Llevan la puesta de Jesús González Dávila al Reclusorio Preventivo Norte
De Santa Martha al escenario; 27 representan la obra De la calle
Además de evadir su realidad, las mujeres aseguran que quieren generar una reflexión
Entre piropos y gritos del público, las internas actuaron bajo la dirección de Guillermo Serret
Ampliar la imagen Una escena de la obra De la calle, representada por reclusas de Santa Martha Acatitla en el Reclusorio Norte FOTO Jos�arlo Gonz�z Foto: Jos�arlo Gonz�z
Unas 27 presas salieron durante horas de la cárcel de Santa Martha Acatitla y de su realidad para presentarse como actrices en la obra De la Calle ante un auditorio repleto, donde las esperaban los gritos y aplausos de más de 500 hombres del Reclusorio Preventivo Varonil Norte, quienes, como ellas, están recluidos.
Emocionadas y nerviosas con la ilusión de mirar las calles a través de las ventanas del vehículo que proporciona la institución carcelaria, las integrantes del grupo de teatro Ying Yang, que dirige Guillermo Serret Bravo, emprendieron el 23 de septiembre pasado el recorrido del oriente al norte de la ciudad, para realizar una de las diez presentaciones que tuvieron durante su "gira", la cual concluirá el próximo viernes 30 de septiembre.
Las rejas quedaron atrás, al entrar al autobús, el cual algunas hubieran querido que fuera pesero "para ver bien las calles de la ciudad". Más tarde llegaron al Reclusorio Norte, dieron una primera función ante mujeres, y tras un refrigerio se prepararon para la que exigía mayor esfuerzo, porque todos los asistentes eran hombres, un sitio donde viven 9 mil 200 presos.
Los detenidos, vestidos de beige, las esperaban ansiosos, se asomaban tras los cristales, y cuando las mujeres cruzaron el patio, escoltadas por los custodios, los chiflidos y piropos se desataron.
Algunas sonrieron, otras apresuraron el paso, y hubo quien buscó entre los rostros a algún conocido. Si encontraron al esposo o compañero de causa, se detuvieron un poco a saludarlo o abrazarlo, para después encaminarse a la parte trasera del auditorio. Se quitaron las ropas color beige o azul que visten a diario para enfundarse el vestuario de diversos colores: minifaldas, trajes largos de telas brillantes, joyas, zapatillas, mezclilla y hasta uniformes de futbol.
Comienza la función
Organizadas, cada una tomó su puesto. Una de ellas con ojos claros y cabello largo se colocó tras el equipo de sonido; cuatro organizaron el vestuario y todas se retocaron ante el espejo. Marcaron el tiempo para salir. La voz ronca de Guillermo Serret anunció la primera llamada cuando ellas se colocaron en círculo, se tomaron de las manos y rezaron pidiendo "danos fuerza", para culminar con el grito "¡arriba Turquesa!".
Turquesa es el término que usan los custodios para referirse al Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla, donde están concentradas casi todas las presas de la ciudad de México: unas mil 500. Su directora, Luz Margarita Malo González, y Magali Morales, jefa de unidad departamental del Area de eventos culturales y deportivos, quienes han apoyado estas actividades, estaban en primera fila.
Bastaron unos minutos para que las prisioneras dieran vida a sus personajes: un niño de la calle que es violado a los 14 años, varios adolescentes que se drogan, el globero, un teporocho, los judiciales, los detenidos, tres mujeres vestidas de negro que representan "la muerte" y tres meretrices coquetas que brindaban entre ellas, mientras aceleraban el ritmo cardiaco de los asistentes.
Se escuchaban gritos, aplausos y piropos cuando la voz fuerte de Emilia obligó a cientos de hombres a que se metieran en la trama. Con el cabello despeinado y un maquillaje de labios negros y ojeras hizo que los asistentes empezaran a reír. Mientras ella chemeaba un detenido comentaba riéndose "le sale bien".
Y así, estas mujeres, quienes purgan condenas por homicidio, secuestro, daños a la salud o robo, entre otras causas, lograron introducirnos en el bajo mundo de la calle.
El chemo, la droga, las cuchilladas, el abandono, el sufrimiento y la pobreza surgieron en el escenario. El público, que en momentos clamaba por ver el cuerpo de las mujeres, se metía nuevamente a la trama para contemplar la escena donde varios adolescentes jugaban con el cadáver de un bebé.
"¡Ya abortaron!", comentó uno de los asistentes, mientras otro respondió "no importa, ellas tienen la fábrica", y ellas, sin tambalear, continuaban con el diálogo y ese trabajo que les llevó dos meses de ensayos para escenificar la historia, la cual se da fundamentalmente en las calles de nuestra ciudad y que escribíó Jesús González Dávila.
Cuando se les preguntó a las internas por qué participan en la obra de teatro, Tere señaló: "porque nos saca un poquito del problema en el cual estamos; porque duele ver a los niños de la calle y que no hagamos nada por rescatarlos o ayudarlos; nosotras estamos dentro y no podemos hacer nada"; mientras, Rosa agregó: "para que les sirva a mis hijos de reflexión y no se droguen y porque ya estoy harta del encierro".
Luego del relajo, la reflexión
Pero la historia permitió también reflexionar al público: "yo sí entiendo lo que ellas dicen, porque fui alcohólico; por eso asalté una vinatería a mano armada con mi hijo, pero afortunadamente él se salvó", dijo en confianza uno de los asistentes.
Mientras otro, que es esposo de una de las actrices agregó: "mira, unos vienen sólo por ver a las mujeres y echar relajo, pero la verdad es que esta historia nos hace pensar en por qué estamos aquí".
Fernando Torres Mena, también preso, se acercó para quejarse de un encierro injusto. Dijo que él tomaba fotos para una revista; cuando protestó porque golpeaban a unas mujeres lo encarcelaron, y después lo acusaron de que cargaba cocaína.
En escena se oye la historia de Rufino: "El día que naciste te recogieron de la barranca; estabas envuelto en periódico, sucio, rodeado de moscas" ya después los asistentes se dirigirían a Yolanda con un "¡adiós Rufino!".
Así pasaron 50 minutos en donde de pronto eran tantos los gritos que parecía que los hombres subirían al escenario, pero las actrices se impusieron y lograron culminar la actuación y recibir un fuerte aplauso.
Guillermo Serret, quien desde hace 15 años dirige obras de teatro entre las internas, dijo que esta actividad las motiva muchísimo: "ahora sí que dejan de ser la presa número nueve para ser Desdémona, Rufino o cualquier otro personaje". Dejan los juzgados, la depresión y la droga, porque "el teatro y la droga no se llevan".
Comentó que han montado obras, como Otelo, de Shakespeare; Drácula, y Canta Zarzuela, de Alejandro Licona, quien además escribió el caso de una interna, que se titula Fragmentos de un diario hallado en prisión, y es la historia de una mujer que mata a su madre. Esta adaptación ya se presentó y "la verdad fue muy impactante", apunta, al tiempo que hace un llamado a los dramaturgos de México que quieran colaborar y que estén interesados en que monte sus obras, para que se pongan en contacto.
Eran alrededor de las 17 horas cuando las mujeres emprendieron su regreso a Santa Martha, ahora con la tarea de empezar los ensayos de la próxima puesta en escena: Profanación.