Editorial
América Latina: otra integración es posible
Ayer sábado, durante el cierre de la cuarta Cumbre de las Américas, el presidente argentino Néstor Kirchner recogió el sentir del Mercosur integrado por su país, Brasil, Paraguay y Uruguay y Venezuela sobre el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA): "Las condiciones para el ALCA no están dadas mientras existan subsidios y asimetrías entre los países de la región". La postura contraria a este acuerdo comercial impulsado por Washington fue de tal fuerza que los 33 jefes de Estado que acudieron a la cumbre optaron por incluir las dos visiones en la declaración final.
El Mercosur propone postergar las negociaciones del ALCA sin definir una fecha, mientras la iniciativa de Panamá respaldada por Estados Unidos y México sugiere retomar las discusiones en 2006. En realidad, la primera se basa en el rechazo a un ALCA unilateral que sólo contempla los intereses estadunidenses; por el contrario, el Mercosur y Venezuela apoyan un proceso de integración comercial latinoamericano que tenga en cuenta las asimetrías entre todos sus socios. Esta opción constituye un duro golpe a las aspiraciones hegemónicas de la Casa Blanca, cuyo proyecto de ALCA se está desmoronando lentamente pero a paso seguro. Hace cinco años, Estados Unidos pudo aprobar esta iniciativa, cuya aplicación tendría que haber comenzado este año, pero los cambios políticos en la región (en Brasil, Argentina y Uruguay) registrados desde entonces quebraron el consenso pro Washington.
Las dificultades para avanzar en el ALCA van más allá de la oposición del Mercosur y Venezuela. Chile, un sólido aliado de Estados Unidos, suspendió las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Perú por diferencias en la frontera marítima común. Esta fallida negociación es importante, pues los tratados comerciales bilaterales forman parte, de alguna manera, de la estrategia estadunidense para conformar el ALCA. Asimismo, las cámaras empresariales de Ecuador han culpado al presidente Alfredo Palacio por su "falta de decisión política (...) para firmar el TLC entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) Venezuela, Colombia, Perú y el propio Ecuador y Estados Unidos". Los titubeos de Palacio se deben a la férrea oposición que ese proyecto provoca entre la sociedad ecuatoriana, en especial de las organizaciones indígenas y campesinas.
Pero la oposición al ALCA no implica un rechazo a la integración comercial de la región. De hecho, existen varias propuestas alternativas. El Mercosur ha ido creciendo paulatinamente, con la adición de estados asociados Chile, Bolivia, Perú y recientemente Venezuela y un observador, México. Al mismo tiempo, ha suscrito un TLC con las naciones andinas. Estas medidas buscan fortalecer el proyecto de Comunidad de Naciones Sudamericanas, una iniciativa de Brasil para contrarrestar el poderío estadunidense en el subcontinente.
Por su parte, Venezuela, junto con Cuba, son los motores de la Alternativa Bolivariana para América Latina y El Caribe, que enfatiza la cooperación para reducir las asimetrías entre países de la región y así combatir la pobreza y las desigualdades sociales. En este contexto, Venezuela, el quinto productor mundial de crudo, ha utilizado su riqueza petrolera para promover esa integración mediante una red de acuerdos. Uno de ellos, firmado con países del Caribe, permitió la creación de Petrocaribe, para suministrar petróleo en condiciones ventajosas para esas empobrecidas naciones; otro, pactado con los integrantes de la CAN, supone la creación de Petroandina, para impulsar la interconexión eléctrica y gasífera, la provisión mutua de recursos energéticos y la inversión conjunta en proyectos. También se prevé el establecimiento de Petroamérica, con Argentina y Brasil.
En todos estos casos, el petróleo es usado para buscar el bien común y no para apuntalar la hegemonía de un solo país. Estas alternativas demuestran que el ALCA no es necesariamente el mejor modelo y que otra integración, una basada en la equidad, es posible.