Usted está aquí: domingo 23 de octubre de 2005 Opinión EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

Batalla en la tierra

Soy muy religiosa y tengo un ángel de la guarda que me protege y me guía. Se llama Sachariel. De no haber sido por su influencia no se habrían dado las circunstancias que me llevaron a trabajar en la película de Carlos Raygadas: Batalla en el cielo. Esa experiencia cambió mi vida porque, gracias a ella, conseguí lo que nunca antes había logrado: aceptarme como soy. Cuando me vi desnuda ante la cámara entendí que no estaba mostrando mi cuerpo sino mi alma.''

La emoción abrillanta la mirada de Bertha Ruiz. Mide 1.50 metros, pesa 115 kilos. Su cabello corto es como una aureola que enmarca su rostro. Viste blusa con estampado floral, pantalones de lycra guinda y sandalias que dejan al descubierto las uñas de sus pies pintadas de dorado.

A instancias suyas conversamos en la calle Real del Monte -a la salida de la estación Valle Gómez del Metro-, en el sitio donde a diario, de las seis de la tarde a las 10 de la noche, vende gelatinas.

''Durante 15 años esta ha sido mi rutina. Cambió el día en que mi amiga Rosalinda -que hace el papel de Vicky en Batalla en el cielo- fue al centro para surtir una receta. Andaba por el Zócalo cuando notó que dos hombres la seguían. Uno -luego supo que era Carlos Raygadas- le dijo que él y su amigo estaban buscando actores para una película. Rosalinda no le creyó. En eso se acercó Alex Ezpeleta y le dijo lo mismo. Como mi amiga lo vio güerito, con sus facciones muy finas, a él sí le tuvo confianza: le aceptó la tarjeta con el teléfono de Producciones Mantarraya, y le prometió llamarlo al día siguiente."

Observada a distancia por sus vecinos, que también son sus clientes, Bertha continúa su relato:

''Por la noche, cuando Rosalinda me habló de su conversación con los desconocidos, le pregunté si pensaba llamarlos. Respondió que sí, pero sin entusiasmo. Hicimos planes para el otro día. Lo pasamos juntos desde en la mañana. Ibamos a salir a vender las gelatinas y mi amiga aún no se comunicaba con Raygadas. Le propuse que me permitiera hablarle en su nombre, como si yo fuera ella. Me tomó la llamada Carlos y me citó para hacerme un casting. Le pregunté si podía llevar a una amiga. El estuvo de acuerdo.''

Betty, como la llaman sus familiares y amigos, adopta la expresión de una niña que confiesa una travesura:

''En cuanto llegamos a Producciones Mantarraya, en la colonia Condesa, Carlos salió a saludarnos. Reconoció a Rosalinda y la llevó a su despacho para hacerle una prueba de lectura. Mi amiga bajó a los cinco minutos y Carlos me invitó a que leyera también. Cuando terminé me preguntó qué opinaba del secuestro. Imaginé que mis nietos pudieran ser víctimas de algo tan espantoso y le respondí que, a mi juicio, es el peor de los crímenes. Carlos me informó que el secuestro era el tema de su película.''

Por la respuesta de Betty, Raygadas pensó que ella era la persona ideal para encarnar al personaje que en Batalla en el cielo se involucra en el secuestro de un niño:

''Me preguntó si me interesaba el papel. Le dije que sí. Me sugirió que antes de comenzar mi trabajo hablara con mi esposo y le dijera que en la película tendría que aparecer desnuda y fingir una relación sexual con Marcos Hernández, el protagonista masculino.''

Betty cruza los brazos sobre el pecho y, sin desviar la mirada, con voz firme, relata su experiencia:

''Me costó mucho trabajo desnudarme ante la cámara, pero aún más la escena íntima. Le dije a Marcos: 'Por favor, si vas a besarme y todo eso, hazlo bien porque no quiero repetir la toma'."

Betty vio la película terminada hasta que se proyectó en el Cine Diana:

''Al mirarme en la pantalla me reconocí, pero de una manera muy lejana: era yo y al mismo tiempo otra persona. En la vida real no me parezco a mi personaje, que todo el tiempo está triste, enojada; para ser como ella tuve que actuar por vez primera en mi vida.''

Las ocho semanas que duró la filmación de Batalla en el cielo permitieron a Betty escapar de sus problemas personales y redescubrirse:

''Cuando conocí a Raygadas yo estaba separándome de mi pareja. Después de 25 años de vivir juntos él decidió abandonarme. Sola, me sentía perdida, fea, insignificante. El hecho de que Carlos se fijara en mí para su película me devolvió la autoestima. Ahora amo mi cuerpo; no me siento mal por ser como soy, y hasta aprendí a bailar.''

Trabajadora incansable, fanática del cine desde que vio La ley del monte, con Vicente Fernández, Betty acude con frecuencia a los salones de baile:

''Cuando puedo, me escapo al Hidalgo -que está detrás de la iglesia de San Juditas-, al Caribe y a Los Angeles. Este fue el primer salón de baile que conocí. Era chamaca pero no me atrevía a bailar; sólo miraba a las otras parejas. Ahora todo es distinto: no pienso si estoy gorda o si soy chaparrita; sólo bailo y al hacerlo me siento muy feliz.''

La experiencia cinematográfica que cambió su vida puede dar a Betty nuevas oportunidades en el medio; pero aun cuando las acepte no piensa abandonar el comercio, actividad que practica desde los ocho años:

''Soy de Paraíso Novillos, Veracruz. Allí la gente es muy pobre. Para sostenernos mi padre se iba al monte a matar conejos; los metía en una bolsa y me mandaba solita a Coatzacoalcos a venderlos. Con el dinero de la venta compraba comida para mi familia.''

Betty sólo cursó la primaria. Su padre, al que describe como un oaxaqueño muy cerrado, le impidió continuar sus estudios porque consideraba que a la escuela sólo debían asistir los hombres:

''Yo no estaba de acuerdo, pero tenía que someterme. Cuando cumplí 12 años una comadre de mi mamá se ofreció a traerme al DF para que le cuidara a sus niños. A cambio me daría comida, alojamiento y oportunidad de asistir a clases durante la tarde, cuando ella regresara de la oficina donde era secretaria. Acepté la oferta."

Betty se ensombrece al recordar su primera impresión de la ciudad:

''Llegamos a la estación de los autobuses ADO en Buenavista. Acostumbrada al paisaje de Paraíso, cuando vi las calles y tantos coches me asusté, todo me pareció horrible y me dieron ganas de regresarme a mi tierra, pero me aguanté por la ilusión de estudiar.

''No lo conseguí, porque mi patrona no cumplió su promesa. Se lo reclamé, tuvimos problemas y ella me llevó de regreso a Paraíso. Se justificó ante mis padres diciéndoles que yo era rebelde y floja.''

La situación económica de la familia obligó a Betty a buscar un nuevo trabajo. Lo encontró en una refresquería de Cozamaloapan:

''El negocio se llama El Popo. Allí estuve tres años, hasta que mi padre ordenó que regresara a Paraíso Novillos. Yo no quería volver allá, entre otras cosas porque no me permitían tener amigos: una vez que me vieron platicando con un muchacho, mis hermanos lo apedrearon y mi padre me golpeó con la hebilla del cinturón: aún tengo la cicatriz en una pierna.''

La perspectiva de volver al sojuzgamiento familiar llenó a Betty de temores y de valor:

''Mi madre fue por mí a Cozamaloapan. Cuando estábamos esperando el camión le dije que tenía que ir al baño. Lo que hice fue salirme por otra puerta y correr a esconderme en el mercado. Ya noche, cuando pensé que mi madre se había ido, regresé a la terminal y abordé un ADO rumbo a la ciudad de México. En cuanto llegué me fui a la Unidad Tlatelolco. Una amiga me había dicho que como allí viven muchas familias siempre hay alguna que necesita sirvienta. Era cierto: enseguida conseguí trabajo.''

En Tlatelolco Betty encontró una nueva amiga: Margarita.

''Gracias a ella descubrí el salón Los Angeles. Allí conocí a mi primer amor. Ignorante de los métodos de control natal, quedé embarazada. Cuando se lo comuniqué a mi pareja él nada más comentó: 'Es tu bronca. A ver cómo te las arreglas'. Nunca pensé en abortar. Quise que mi hijo naciera en mi casa y regresé a Paraíso Novillos.

Mi padre me cerró las puertas. No lo culpo: lo educaron como se educaba a las personas que hoy tienen su edad: 79 años.

Es inevitable preguntarle a Betty qué opinará su familia cuando Batalla en el cielo se exhiba en Paraíso Novillos.

''Antes de que mis padres la vean en el cine pienso llevarles una copia de la película. Ya les expliqué de qué se trata y cómo aparezco en varias escenas. Mi padre no dijo nada, sólo mi madre habló: 'Es tu vida, tú decides, pero cuando hagas algo, procura hacerlo bien para que no te avergüences'. Sinceramente estoy muy orgullosa de mi debut en el cine. Es algo que jamás soñé y ahora es parte de mi realidad. Un día, si me animo, voy a escribir el libro de mi vida. Se llamará Mi largo viaje sin fin.

 
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