Primera celebración del Día de la Unidad del Pueblo
Neonazis de Rusia aprovechan fiesta nacional para ostentar impunidad
Moscú, 4 de noviembre. Mientras la mayoría de los rusos sigue sin tener idea de qué se celebró este 4 de noviembre, incluido ya por el Parlamento como fiesta oficial, grupos de inspiración ultranacionalista y xenófoba hicieron alarde de impunidad en las calles de esta capital.
Bajo el ruido ensordecedor de tambores y al grito de "¡Rusia para los rusos!" y "¡Gloria al imperio!", cerca de 2 mil cabezas rapadas y militantes de otras organizaciones radicales de similar signo marcharon por el centro de Moscú, usando de pretexto el Día de la Unidad del Pueblo, que se conmemoró en Rusia este viernes por primera vez.
Aunque en 1997 el entonces presidente, Boris Yeltsin, logró que el legislativo borrara del calendario de días festivos el 7 de noviembre, aniversario de la revolución socialista de 1917, que desde entonces fue sustituido con un llamado Día de la Concordia y la Reconciliación, la actual composición de la Duma llegó aún más lejos al suprimir, a finales del año pasado, toda celebración en esa histórica fecha.
Acorde con la nueva idea nacional para Rusia, que en palabras del presidente de la Cámara baja, Boris Gryzlov, consiste en "ser los primeros, siempre y en todo", de alguna oficina del Kremlin salió la propuesta de poner el acento en otro tipo de conmemoraciones.
No obstante que la mayoría de los rusos (63 por ciento, según reciente encuesta del prestigiado Centro-Levada) desaprueba la abolición como festivo del 7 de noviembre, ya sea como aniversario de la revolución bolchevique o como su yeltsiniano eufemismo, pronto se encontró una fecha cercana en el mismo mes para proclamar otra fiesta nacional.
El Kremlin decidió declarar el 4 de noviembre Día de la Unidad del Pueblo, toda vez que hace poco menos de 400 años, ese día de 1612, las milicias populares de Kuzmá Minin y Dmitri Pozharsky expulsaron a los polacos, lituanos y suecos de Kitai-Gorod, que en esa época era el centro comercial y político de Moscú.
La iniciativa contó con el entusiasta respaldo de la Iglesia ortodoxa rusa, que el 4 de noviembre venera el icono de la Virgen de Kazán, en opinión de los jerarcas eclesiásticos decisivo para liberar Moscú de los invasores foráneos, cuya salida definitiva de la ciudad se produjo sólo hasta diciembre de aquel año, como trataron de objetar los historiadores más escrupulosos.
De cualquier manera, el 4 de noviembre de 1612 devino fecha digna de una nueva celebración oficial. El propio presidente Vladimir Putin, en su mensaje de felicitación a los habitantes de Ninzhny Novgorod, ciudad en la que se formaron las milicias populares que liberaron Moscú, destacó "esa hazaña, que despejó el camino para el renacimiento del Estado ruso".
Y, al depositar hoy una ofrenda ante el monumento a Minin y Pozharsky en la Plaza Roja de Moscú, el mandatario redondeó su interpretación del significado histórico de la expulsión de los polacos, lituanos y suecos: "La liberación fue resultado de la unidad de diversos grupos étnicos y creencias religiosas, lo cual es muy simbólico e importante para nuestro país multinacional. Mientras seamos capaces de sentir esa unidad en nosotros mismos, seremos invencibles".
No muy lejos de ahí, los jóvenes ultranacionalistas, portando pancartas reivindicadoras de la supremacía rusa, recibían algunas de las consignas más racistas con una modalidad autóctona del sieg heil, el saludo nazi.
Militantes de organizaciones radicales de izquierda, coreando "¡El fascismo no pasará!", trataron de impedir la marcha, pero no pudieron romper el cordón de protección policial, que evitó un enfrentamiento mayor.
Antes de salir por piernas para no ser detenidos por la policía, los "agresores" alcanzaron a lanzar una treintena de preservativos llenos de agua sobre los ultranacionalistas.