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12 de septiembre de 2005 |
GARROTES Y ZANAHORIAS
KATRINA Y LAS ESTRATEGIAS DE DESARROLLO La tragedia dejada por el paso del huracán Katrina por Nueva Orleans y otras poblaciones de la costa sur de Estados Unidos puso de manifiesto la gran vulnerabilidad territorial que se asocia al desmedido mercantilismo del modelo de desarrollo económico y social que predomina en el mundo. Que una desgracia de esas magnitudes haya ocurrido precisamente en la nación más poderosa del planeta, constituye una fuerte llamada de atención acerca de la incompatibilidad creciente entre un modo de vida individualista y dominado por la búsqueda de lucro económico y la lógica implacable de la naturaleza. Quizá más que ninguna otra de las catástrofes ocurridas en el mundo en los años recientes (el tsunami de Asia Pacífico hace apenas nueve meses, o el huracán Mitch en Centroamérica en 1998, por citar dos casos bien conocidos), la magnitud y el tipo de los daños producidos por Katrina hicieron patente que la prevención y la mitigación de los desastres naturales son tareas relegadas, si no es que incluso excluidas expresamente, en los procesos y las estrategias de desarrollo. Los factores económicos, demográficos y sociales que producen la vulnerabilidad territorial de la mayoría de los asentamientos humanos en el mundo están claramente identificados desde hace muchos años por los especialistas. Lo que ahora cabe es reflexionar con seriedad acerca de la ruta a seguir en cada país y en el ámbito de la comunidad internacional para reconciliar con la naturaleza el modo de vida de las sociedades modernas. Cierto, ante las devastaciones producidas por Katrina se impone la necesidad colectiva de reparar y reconstruir. En la escala de las personas y los familiares, la prioridad es enfrentar las necesidades más sencillas de supervivencia para luego rehacer sus vidas. Pero, a la vista de lo ocurrido después de otras catástrofes comparables, cabe preguntarse si esta vez la tragedia también puede ser la oportunidad para empezar a reorientar las estrategias de desarrollo y lograr, en el país que genera los principios cohesionadores básicos de la economía mundial, que la reconstrucción se oriente por una visión del desarrollo sostenible. La opción no puede ser reconstruir para volver a lo mismo. La gran ola de solidaridad internacional que la tragedia de Nueva Orleans ha suscitado es una plataforma que puede aprovecharse para identificar las áreas críticas en las que la creciente internacionalización de nuestro tiempo puede contribuir a reducir la fragilidad y la vulnerabilidad territoriales de los asentamientos humanos mediante procesos concertados entre las sociedades y los estados. La relación de la sociedad con la naturaleza conlleva una paradoja: lo que es un recurso vital de pronto puede tornarse una amenaza. El río apacible que provee agua a una población, en la crecida se vuelve un agente de destrucción. Esta contradicción se exacerba con la explotación irracional de los recursos, que casi sin excepción deriva de propósitos mercantiles. Por eso es que la fragilidad del territorio y la vulnerabilidad humana que produce, tienen que ver directamente con el modo de vida de la sociedad y sus formas de organización política. ¿Seremos capaces de enmendarnos? § |