Usted está aquí: lunes 5 de septiembre de 2005 Espectáculos Judas Priest metalizó con su música el Palacio de los Deportes

Ofreció el sábado su primera presentación en el DF

Judas Priest metalizó con su música el Palacio de los Deportes

ARTURO CRUZ BARCENAS

El sonido del metal se incrustó en los tímpanos, los hizo vibrar al punto de una resonancia permanente, lastimándolos y acariciándolos, el pasado sábado, durante la primera presentación en México del grupo inglés de rock pesado Judas Priest, portentoso conjunto que une las estridencias armónicas metaleras con los coros llevados a la solemnidad catedralicia.

El Palacio de los Deportes recibió a casi 16 mil seguidores de "Yudas", "¡Yu!, ¡Yu!, ¡Yu!", "¡Yuuuuudas!", como le llamaron los fans ataviados con prendas oscuras, pulseras con estoperoles, tatuajes gruesos, quienes movieron la cabeza al modo de un martinete, de un martillo metiendo clavos, durante las más de dos horas de uno de los sonidos más prendidos y nobles.

"¡Viva México!", gritó con agradecimiento el fundador y vocalista de Judas Priest, Rob Halford, regordete pero denso, con experiencia. Creó Yudas en 1971, así que lleva 34 años en el ajo. Lo demostró saliendo de la pupila de un gran ojo dibujado en un telón, en el fondo del escenario. Un ojo que todo lo mira, todo lo observa.

De ese órgano de la vista, con las arterias al rojo vivo, brotó una luz que regó con sus haces al público, envuelto en la atmósfera del rock, llevado a uno de sus clímax escénicos.

La luz cundió. De ese ojo salió Halford. La música del tenedor del diablo, cuyo logotipo se dibuja en la "t" final de la palabra Priest, abrió con Electric eye, potente, cañona.

En el primer piso, varios mozalbetes, impulsados por ese sonido machacón, se dejaron caer sobre la valla de alambre, cual changos de Chapultepec. Enfrente, Halford envuelto en un abrigo con destellos metálicos, botas de suela gruesa, pelón, daba pasos semi robóticos, pero cadenciosos.

Sus compañeros: Glen Tipton, K.K. Downing, Ian Hill y Scott Travis, por momentos se coordinaban en los movimientos de guitarra. Los muchachos y los otros, los metaleros de siempre y por siempre jóvenes, levantaban las manos haciendo la señal universal del rock, su música.

Soy de metal

Metal gods y Riding the wing... Halford sabe que ya tiene al público en un puño. Sube las escaleras que conforman el escenario. Se para en las esquinas frente al público. Su voz alcanza alturas de ultratumba. Los ecos reverberan. Touch of evil, Judas rising, hasta la pesadísima Revolution.

Breakin the law y I'm a rocker, en una afirmación ontológica musical. Soy mi música. Soy de metal. Nada de cristal, nada de soy rebelde de celofán. ¿Quieren rock? Dead with the devil. El telón del ojo que todo lo ve, hasta las descargas eléctricas neuronales, es retirado para ser suplido por el tenedor del diablo. Una "t" con cuernos, una cruz con ojos, con cuernos. Está pesado, pero todo es un alarde lúdico.

Turbo lover, una de las más aplaudidas y coreadas. El metal tiene carta de residencia en el Distrito Federal. Turbo lover lo demuestra, haciendo del Palacio de los Deportes una gran cueva donde el vampiro oficia una verbena.

Halford brinda una sorpresa: en uno de los encores regresa montado en una motocicleta. La detuvo en medio del escenario. Ya para ese entonces se había cambiado tres veces de atuendo y en este último caracterizó a un trotamundos, a uno de esos rudos gordos gringos que andan en las carreteras tan sólo sorbiendo cerveza, con una belleza atrás de ellos.

El respetable aplaudió la escena. Hell rider. ¡Run, run, run! Se escuchaba el motor de ese caballo de acero. Victim of changes, hasta la circular Exciter. Pain killer... pain, pain, dolor.

El respetable público metalero mexicano está prendido. Halford entona Living alter midnigth. Son casi las 12 de la noche y Another thing es la locura. El cierre estuvo meco, seco. Tal fue la triunfal primera presentación de Judas Priest en el DF.

En una primera parte de esta noche sabatina, Whitesnake hizo lo propio. Interpretó 11 temas, como Bad boys y Snake dance.

 
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