que entablará con Rusia, que abastece 50 por ciento del gas europeo.
LLAMO PODEROSAMENTE la atención que en forma inteligente el gasoducto ruso-germano incorpore a Finlandia, a los países escandinavos, así como a Holanda y Gran Bretaña (estas dos, propietarias de BP y Royal Dutch-Shell, dos de las cuatro principales petroleras anglosajonas del mundo), lo que aporta mayor crédito a la tesis del "pico del petróleo" (agotamiento del petróleo convencional), en particular en el Mar del Norte, al borde de la extinción petrolera.
STRATFOR (3 DE NOVIEMBRE), centro de pensamiento israelí-texano vinculado a la plutocracia petrolera anglosajona, da por hecho que el proyecto del gasoducto noreuropeo "avanzará" debido al sentido de "seguridad energética" y atraerá no solamente a Alemania sino también a "otras naciones europeas occidentales". En su visita a Holanda el pasado 2 de noviembre, Putin recibió ofertas de las principales empresas energéticas holandesas (Shell y N.V. Nederlandse Gasunie) para "participar en el consorcio y profundizar la cooperación energética con Gazprom". El gasoducto ruso-germano se expandiría así hasta Holanda, en cooperación con Gazprom y BASF. Los bancos holandeses ABN Amro e ING financiarían parte de los proyectos relacionados con el gasoducto germano-ruso. Hasta la empresa italiana ENI se ha subido al proyecto, y parece ser la más entusiasta.
A JUICIO DE Stratfor, el gasoducto es "imparable" cuando el régimen bushiano pasa por severas perturbaciones internas y externas: el "deseo casi universal de las naciones de Europa occidental de participar de alguna forma en el proyecto del gasoducto noreuropeo y recibir más gas de Rusia está dictado por sus intereses nacionales, principalmente la búsqueda de seguridad energética. Cuando las reservas energéticas del mar del Norte se secan (sic) en forma gradual y con las graves preocupaciones sobre la seguridad del abastecimiento energético de los países volátiles (sic) musulmanes (sic) del sur al este, Europa occidental ve (sic) a Rusia como única esperanza real para asegurar la entrega energética en las próximas décadas". ¿Se volvió Gran Bretaña dependiente del abasto energético ruso? ¡Qué vueltas da la vida, Mariana!
LAS IMPLICACIONES Y complicaciones geoestratégicas del gasoducto ruso-germano son enormes.
CAUSA HILARIDAD Stratfor al referir que la "volatilidad" provenga de los "musulmanes" y no del torturador unilateralismo bushiano, el hacedor del caos global. Según Stratfor, la oposición en bloque de los países bálticos fue abandonada y solamente queda "aislada Polonia", por cierto, librada a las fauces de las fieras geopolíticas por la dupla anglosajona de Bush-Blair, en la que apostó fatalmente. Hasta cierto punto porque el presidente Jacques Chirac puede rescatar todavía a Polonia (que puede equilibrar la situación gracias al triunfo presidencial del "gaullista" Lech Kaczynski, muy cercano a Francia, la tercera aliada del eje Rusia-Alemania) para encaminarla en el sendero de la sensatez geopolítica y cesar de servir de cuña para los aviesos proyectos anglosajones de múltiples balcanizaciones en las fronteras de Rusia y Alemania. Antes habrá que desintoxicar a Polonia de su patológica adicción neoliberal en la que sucumbió, para que después tanto Rusia como Alemania puedan ser generosas en recibir al hijo pródigo en su seno energético, donde tiene mayor futuro que en el espejismo anglosajón en franca decadencia global. Decir que hasta la revista The Economist (4 de noviembre), vocero del neoliberalismo financiero global, no tiene más remedio que aceptar que el "mundo está cansado de la globalización", como si fuera una gran novedad.