Número
111 | Jueves
6 de octubre de 2005 |
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Las
múltiples virginidades |
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Mi
primer beso “Era una de las niñas más bonitas de la primaria, de esas que a los once ya se cargan un cuerpo que para qué te cuento. Fuimos de excursión a un museo y de regreso, en el autobús, me senté con ella. Me acuerdo que las manos me sudaban y quería matar a mis amigos que me gritaban desde los asientos del fondo. Ella me miraba con impaciencia, tanta, que al final ella fue quien me besó, con lengua y todo. Sentí tibio y nada más, pero me alivió tanto romper la barrera, que la abracé y le seguimos la media hora que duró el viaje”. |
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Mi
primer embarazo “Cuando me enteré me dio mucho miedo. ‘Apenas estoy menstruando y...’, pero ya ni modo. Un mes después me comenzó a dar emoción, pero bien, bien, la crisis más fuerte fue a los cinco meses cuando sentí que algo se movía en la barriga que me cargaba. Me acuerdo que decía ‘qué chingados voy a hacer’; ni siquiera la había dicho a mis padres. Tenía 17 años y nunca usé condón. Según yo conocía mi cuerpo y sabía cuáles eran mis días fértiles”. |
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Mi
primera relación sexual con alguien de mi mismos sexo “Yo ya sabía qué onda con mi vida, pero no me daban ganas de hacerlo, me daba miedo. Fue en casa de una amiga. Nos encerramos en su cuarto y empezamos con un faje. Me hizo sexo oral y luego fue mi turno. Como ya estábamos encarreradas se nos olvidó el miedo a ser descubiertas. Fue bastante rápido, pero bien chingón”. |
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Mi
primer beso con alguien de mi mismo sexo La posibilidad de besar a otro hombre me producía una sensación doble, por un lado sentía asco tan sólo de pensarlo, pero por otro, cuando pensaba en un amigo que me gusta mucho, me emocionaba y hasta excitaba. Cuando por fin sucedió, me atravesaban oleadas de calor y frío, creía que era el hombre de mi vida, del asco ni me acordé. Fue importante porque se me acabaron las dudas. Aunque ya sabía que le bateaba medio chueco, ahí supe que no había de otra, era y soy gay. |
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Mi
primera chaqueta “En las pláticas de la iglesia nos decían que masturbarse era frotarse hasta derramar semen y que era un pecado. Tenía doce años y, ya sabes, se me paraba a cada rato y me daba una sensación rara. Bueno, de deseo, ahora lo sé. Como me daba mucho miedo pecar, me frotaba sólo un poco; si no eyaculaba no había pecado, ¿no? Pero un día seguí frotando, pensando que podría detenerme a tiempo. Por supuesto, no lo logré, y supe que ni pecado ni nada, fue un escalofrío tremendo y una sacudida en la cabeza: la sensación más a toda madre que pudiera imaginar. De ahí pa’l real con la chaqueta”. |
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Mi
primera relación sexual con alguien del sexo opuesto “La fui a dejar a su casa después de una fiesta. No había nadie y me invitó a entrar. Yo ya me imaginaba que iba a pasar, pero sí me puse bien nervioso. Además, apenas había encontrado por dónde –fue difícil atinarle- cuando mis compas empezaron a tocar el claxon para que me apurara. Fue todo muy rápido. No es que no me haya gustado, pero esperaba algo más intenso. Pero sirvió muy bien para presumir con la banda”. |
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Mi
primera relación sexual placentera “Ahí depende de cada quien, una amiga dice que por su manera de besar sabes si el chavo es bueno en la cama o no. Yo no doy para tanta perspicacia. Necesito tiempo y conocer más a fondo a mi chavo para agarrar confianza y hacer lo que sé que me gusta y me va a hacer disfrutar. Para saber eso necesité borrarme la culpa. De por sí tenía veintitrés cuando lo hice la primera vez; creo que como dos años después comencé a disfrutarlo así, como se debe”. |
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Mi
primer orgasmo
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Mi
primer condón “En primero de secundaria un amigo llevó un condón, de esos que dan en el Seguro, lo sacamos de la envoltura y se sentía grasoso. Alguien dijo que ya estaba usado, pero otro chavo le dio un zape y le dijo que era el lubricante. Luego de mirarlo como embobados lo llenamos de agua y lo aventamos desde el segundo piso de la escuela. Ya más grandecito, cuando pensé que se iba a armar la primera vez con mi vieja, fui a la farmacia a comprar un paquete. Me quedé mirando el anaquel como quince minutos antes de decidirme. Respiré hondo y traté de engrosar la voz, como para que no se me notara que estaba chavo, pero se me salió un pinche gallo a la hora de pronunciar la palabra ‘condón’. Me puse rojo como jitomate pero ni modo, ya estaba ahí. A la señora como que le dio risa, pero no me dijo nada, ni cuando le di las monedas empapadas por el sudor de mis manos. A la mera hora mi novia ya no quiso, pero a la siguiente cuando sí la convencí, ya estaba armado”. |