El meteorólogo estadunidense Ross Hoffman encabeza las investigaciones
Experimentan por computadora técnicas para desviar huracanes
Calentar el aire húmedo mediante radiación de microondas, "picar" las nubes para que descarguen agua y cubrir el área del mar por donde pasaría el ciclón con aceite, tres propuestas
Ampliar la imagen Un hombre conduce bajo las oscuras nubes del cielo de Playa del Carmen, en la Pen�ula de Yucat� donde se preparan para recibir el hurac�Wilma FOTO Ap Foto: Ap
Hamburgo, Alemania, 19 de octubre. Mientras el huracán Wilma avanza por el Atlántico, los habitantes de la costa miran con preocupación la tormenta tropical número 21 de la temporada. Desde 1933, es decir, en más de 70 años no se habían registrado tantas tormentas tropicales en el Atlántico, y el ser humano sigue impotente ante esta manifestación de la violencia de la naturaleza.
Los meteorólogos comprenden cada vez mejor las condiciones atmosféricas y por ello crece la esperanza de poder influir en huracanes como el Katrina o el Stan.
Ese tipo de visiones audaces parecen posibles porque el clima es un sistema caótico. En términos comparativos, una pequeña modificación en el punto adecuado puede tener consecuencias drásticas. El truco está en encontrar el lugar decisivo.
El meteorólogo estadunidense Ross Hoffman, quien estudia el tema, ya ha hecho los cálculos. En una simulación por computadora consiguió desviar unos cien kilómetros al oeste el tifón Iniki, que en 1992 barrió el archipiélago de Hawai. A diferencia de lo que pasó realmente, Iniki no causó daños, según la simulación, en la isla de Kawai.
Junto con colegas de su empresa, Investigación Atmósferica y Ambiental, en Lexington (Massachusetts), Hoffman recreó el verdadero ciclón en la computadora y determinó que iba a afectar a otra zona. Después, los científicos hicieron que la computadora calculase el punto en el que, con la menor intervención en la variable de claves, se podría alcanzar el objetivo deseado.
La mayor variación era necesaria, según los cálculos, al oeste del ojo de la tormenta, donde la temperatura tenía que ser incrementada en dos grados centígrados, según explica Hoffman a la revista Spektrum der Wissenschaft.
Los científicos consiguieron, asimismo, que perdiera fuerza el huracán Andrew, también de 1992, e hicieron que bajara de categoría 3 a 1.
Este tipo de intervenciones en la tormenta tropical son todavía sueños de futuro. "Estamos todavía lejos de influir en ese tipo de fenómenos", subraya el presidente del Servicio Meteorológico alemán, Udo Gaertner.
"No hemos llegado tan lejos, pero estoy seguro de que se llegará", dijo el catedrático Hartmut Grassl, ex meteorólogo jefe de Naciones Unidas y director emérito del Instituto Max Planck para Meteorología en Hamburgo.
Planta energética solar
Hoffman estima que una planta energética solar situada en el espacio podría posiblemente suministrar algún día la energía necesaria. Los satélites solares podrían calentar el aire húmedo con ayuda de una radiación de microondas de la frecuencia correcta. Sin embargo, ese tipo de radiaciones emitidas desde una órbita no penetran lo suficiente en un huracán.
Eventualmente las nubes de tormenta pueden ser "pinchadas" para hacer que descarguen el agua. Otro método sería cubrir el mar por donde va a pasar el ciclón con un aceite (biodegradable). Esa capa de aceite reduciría la evaporación y, con ello, restaría a la tormenta su fuente primaria para fortalecerse.
"Probablemente, los huracanes podrían ser neutralizados, si los aviones pudiesen rociar el mar con sustancias no dañinas y que rápidamente se descompusiesen", señala un equipo de investigadores estadunidenses en los memoranda de la Academia Estadunidense de las Ciencias.
Aparte de reducir la evaporación, el grupo que encabeza Grigory Isaakovich Barenblatt, integrante de la universidad californiana de Berkeley, han comprobado en sus cálculos otro efecto: la película de aceite disminuye la espesa espuma de las olas, lo que reduce la turbulenta resistencia al viento y frena la velocidad del mismo.
El investigador de la atmósfera Moshe Alamaro, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, propone crear una especie de "contra-tormenta". Para ello hay que equipar a barcos con entre 10 y 20 turbinas a reacción, similares a las de los aviones a chorro, para introducirlos por la ruta del ciclón.
Esceptisismo
Las pequeñas tormentas que estos barcos generarían podría hacer disminuir algo la temperatura de la superficie del mar y así atrapar la energía del huracán que se acerca. Expertos como el investigador en huracanes Kerry Emanuel, autoridad en la materia, ve con escepticismo las perspectivas de éxito de esos planes.
Aparte de las dificultades técnicas, Emanuel advierte al diario The Washington Post del componente explosivo a nivel político de este tipo de intervenciones en los fenómenos meteorológicos: ¿Qué pasa cuando un país consigue proteger exitosamente su territorio de un huracán y después (ya sea voluntariamente o no) se va a otro país?, se pregunta.
Grass cree que dentro de 10 años se producirá un amplio debate político sobre las diferentes formas de "manipulación de las condiciones atmosféricas.
"Entonces se decidirá si se deja el tema en una mejor predicción meteorológica o si realmente supone un gran avance el intervenir", asegura.