Usted está aquí: domingo 23 de octubre de 2005 Política Abatir subsidios a la educación superior, maniobra política: Armando Labra

En 30 años los recursos asignados al sector han crecido 0.40 puntos del PIB, señala

Abatir subsidios a la educación superior, maniobra política: Armando Labra

Necesario, un nuevo modelo universitario que atienda demandas sociales: Didricksson

JOSE GALAN

Ampliar la imagen Sa�cobar y Paco Ignacio Taibo II durante el foro del PRD sobre educaci�FOTO Mar�Luisa Severiano Foto: Mar�Luisa Severiano

La decisión gubernamental de castigar los subsidios federales para la educación superior pública, la ciencia y la tecnología "no es técnica, porque dinero hay. Es una decisión política", subrayó ayer el secretario técnico del consejo de planeación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Armando Labra.

Por su parte, el director del Centro de Estudios Sobre la Universidad (CESU) de la misma casa de estudios, Axel Didricksson, consideró necesario establecer en el país un nuevo modelo de universidad que preste atención a la demanda social en educación, ofrezca carreras nuevas, presente nuevos perfiles de egreso, y que implique, además, un cambio sustancial dentro de la Secretaría de Educación Pública, en el marco de una reforma a fondo de todo el sistema educativo nacional y de la relación con el magisterio.

Ambos funcionarios de la UNAM hablaron por separado en el foro Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, organizado en el auditorio Bernardo Quintana del Palacio de Minería por el PRD con el lema "hacia un proyecto de nación rumbo al 2006; debate de la plataforma electoral". Allí estuvieron Ifigenia Martínez, Saúl Escobar, Paco Ignacio Taibo II y Fernando Belaunzarán, además de los diputados Raúl Padilla Gutiérrez, Iván García Solís y Etelvina Sandoval Flores.

Labra Manjarrez subrayó que la magnitud de los retos que hoy enfrentan la educación superior, la ciencia y la tecnología no corresponden con la importancia real que se les asigna a estas materias dentro de las políticas públicas en los tres órdenes de gobierno en México, y que la expresión más clara de tal incongruen- cia se ubica en las tendencias de su financiamiento a lo largo de las tres décadas más recientes. En 1960 el gasto federal en educación superior fue de 0.23 por ciento del producto interno bruto (PIB) y, 30 años después, la cifra se ubica en 0.63 por ciento. Pero cabe señalar que entre 1981 y 1982 el gasto llegó a su nivel más alto, al tocar 0.85 por ciento del PIB. Desde entonces, la disminución ha sido constante.

Para 2006 se calcula que el gasto federal para educación superior se ubicará en alrededor de 0.5 por ciento del PIB, lo que -dijo el académico- significará el estancamiento de la inversión federal en el rubro, además de que se encontrará, en el últi-mo año del sexenio, a la mitad de la meta prometida por las autoridades educativas para destinar a ese sector uno por ciento del PIB.

El freno impuesto por el gobierno federal a dicho financiamiento se refleja dramáticamente en algunos comparativos. Por ejemplo, mientras que la matrícula pública para educación superior creció 23 por ciento entre 2001 y 2005, en ese mismo lapso el gasto federal para el nivel educativo universitario creció 12 por ciento en términos reales. Y este estancamiento, combinado con el acelerado crecimiento de la demanda educativa en ese nivel, se expresa en la caída del gasto por alumno durante el periodo 2001-2006: en 2001 fue de 35 mil 664 pesos; 36 mil 448 en 2002; 34 mil 191 en 2003; 33 mil 563 pesos en 2004; 34 mil 108 pesos en 2005, y para 2006 se espera que caiga a 27 mil 366 pesos por alumno, es decir, menos 19.8 por ciento, justo cuando la tasa de cobertura se ubicará en su nivel más alto, es decir, 23.1 por ciento de los jóvenes del país en edad de ir a la universidad.

En suma, señaló Labra Manjarrez, pese al mandato contenido en la legislación mexicana y a la demanda de universidades públicas, no ha existido ni existe una política de financiamiento de la educación superior, la ciencia y la tecnología, que brinde suficiencia financiera y, por tanto, certidumbre, a las instituciones públicas de educación superior para realiza una verdadera planeación de largo plazo que asegure el cumplimiento de su misión.

Es más, dijo que la inercia y el estancamiento del financiamiento público a la educación superior han redundado en un franco abandono de los compromisos políticos y legislativos del Estado mexi-cano, evidenciando una profunda crisis del modelo de gestión y financiamiento de la educación superior, la ciencia y la tecnología.

Por su parte, Axel Didricksson, quien coincidió en los asuntos medulares de la ponencia de Labra Manjarrez, puso énfasis en la necesidad de atender la demanda social de la educación, y perfiló la crisis que enfrentará ese nivel educativo en los próximos años si no se modifican las políticas públicas: "ahora hay dos millones de alumnos en la educación superior, pública y privada, pero para el año 2010 la demanda será de 3 o 3.5 millones de jóvenes, cuando las instituciones no tendrán ya capacidad para absorberla".

Por ello, insistió en la necesidad de crear un nuevo modelo de universidad que ofrezca nuevos perfiles de egreso de sus estudiantes, y delineó cinco puntos que, a su juicio, resultan urgentes para prevenir el colapso del sistema: las universidades deben crecer para atender no sólo la demanda educativa de los jóvenes, sino también de profesionistas y trabajadores; se requiere una redefinición de la oferta de los perfiles de egreso, es decir, una nueva oferta de carreras y de estudios de posgrado.

 
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