Usted está aquí: miércoles 12 de octubre de 2005 Economía Prisioneros en Chapultepec

Alejandro Nadal

Prisioneros en Chapultepec

Las juntas de notables han desempeñado un triste papel en nuestra historia. ¡Cuántas asonadas y cuartelazos no se dieron al cobijo de un "acuerdo nacional" prohijado por un grupo de notables hacendados, potentados y banqueros! Sin embargo, casi siempre resultaron más prisioneras de su propia pequeñez intelectual que dueñas de los destinos del país. Por eso los fusilamientos y el exilio siguieron con frecuencia los desplantes de las juntas cupulares.

Hace una semana la elite económica del país proclamó un "acuerdo nacional" en el castillo de Chapultepec. Muchos han comentado la arrogancia o la imprudencia política del grupo. Pero ha faltado un análisis de las limitaciones del documento. Lo que sorprende cuando se estudia el acuerdo, es ver cómo este cónclave que reúne tanto poder económico es un simple alfeñique cuando entra en el mundo de las ideas y el análisis.

Desde 1970 la economía mundial sufre una caída en tasas de crecimiento y una expansión financiera característica de los ciclos largos de acumulación de capital. La virulencia de las crisis financieras está directamente relacionada con esa expansión de la esfera financiera de la economía mundial. Nuestro país ha estado en el centro de ese proceso con dos megacrisis (1982 y 1994). Todavía no nos hemos recuperado de esas explosiones, pero los autores del acuerdo sólo pueden repetir frases triviales sobre el "mundo globalizado".

Peor aún, el acuerdo dice que atravesamos "tiempos excepcionales en los cuales las más importantes variables externas son muy favorables". ¿Cuáles son esas condiciones favorables? Los ingresos por petróleo gracias al precio y volumen exportado, las remesas de los migrantes y las bajas tasas de interés sobre la deuda. El documento se equivoca en los tres casos.

Para comenzar, México ya destruyó su capital petrolero. Al actual ritmo de extracción de crudo (3.8 millones de barriles diarios en 2004) las reservas probadas se agotarán en doce años. Con mucho menos reservas que Venezuela, estamos extrayendo más crudo. Cerca de 60 por ciento de la producción de crudo en México proviene del complejo de Cantarell que entró en declinación el año pasado. Es decir, estamos en pleno suicidio petrolero cuando deberíamos estar invirtiendo para asegurar la transición energética a un mundo post hidrocarburos.

El alto precio del petróleo genera fuertes tensiones en la economía internacional. Más aún, tiene efectos negativos sobre Estados Unidos, país al que destinamos más de 85 por ciento de nuestras exportaciones. Los elevados precios del crudo contribuyen a crear fuertes presiones inflacionarias en ese país, provocarán una alza en las tasas de interés y frenarán el crecimiento, afectando las exportaciones mexicanas. ¿Qué tiene eso de circunstancias favorables?

El acuerdo también dice que las remesas son otra circunstancia favorable. Todos los analistas concuerdan que éste es un signo de enfermedad de una economía que solamente expulsando fuerza de trabajo ha podido compensar la falta de empleo. ¿Circunstancia favorable o síntoma peligroso?

Y en cuanto a las tasas de interés bajas, ya antes hemos vivido periodos similares (en el sexenio de Salinas) y eso no sirvió para evitar la crisis. Además, a pesar de las tasas bajas que hoy imperan en los mercados financieros internacionales, el peso del servicio de la deuda no ha experimentado un descenso significativo. Algo está pasando en la forma en que se llevó a cabo la reducción de la deuda pública externa y en los mercados secundarios que impide que la "circunstancia favorable" rinda frutos.

El acuerdo afirma que se tiene una sólida estabilidad macroeconómica. Falso. Las finanzas públicas están en una situación de quiebra por los requerimientos financieros del sector público. La estabilidad en precios se logra con una política monetaria restrictiva, altas tasas de interés real y un tipo de cambio que sigue siendo usado como ancla para frenar la inflación. Todo eso disfraza tensiones y frena el crecimiento económico.

El acuerdo está a gusto con estas contradicciones y recomienda mantener finanzas públicas sanas. El gobierno proyecta un superávit en el balance público de 0.3 por ciento del PIB para 2006 con una caída en el gasto programable de 4 por ciento en términos reales. Es decir, por el lado del gasto habrá menos inversiones en educación, salud, vivienda e infraestructura. Para suplir esto el acuerdo invita a combinar la inversión pública y privada. El corolario: hay que abrir todo a la inversión privada, concretar las "reformas estructurales" y mantener una carga fiscal "competitiva", o sea, reducir impuestos. Eso ya se acordó en el gobierno y se proyecta reducir más el ISR (hasta 27 por ciento en 2008). Así cerramos el círculo regresando a la idea (desmentida por los datos) de que si bajamos los impuestos aumentará la inversión.

Los magnates de la elite sólo demostraron una cosa en Chapultepec: están prisioneros tras las rejas de su visión empobrecida y su nula capacidad de análisis. Lo único útil del acuerdo es que aclara un punto importante: la elite no sabe a dónde ir. Tiene mucho dinero, pero no tiene ideas.

 
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