Usted está aquí: viernes 30 de septiembre de 2005 Opinión De cuando la república traicionó a los indígenas

Jaime Martínez Veloz/ III y última

De cuando la república traicionó a los indígenas

En la campaña presidencial de 2000, los acuerdos de San Andrés se convirtieron en uno de los temas principales. El entonces candidato Vicente Fox se comprometió a cumplirlos, pero ya como Presi-dente de la República, en un acto mediático y sin trabajo de operación política ni construcción de acuerdos con las diferentes fuerzas políticas, turnó la iniciativa de ley en materia de derechos y cultura indígena, elaborada por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), al Senado, acompañándola de intensa campaña publicitaria.

De nueva cuenta, como diputado federal del PRI, el grupo parlamentario me designó representante ante la Cocopa. De la primera comisión no había ni vestigios. Demetrio Sodi, representante del PRD en esa instancia, era una cosa espantosa: sus intervenciones "lúcidas" giraban en torno a defender a Diego Fernández de Cevallos y alabar la "bondad presidencial". Heberto, ¡cuánta falta nos hiciste!

Como pudimos, Rutilio Escandón, Emilio Ulloa, del PRD, José Narro, del PT, y yo realizamos las acciones a nuestro alcance para enfrentar lo que vislumbrábamos una acción mediática y traicionera de las fuerzas de la derecha enquistadas en los tres partidos más grandes.

El secretario de Gobernación, Santiago Creel, ya apuntaba desde entonces a ser lo que es: puro bla, bla. Nunca reunió a los coordinadores de los grupos parlamentarios, mucho menos a la Cocopa, para diseñar una ruta de trabajo con el propósito de desahogar tan importante tema. Sólo conferencias de prensa con la voz impostada y haciendo alardes de muchacho chicho, deslindándose siempre del resultado legislativo. En su "brillante estrategia de dar atole con el dedo", el "bueno de la película" sería el gobierno federal y los "malos" los muchachos del Congreso, para lo cual Diego Fernández se prestó con mucho gusto y se llevó al baile incluso a los senadores del PRD.

Casi en paralelo a la presentación de la iniciativa de ley indígena del Ejecutivo federal, el EZLN realizó una exitosa caravana del sur al centro del país. Las movilizaciones en torno al zapatismo y a la causa indígena fueron enormes y vibrantes. Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Tlaxcala, Michoacán, Querétaro, Guerrero, Puebla, Tabasco vieron pasar la caravana zapatista entre grandes muestras de apoyo y solidaridad. La movilización social generó grandes expectativas en torno al gran pendiente indígena. Por la calidad y cantidad de apoyos hacia los zapatistas, parecería que el Congreso sabría leer lo que de él esperaban los pueblos indígenas del país.

A su llegada al Distrito Federal, se concretó una reunión entre la Cocopa y el EZLN en la Escuela de Antropología de la UNAM. Los nuevos miembros de la comisión legislativa, acostumbrados a recibir línea de sus líderes parlamentarios, aceptaron llevar una propuesta cuentachiles para el establecimiento de un formato de diálogo entre el Congreso y el EZLN; casi se proponía a los zapatistas "verse en lo oscurito" y no de frente a la nación.

La respuesta del EZLN fue enérgica y demandó hacer uso de la tribuna del Congreso para aportar sus argumentos en relación con la propuesta de ley en materia de derechos y cultura indígenas. Ante dicha petición la derecha mexicana se mostró horrorizada y se preguntaba en voz alta, "¿cómo es posible que indios desarrapados quieran hablar en la más alta tribuna de la nación?"

El debate en el Congreso fue intenso: las derechas del PAN y del PRI mandaron a sus "expertos juristas" para impedir la pretensión indígena. Pero lo que estaba en discusión no era una acción cuya interpretación fuera jurídica; lo esencial y el fondo del debate era si el actual sistema político incluía o no a todos los mexicanos. Esta cuestión, que taladra a los más conspicuos personajes de la política mexicana, intentó ser detenida infructuosamente por la derecha parlamentaria. Por 10 votos ganamos en la Cámara de Diputados para que los indígenas hicieran uso de la tribuna.

La maniobra del Ejecutivo federal estaba clara: él enviaba la iniciativa de ley indígena, pero los legisladores de su partido se oponían a cualquier acción en favor de ella, y aunque perdieron esta votación en la Cámara de Diputados, en la de Senadores se fraguó el dictamen sobre la ley indígena, el cual tiró al cesto de la basura todo el esfuerzo y trabajo de años de funcionarios del propio gobierno, del Congreso, del EZLN y de grandes núcleos de la sociedad civil.

La ley aprobada no tiene nada que ver con el proceso de negociación ni con el contenido de lo esencial de los acuerdos de San Andrés. No fue aceptada ni por los zapatistas ni por ningún pueblo indígena. Como aportación para la paz no sólo es una traición, sino un fracaso.

En febrero de 2002 un grupo de 160 legisladores de todos los partidos políticos, acompañados de núcleos indígenas de diferentes partes del país y miembros de la sociedad civil, volvimos a presentar la iniciativa de ley Cocopa ante la Cámara de Diputados, la cual hasta hoy sigue vigente, esperando que algún día las instituciones honren su palabra y recuperen la actitud republicana que nunca debieron perder. Eso será posible cuando la mayoría de los mexicanos decidamos tomar el rumbo del país en nuestras manos; ojalá no sea muy tarde.

PD. No sé por qué me dio la nostalgia, pero me volví a acordar de Heberto, a quien saludo donde quiera que se encuentre.

 
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