Usted está aquí: lunes 31 de octubre de 2005 Opinión Reconstrucción y abandono

Editorial

Reconstrucción y abandono

A una semana del paso de Wilma por el Caribe mexicano y a 10 días de que se inició la catástrofe causada por Stan en Chiapas, Veracruz, Oaxaca, Puebla e Hidalgo, resulta oportuno evaluar la reacción del gobierno federal ante esas emergencias.

Resulta doloroso y exasperante, pero inevitable, señalar que los temores de una acción gubernamental discriminatoria y clasista para con los afectados, expresados en los primeros días de la semana pasada, resultaron tener fundamento: los marginados, los más pobres, han sido relegados de la atención presidencial, la cual se ha centrado, con mucho, en promover la rápida reconstrucción de las zonas hoteleras. El Ejecutivo federal ha atendido puntualmente las demandas ­justificadas y entendibles­ de los propietarios de establecimientos turísticos en Cancún y Quintana Roo, y se ha convertido en gestor solícito de créditos nacionales e internacionales, de renegociación de deudas y de pronto pago de seguros.

Para los habitantes de las zonas marginadas ­urbanas o rurales­ que perdieron familiares, hogares, medios de trabajo, pertenencias, animales y cosechas, en cambio, las autoridades han respondido con alguna asistencia tardía, insuficiente y mal organizada. Se ha subrayado la necesidad de una reconstrucción rápida de los centros comerciales y hoteleros, pero se ha dejado de atender a los pobres afectados por los fenómenos naturales.

Sin duda, la rehabilitación de los centros turísticos es de vital importancia en la medida en que ello redundará en la conservación de empleos.

Destinos como Cancún, Cozumel y Playa del Carmen tienen, adicionalmente, un papel importante en la captación de divisas para Quintana Roo, la región del sureste y el país en general, y constituyen elementos fundamentales de la imagen externa de México. Pero las acciones oficiales de rescate de las empresas turísticas no justifican de ninguna manera la ausencia, hasta la fecha, de un programa coherente e incluyente de asistencia a los que se quedaron sin nada, ya sea en los alrededores de las propias zonas hoteleras o en regiones ajenas al turismo. Y no se trata únicamente de garantizarles el abasto de emergencia de agua, alimentos, cobijo y medicinas, sino también de establecer mecanismos para que esos ciudadanos mexicanos, que en su enorme mayoría carecen de cuentas bancarias o de ahorros en efectivo, logren, en la medida de lo posible, recuperar al menos el nivel de pobreza que tenían antes de las catástrofes, rehacer sus viviendas paupérrimas, obtener algunos enseres domésticos indispensables y reponer sus instrumentos de trabajo.

Estas actitudes discriminatorias del gobierno foxista confirman, además de su incapacidad, desorganización y falta de rumbo, su carencia de sensibilidad humana y su manifiesta orientación de clase: "un gobierno de empresarios", se ha dicho desde las alturas del poder, y la frase, que es todo un programa de desgobierno ­porque el Ejecutivo federal tiene un compromiso con el conjunto de la población, no sólo con sus estratos privilegiados­ se ha cumplido, una y otra vez, y ahora en una circunstancia en la que era insoslayable la obligación oficial hacia los desprotegidos.

Adicionalmente, el propio presidente Vicente Fox se encargó ayer, en su rancho de San Cristóbal, Guanajuato, de confirmar el ya alarmante desapego de su gobierno con respecto a la realidad. "Todo está bien" en Chiapas, en Oaxaca, en Quintana Roo, dijo el mandatario, en referencia a las labores de asistencia a los damnificados, renglón en el que, de acuerdo con las evidencias, casi nada está bien. A renglón seguido, Fox sugirió que la situación desesperada de miles y miles de afectados por los ciclones Stan y Wilma, así como las patentes insuficiencias de la ayuda gubernamental hacia ellos, son una alucinación o un espejismo generado por los medios informativos.

Pero los reclamos por la falta de ayuda, la corrupción que rodea las entregas de despensas, así como la falta de interés o la incapacidad de las dependencias gubernamentales para llegar a quienes con más urgencia requieren de auxilio de todas clases, no son inventos de los periodistas, sino las voces de la propia gente. Es posible que a su paso por Foxilandia los huracanes no hayan tenido más consecuencia que dar al gobierno la oportunidad de lucir sus capacidades organizativas y su conciencia social. Pero en México dejaron, por desgracia, una multiplicación de la miseria, la necesidad, la marginación y el abandono.

 
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