Usted está aquí: sábado 22 de octubre de 2005 Estados Recorrido por 323 kilómetros devastados

Recorrido por 323 kilómetros devastados

Cancún, QR, 21 de octubre. De Mérida a Cancún hay una distancia de 323 kilómetros; normalmente en coche se recorren en unas tres y media horas. Esta madrugada el taxista realizó el trayecto en siete horas. Durante todo el recorrido llovió, se vieron árboles derribados y grandes ramas que estorbaban el paso sobre la carretera.

Javier, el taxista, aceptó hacer el traslado a las dos de la madrugada: "¿Cuánto cobra por llevarme a Cancún?" -se le inquirió. "Por lo menos 3 mil pesos", respondió.

-No, es muy caro. ¿Cuántas horas se hacen?

-Entre tres y tres horas y media, pero ahorita como hay lluvia haremos como cuatro.

-Hágale una rebaja.

-Está bien, 2 mil pesos y no se hable más.

Javier emprendió la marcha con el reportero. Desde la salida de Mérida soplaba un poco de aire, y kilómetros más adelante llovía. En algunos tramos de la carretera la lluvia era intensa. Kilómetros después ya no había precipitación. Javier comentó: "Es una nube. Ojalá no nos toque el aguacero".

La velocidad que permitía el aguacero era de 60 kilómetros por hora, pero a veces, por los obstáculos en el camino, había que ir a 40.

En todo el trayecto la carretera estuvo vacía. En el camino, Javier platicó que antes viajaba muy seguido de Mérida a Cancún. Casi cada 15 días, pero ahora hay pocas salidas. "Acepto llevarlo porque necesito el dinero", reconoció.

Pasaban las horas y la distancia se hacía interminable. A las cinco de la mañana todavía faltaba más de la mitad del camino. Javier comentó: "Voy despacio por la lluvia y porque está oscuro; casi no se ve y más vale tomar precauciones".

En dos ocasiones se detuvo a comprar en las tiendas ubicadas sobre la carretera, primero una botella de agua, y un par de horas después unas galletas, "para matar el hambre", dijo.

En una de las tiendas, al preguntarle al cajero si sabía si había paso para Cancún, respondió: "Hace rato pasó un señor quien dijo que venía de vuelta para Mérida, porque más adelante ya no dejan pasar. El señor dijo -refirió el cajero- que dejó estacionado su tráiler porque estaba inundada la vialidad, y mejor regresó en un Volkswagen".

Javier, ya en el taxi, concluyó: "Eso es mentira: ¿cómo voy a dejar un tráiler que es más alto y regresarme en un Volkswagen. Durante el trayecto, en varias ocasiones preguntó: "¿No sería mejor regresar a Mérida?"

Faltando 50 kilómetros para llegar a Cancún la lluvia se hizo intermitente y el recorrido fue más lento. Los árboles derribados y grandes ramas obstruían la carretera, dificultaban el trayecto, y cada vez se veían más en el camino.

Un letrero informaba que ya estábamos en Cancún. Al avanzar, parecía una ciudad abandonada. Ni un alma, ni un comercio abierto, ni un vehículo, nada. Las gasolineras, cerradas; los taxis, vacíos y estacionados, se podría decir que abandonados. Y el agua, anegaba las vialidades.

Javier inclusive comentó: "creo que ya se salió el mar". El agua corría por la gran vialidad y representaba un verdadero obstáculo para transitar. La lluvia arreció y nadie podía indicarle a Javier cómo llegar al hotel Radisson. Las calles estaban inundadas; en las principales vialidades había encharcamientos de hasta más de metro y medio de profundidad. Y los fuertes vientos derribaban ramas, y como torbellinos levantaban pedazos de madera, botellas y papeles. Las calles ya estaban muy sucias, llenas de basura y de hojas de los árboles. Ningún vehículo; Cancún parecía una ciudad abandonada. Algunas patrullas bloqueaban el paso a ciertas áreas, como la hotelera y algunas calles céntricas.

Luego de mucho batallar, Javier llegó a la presidencia municipal y ahí preguntó cómo llegar al hotel Radisson.

-¿De dónde viene?

-De Mérida, traigo un pasajero.

-¿Cómo se atrevió a traer a una persona?, ¿no sabe que estamos en medio de un huracán? ¡Ya no podrá salir de Cancún, busque un albergue y refúgiese!

Después de llegar al hotel, la lluvia se hizo más intensa y el viento arreció. Por la tarde noche las ventanas del hotel, debido a la fuerza del viento, eran arrancadas de tajo de las paredes. En otros pisos hacía estallar los cristales de las ventanas. Desde la víspera no se cuenta con servicio eléctrico, y los albergues están saturados.

Víctor Ballinas, enviado

 
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