Conferencia de Alfonso Hernández, en Tepito
''Ante la crisis, adorar a la santa muerte deviene culto familiar''
La devoción a la imagen de la santa muerte, en un país que es consumido por la crisis, se ha incrementado en los años recientes debido a que un considerable número de personas demanda mayor protección, considera Alfonso Hernández, director del Centro de Estudios Tepiteños y cronista del barrio de Tepito.
''En esta ciudad tan caótica y en este país en crisis hacía falta una milagrería callejera, que ha dejado de ser privativa de malandrines, narcotraficantes y sexoservidoras. La adoración a la santa muerte se volvió un culto familiar, como se aprecia diariamente en Alfarería número 12 o en el rezo del rosario todos los días primero de cada mes.''
El cronista imparte hoy una conferencia sobre el culto a la santa muerte en Tepito, a las 12 horas, en la galería José María Velasco (Peralvillo 55, colonia Morelos).
A lo largo de tres años, Alfonso Hernández se ha dedicado a analizar y dar seguimiento a este culto que de alguna manera se ha incrementado en Tepito, cuyo santuario devocional permanece incomprendido, pues su vida cotidiana pertenece a la esfera particular del llamado realismo grotesco.
En barrios como Tepito, agrega, la santa muerte interactúa como catalizador devocional en tiempos de crisis. En medio de un sincretismo emulante, que no hace mucho tenía en los altares y en el santoral católico a Santa Marta. La voz popular del barrio etiqueta de chido el entorno de su culto y el contexto de sus devociones, pues más allá de los símbolos y de los deseos, de los motivos y de las motivaciones, en el terreno de los sentimientos no habita la razón ni otro motivo alguno, pues prevalece la lógica de lo inesperado.
Barrio de las almas perdidas
El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de los antiguos mexicanos, pues creían que la muerte y la vida constituían una unidad. El anhelo de creer en algo se ha mantenido como una tradición, pero en un barrio tan popular como Tepito, la imagen de la santa muerte ''fundamenta el fin material de las cosas, mezcladas orgánicamente con la idea de una verdad, libre y lúcida, que no conoce el temor ni la piedad", señala Hernández.
Tepito, barrio de las almas perdidas, tiene en la santa muerte ''quién lo ayude, lo cuide y lo proteja. Por ello la bravura y resistencia alienta este culto, cuya milagrería social es lo único que da confianza a los desprotegidos".
En opinión de Hernández, el culto a la santa muerte ahora no sólo lo practican quienes se encuentran fuera de la ley, como narcotraficantes, plagiarios, sicarios, sino que se ha extendido también a los jóvenes y niños, comerciantes, madres solteras y personas de la tercera edad, convirtiéndose en una devoción pública y familiar.
''Se trata de un culto marginal y contestatario, cuya devoción es una búsqueda para encontrarle sentido al vivir como se vive, en esta ciudad caótica y en este país en crisis. La muerte representa una de las deidades de la crisis. Y si su imagen ya está presente en los hogares, es porque cada altar familiar representa la fe, los miedos o la esperanza de sus devotos."
El cronista de Tepito sostiene que la lectura del hecho guadalupano es la de un milagro devocional, frente al continuo culto tradicional a la muerte. ''La Virgen de Guadalupe continúa haciendo milagros, mientras la santa muerte sólo hace paros y favores insospechados".
Derivada de la pérdida de espacios vitales, explica Hernández, la creciente hibridez urbana ha socavado los puntos de encuentro y de referencia cultural popular. Este vacío fue llenado con un sembrado de nichos guadalupanos en las calles o con otras devociones y actividades demandantes de protección.