Usted está aquí: domingo 23 de octubre de 2005 Opinión El violinista que llegó del mar

Carlos Bonfil

El violinista que llegó del mar

Ampliar la imagen Maggie Smith y Judi Dench en una escena de la pel�la de Charles Dance

Para su primera incursión en la dirección cinematográfica, el actor británico Charles Dance (notable en Gosford park, de Robert Altman), eligió adaptar un relato bucólico de William J. Locke, y realizar Ladies in lavender, título transformado comercialmente en El violinista que llegó del mar. Dance ofrece aquí un magnífico retrato de dos damas sexagenarias, las hermanas Janet y Ursula Widdington (Maggie Smith y Judi Dench), quienes viven retiradas en una apacible población costera inglesa, muy ajenas en el año de 1936 al lejano rumor de tempestades políticas e inminencias bélicas en el continente. Su diaria labor doméstica (cocina, labor de costura, jardinería, lectura) se ve bruscamente interrumpida cuando Ursula se anima a rescatar a un joven, víctima de un naufragio (Daniel Brühl, Adiós a Lenin). Desde esa escena en que la solterona contempla perpleja al desconocido en la playa, inconsciente y angelical, vagamente amenazador (¿espía, bandido?), se insinúa ya, por encima de la predecible atención materna, un deseo reprimido que será la mejor sustancia del drama por venir.

Andreas Marowski es el joven polaco que paulatinamente irá revelando su nacionalidad y su talento artístico. Incapaz de expresarse en inglés y comunicándose apenas en alemán, será durante buena parte de la cinta el forastero mimado por las dos ancianas, despertando suspicacias en el poblado hermético y desconfiado, encendiendo sobre todo un insospechado vigor pasional en Ursula, virgen vitalicia que no deja de escandalizar a su hermana, la atónita viuda Janet (una Maggie Smith formidable), con el despliegue de su lozanía recobrada. Al descubrir en Andreas a un virtuoso del violín, la comunidad lo acepta admirada, y el entusiasmo de Ursula crece. Janet será entonces el continuo llamado a la contención sentimental, el celoso guardián de un decoro familiar al borde del naufragio. No son pocas las situaciones cómicas que provoca esta peculiar situación doméstica, pero el director consigue mantener un tono irónico, desenvuelto, que se transforma en sátira genial en el personaje de la sirvienta Dorca (Miriam Margolyes), testigo de los altercados entre las dos hermanas a propósito del visitante talentoso. Daniel Brühl cumple correctamente con su papel de icono juvenil codiciado. Es a la vez ingenuo y vagamente malicioso, y de modo alguno portador de perturbaciones morales antiburguesas (a la manera del Terence Stamp de Teorema, o el Murray Head de Dos amores en conflicto/Sunday bloody Sunday); es simplemente un meteoro de jovialidad y gracia que reanimará un tiempo la vejez de Ursula, sugiriéndole un vasto territorio sensual hasta entonces inexplorado.

El relato original señalaba personajes femeninos de 40 años, una situación idéntica, y un conflicto sentimental hasta cierto punto comprensible. Al elegir a dos estupendas actrices sexagenarias, Charles Dance acomete la temeridad de ampliar la brecha generacional y hacer que una mujer muy madura se entusiasme por un joven que pudiera ser su nieto. El director gana indudablemente la apuesta, pues la Ursula de Judi Dench jamás sugiere ni el ridículo ni la torpeza, y esto muy a pesar de las recelosas prevenciones de su hermana. El juego de las dos protagonistas se torna así más complejo y divertido, lo que coloca en plano algo secundario el contexto social de la historia, la irrupción también de una joven Olga Danilof (Natascha McElhone), quien sí pudiera cautivar el corazón del joven, y las mismas peripecias que conducen al violinista hasta su realización artística londinense. Lo memorable en la cinta es su melancólica reflexión sobre el tiempo y el desgaste de las energías vitales; sobre las ilusiones románticas condenadas al fracaso, y su tenacidad de supervivencia. Sin mayores aspavientos ni ofertas comerciales de entretenimiento, a la cinta la recomiendan el talento de su realizador novel, también guionista, y la experimentada solvencia de sus dos protagonistas femeninas. De lo mejor en el pasado Foro Internacional de la Cineteca. Se exhibe en pocas salas capitalinas; en dos semanas más tal vez en ninguna.

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