Una sinfonía-río muy seria

El célebre compositor Johann Sebastian Perogrullo dice que cuando el río suena, música lleva, porque así como las novelas-río son por lo regular secas, pues se nombran así por su extensión y no tanto por su tema, aunque los libros de caballe-rías (por cierto: los caballeros las prefieren rubias y los hombres en loscurito) suelen bajar mucho al río.

Hace dos octubres Nikolaus Harnoncourt grabó con la Filarmónica de Viena el ciclo completo de seis movimientos de la saga alucinógena Ma Vlast, conocida en español como Mi Patria, del maesto checo Bedrich Smetana (1824-1884), en dos cd (RCA, Red Label) que se consigue ahora en México y condensa toda el agua y la hace derramarse suave, acariciantemente sobre las praderas, mesetas, laderas, cordilleras (mmmm), senotes (en algunos casos, je) y la epidermis de quien escucha este prodigio de puesta en vida de la belleza del planeta Tierra y sus porciones de agua.

En la portada de este disco esplende una toma fenomenal del río Moldavia, que atraviesa todo Moldavia y fue en la antigüedad un principado danubiesco y que es bañado por ese río maravilloso que pasa por la ciudad más bella del planeta, Praga, y desemboca en el Elba, no sin antes llenar de vida todo el paisaje y hasta al paisanaje.

El segundo movimiento de Ma Vlast hace sonar el río Moldavia con intensidad tal que uno se siente nadando en sus aguas, buceando en sus profundidades, flotando en sus delicias. El Moldavia, como el Nilo, el Volga, el Amazonas, el Mississippi, metaforizan a la perfección el transcurso del tiempo y de las civilizaciones. En su novela Danubio, Claudio Magris traza esa metáfora vital de una manera genial, sólo comparable a como lo hace a la batuta Harnoncourt y como lo hizo en la escritura Smetana. He aquí una variante de lo que vendría a ser una sinfonía-río, que no son precisamente humorísticas pero sí muy frescas, porque eso sí, esas sinfonías sólo me suenan cuando me río.