El mandatario de EU vive su peor semana; la guerra en Irak lo está cercando
En tela de juicio, la política belicista de Bush
Nueva York, 28 de octubre. Fue la peor semana de la presidencia de George W. Bush hasta la fecha, que empezó con la tasa de militares muertos en Irak que superan los 2 mil, continuó con la derrota de su candidata a la Suprema Corte y encuestas que demuestran que sigue en los niveles más bajos de su presidencia, para concluir con cargos criminales contra la Casa Blanca.
La semana de intenso suspenso por los resultados de la investigación de dos años, culminó hoy tal vez con el peor resultado para la Casa Blanca: la acusación de que uno de sus más altos funcionarios minó la seguridad nacional para defender la guerra contra Irak. Aunque no fue formalmente acusado de filtrar deliberadamente la identidad de una agente clandestina de la CIA, sí lo fue por intentar encubrirlo.
Con ello, los fantasmas de Watergate, Irán-contra y Monicagate reaparecen en la puerta de la Casa Blanca, o sea, estalla una crisis política que pone en tela de juicio toda esta presidencia.
Y esto, a pesar de dos años de investigación apenas empieza. Aunque el equipo presidencial y simpatizantes ya se habían preparado para acusaciones formales contra por lo menos dos de sus principales funcionarios, el fiscal especial Patrick Fitzgerald declaró que no ha concluido su indagación. Así, no sólo hay una acusación, sino que la investigación se prolongará, y otros miembros del equipo presidencial siguen bajo la mira legal, incluyendo a Karl Rove, estratega político y subjefe del gabinete del presidente George W. Bush.
Para esta administración la pesadilla continuará durante meses si se procede con un juicio criminal público ante un tribunal federal, y algunos analistas creen que de ser así no sólo Libby (u otros) estará sentado en el banquillo de los acusados, sino todo el gobierno de Bush.
Peor aun para este gobierno, en esencia este caso se trata de mucho más de si se cometió un delito o no al filtrar la identidad de la agente de la CIA Valerie Plame. Se coloca en tela de juicio toda la política bélica de Bush, en particular la guerra en Irak, y si este gobierno engañó o no al pueblo estadunidense ya que el propósito de la filtración a los medios del nombre de Plame fue parte de una campaña para desacreditar a opositores de esa guerra.
Vale recordar que el acusado, Lewis Libby, es considerado uno de los "arquitectos" de la guerra contra Irak. Fue quien elaboró un amplio documento en favor bajo la justificación de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Este texto fue presentado a varios líderes, y formó la base de la estrategia para "vender" la agresión al público estadunidense, y también integró la famosa presentación del entonces secretario de Estado Colin Powell ante la Organización de Naciones Unidas.
Libby, junto con su jefe, el vicepresidente Dick Cheney, Rove y unos pocos más conformaron el llamado Grupo sobre Irak de la Casa Blanca, el cual se encargó de promover la guerra desde agosto de 2002.
Para defender su posición ante el mundo, la Casa Blanca sostuvo que Hussein había intentado adquirir uranio enriquecido en Níger. Sin embargo, en julio de 2003 el ex embajador Joseph Wilson escribió que el gobierno "había torcido" la inteligencia sobre el programa de armas de destrucción masiva iraquí. Reveló que en febrero de 2002, la CIA lo había enviado a Níger para evaluar esa inteligencia.
Wilson representaba una amenaza ya que ponía en duda las "pruebas" de la supuesta amenaza de Irak a la seguridad nacional, y como otros críticos peligrosos debía ser desacreditado. Poco después, se filtró que Wilson estaba casado con Valerie Plame, agente encubierta de la CIA.
Wilson, cuyo caso provocó esta investigación, afirmó hoy en un comunicado: "Continuó creyendo que revelar la identidad secreta de mi esposa en la CIA fue algo malo que dañó a nuestra nación, y creo que mi familia fue atacada porque dije la verdad sobre hechos que llevaron a nuestro país a la guerra". Agregó que "este caso es sobre acusaciones criminales que van al corazón de nuestra democracia. Nosotros, como todo ciudadano, estamos a la espera del juicio del jurado en un tribunal".
Los demócratas respondieron de inmediato. Figuras como los senadores Harry Reid, líder de la minoría, y Edward Kennedy indicaron que las acusaciones demuestran los extremos a los que la Casa Blanca republicana está dispuesta a llegar para ocultar el engaño sobre las justificaciones para la guerra, en particular la de las armas de destrucción masiva.
"Son acusaciones muy serias. Sugieren que un alto asesor de la Casa Blanca puso la política enfrente de nuestra seguridad nacional y el régimen de derecho", afirmó Reid. "Este caso es más grande que la filtración de información altamente clasificada. Tiene que ver sobre cómo la Casa Blanca de Bush fabricó y manipuló inteligencia para apoyar su argumento por la guerra en Irak y desacreditar a cualquiera que se atreviera a retar al presidente".
Larry Johnson, ex analista de inteligencia de la CIA y ex funcionario del Departamento de Estado dedicado al antiterrorismo, declaró hoy: "Lentamente el pueblo estadunidense se está dando cuenta de que el ataque del gobierno de Bush contra Valerie y Joe Wilson fue parte de una conspiración más amplia para ocultar que nuestros líderes políticos fabricaron un argumento para la guerra. Dick Cheney, Libby y Rove, entre otros, aparentemente preferían destruir a una oficial de inteligencia que revelar la verdad de que Estados Unidos fue a la guerra en Irak sobre la base de mala información y decepción. Ese es un crimen que merece el castigo más serio".
La estrategia republicana para responder a esta crisis se reveló a lo largo de la semana, cuando columnistas y comentaristas conservadores y algunos políticos respondieron con declaraciones casi idénticas: "es sólo la criminalización de una disputa política", y no hay delito real.
Pero con el anuncio de que la investigación no ha sido concluida y que los cargos están bien fundados, se vuelve más difícil atacar algo que podría implicar a otros funcionarios y podría alcanzar los niveles más altos del gobierno, en particular al vicepresidente. De hecho, si el caso llega a juicio, se supone que Cheney será obligado a presentarse como testigo ante el tribunal.
Por eso no se descarta la posibilidad de que Libby decida negociar con el fiscal y aceptar su culpabilidad parcial o total para evitar el juicio. Pero el problema es que el fiscal podría demandar más información a cambio de ofrecerle alguna solución legal negociada, y eso podría implicar a otros colegas dentro de la Casa Blanca.
Políticamente, también representa una derrota para el gremio neoconservador del gobierno de Bush, ya que Libby es uno de ellos. Era frecuentemente identificado como el "Cheney de Cheney" o el "alter ego" del vicepresidente. Ahora es amenaza potencial para la vida política de su otro ego.
Para un presidente que llegó a Washington proclamando un gobierno "moral" y libre de escándalos en comparación con su antecesor, Bill Clinton, los hechos de hoy son difíciles de defender y explicar.
Por eso, al parecer, la Casa Blanca desea cambiar de tema lo más pronto posible, y hoy Bush dijo que "muy pronto" presentaría otro candidato a la Suprema Corte. Fuentes de gobierno indicaron que este anuncio podría ocurrir el domingo o lunes.
Pero todo indica que esta crisis no ha culminado y sólo está pasando a una nueva etapa, y que no será superada fácilmente en el plazo inmediato por esta Casa Blanca.