Usted está aquí: lunes 31 de octubre de 2005 Mundo Viraje de la Casa Blanca para sacar a Cheney del debate nacional

Presupuesto, migración y un nuevo candidato a la Suprema Corte, en la agenda inmediata

Viraje de la Casa Blanca para sacar a Cheney del debate nacional

Síntomas de problemas éticos en el gobierno de Bush, opina 55% de estadunidenses: sondeo

Analistas dicen que el vicepresidente "debería renunciar" por las acusaciones contra Libby

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Ampliar la imagen George W. Bush saluda a reporteros en la Casa Blanca, al volver de Campo David, donde descansa los fines de semana FOTO Reuters Foto: Reuters

Nueva York, 30 de octubre. La Casa Blanca nombrará a un candidato para la Suprema Corte, enfocará la atención nacional en el presupuesto, la migración y la lucha antiterrorista, e incluso podría acudir a su arma hasta ahora más efectiva -el temor- al intentar cambiar tan pronto como sea posible el debate nacional sobre las acusaciones criminales que fueron presentadas a sus puertas.

Pero no será fácil superar el desastre político de las acusaciones formales contra uno de los funcionarios más poderosos del gobierno de George W. Bush, y varios analistas y estrategas políticos advierten que esta crisis contiene elementos que podrían compararse con el escándalo de Watergate que destruyó la presidencia de Richard Nixon en los 70.

La primera encuesta nacional después del anuncio de las acusaciones contra Lewis Libby, el principal asesor del vicepresidente Dick Cheney, por obstrucción de justicia y mentir a autoridades judiciales, registra que 55 por ciento cree que el caso de Libby es síntoma de mayores problemas éticos, mientras que 41 por ciento considera que fue un incidente aislado. Por tres a uno -46 por ciento a 15 por ciento- los estadunidenses dicen que el nivel de honestidad y ética en el gobierno se ha deteriorado en lugar de elevarse bajo el gobierno de Bush.

Cheney aseguró ante la Convención Nacional Republicana en 2000 que cuando Bush llegara a la Casa Blanca "en la primera hora del primer día, restaurará la decencia y la integridad a la Oficina Oval", y que gobernarían con "una fuerte dosis de verdad".

Pero ahora, según la encuesta del Washington Post/ABC News, sólo 34 por ciento del pueblo cree que Bush hace una buena tarea cuestión de ética en su gobierno -poco menos de lo que registró Clinton a finales de su periodo, y sólo 39 por ciento aprueba su gestión- el nivel más bajo registrado en esta encuesta en toda su presidencia.

Es un momento de suma vulnerabilidad, y ahora habrá una intensa lucha entre los políticos para narrar esta historia al pueblo, con los simpatizantes de Bush que descarten que hubo un delito y que esto sólo se trata de la "criminalización de una disputa política", y los opositores que afirmen que esto apenas es la punta del iceberg de los engaños y maniobras corruptas de este gobierno. La disputa, inevitablemente, acabará donde empezó: en torno a la guerra.

A la vez, la figura de Cheney, considerado como el vicepresidente más poderoso de la historia de este país, ahora está en grave peligro político. Las acusaciones formales presentadas el viernes pasado por el fiscal especial, Patrick Fitzgerald, confirman que Cheney estaba personalmente involucrado en el asunto de la divulgación de la identidad secreta de una agente de la Agencia Central de Intelgencia (CIA) desde el inicio, que su oficina estaba al centro de las operaciones no sólo para promover la guerra, sino para defender esa política bélica y suprimir toda crítica contra ella.

En la encuesta del Post, una proporción sorprendente, 41 por ciento, cree que Cheney cometió un acto indebido en este asunto (aunque 44 por ciento opina que no).

Por lo tanto, ya hay llamados por su renuncia. "Si Cheney no puede abordar las interrogantes sobre su conducta, si no puede divulgar las actividades en su oficina que dieron inicio a esta investigación, entonces debería renunciar", escribió hoy el columnista Nicholas Kristof del New York Times.

Varios estrategas republicanos comentaron en diversos medios que Cheney es considerado ahora como factor negativo para los intereses de los políticos de su propio partido, y algunos pronostican que no pocos legisladores federales buscarán distanciarse públicamente del vicepresidente.

Pero la peor preocupación para la Casa Blanca es que las acusaciones formales presentadas contra Libby el viernes no marcan el fin, sino sólo una etapa más en el escándalo. Como recuerda hoy el columnista Frank Rich del New York Times, "Watergate se extendió durante casi dos años" después que se presentaron las primeras acusaciones formales por el delito inicial (la infiltración de las oficinas del Partido Demócrata por operativos contratados por asesores del entonces presidente Nixon). En ese periodo, escribió, "Estados Unidos llegaría a ver que el delito menor inicial sólo era la primera franja de abusos del poder... En nuestra presidencia imperial actual, como su antecesora, lo que podría verse como un caso limitado involucrando a un segundo... contiene el ADN de la Casa Blanca, y éste ofrece un mapa a la cultura de duplicidad del todo".

Por todo esto, los estrategas de la Casa Blanca buscarán cambiar de canal lo antes posible. Analistas señalan que este gobierno aún cuenta con mucho tiempo para superar esta crisis, aunque casi todos dicen que eso no se logrará en el corto plazo, sino paso a paso. El primero de estos pasos, al parecer, será el nombramiento de un nuevo candidato a la Suprema Corte, uno que logre evitar y reparar el desastre dejado por Harriet Miers, que finalmente retiró su nombre el jueves pasado. Más adelante, Bush se enfocará en lograr la aprobación del presupuesto federal, y todo indica que el tema de migración y seguridad fronteriza también figurará en la agenda de corto plazo.

Sin embargo, todos estos temas son controversiales, provocarán debates y tienen el riesgo de polarizar aún más el debate nacional. Pero para algunos estrategas, esto no necesariamente es negativo, si se logra que los incendios de estas disputas políticas logren ocultar con su humo este escándalo, o que por lo menos sirvan de distracción.

Otros señalan que no sería sorprendente que la Casa Blanca recurra una vez más a su arma más confiable: el temor.

Las "amenazas" externas pos 11-S sirvieron siempre en el pasado para avanzar los propósitos políticos de este gobierno, señala Rich. Cita al periodista Keith Olbermann de MSNBC (canal de noticias de Cablevisión) que recientemente hizo una compilación de 13 "coincidencias" en las que malas noticias para el gobierno (abusos en Abu Ghraib, informes sobre fallas de inteligencia, etc.) fueron seguidas por un evento relacionado a la amenaza "terrorista", incluyendo "un cambio en la condición de alerta, un arresto y una advertencia", entre otras.

Otros perfiles en el frente internacional

En el frente internacional, el gobierno intentará usar las elecciones del 15 de diciembre en Irak como prueba de que la política exterior funciona, y también el viaje presidencial para asistir a la Cumbre de las Américas esta semana se utilizará para dar otro perfil a esta presidencia.

Sin embargo, la crisis de esta Casa Blanca es tan severa por el momento que, en privado, no pocos republicanos expresan pesimismo sobre el corto y mediano plazo. Varios estrategas políticos y otros han comentado a los medios que las cosas están lo peor posible para el presidente. "Lo que tiene enfrente son problemas estructurales muy grandes", dijo uno al Washington Post. Pero, comentó este estratega, "no estoy seguro que hayan llegado a tocar fondo aún".

 
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