Usted está aquí: lunes 5 de septiembre de 2005 Sociedad y Justicia APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

¿Acabar bien?

MAS QUE ADQUIRIR conocimientos o memorizar, aprender es ser y hacernos más con la vida, en una relación armoniosa y lúcida, imaginativa y creadora, benéfica y gozosa para nosotros mismos y para nuestro entorno.

DE AHI LA necesidad de reiterar que aprender a morir sólo es posible si estamos dispuestos a aprender a vivir, a aprehender en nuestros mejores términos cada día de nuestra existencia, no amedrentados como si fuera el último, sino motivados con la certeza de que es el único.

COMPROMISO ETICO DE cada ser humano es no sólo cuidar su cuerpo, sino igualmente aceptar su condición de mortal sin dramatizar, superando instintos y miedos para dar paso a una cotidiana creación personal, hasta donde el azar lo permita, del propio devenir, de la transformación ineludible que preside todo lo existente en este planeta-escuela, incluso la muerte, intuida también como excitante cambio, no sólo como humillante terminación.

¿QUE ENTENDER ENTONCES por acabar bien? ¿Evitar a como dé lugar degradaciones e indignidades en mi etapa final? ¿Procurar la muerte súbita, sin deterioros, agonías ni dependencias? ¿Eximirnos de todo sufrimiento, dolor físico y angustia espiritual? ¿Terminar en nuestra cama o sillón favorito rodeado de nuestros serviciales seres queridos y despedirnos apaciblemente de cada uno?

¿RESISTIR ESTOICAMENTE HASTA el último momento y aceptar que el dolor redime, purifica y reafirma nuestra probada entereza? ¿Recurrir a una reflexiva, oportuna e indolora forma de autoeliminación? ¿Solicitar de alguien solidario o de médico de amplio criterio su asistencia para la eutanasia o el suicidio asistido a partir de la firma y distribución de mi testamento vital? ¿Demandar de mi familia atención responsable, de mi párroco auxilios espirituales y del Vaticano la bendición papal?

DESAFORTUNADAMENTE NO EXISTE una definición definitiva o absoluta de buena muerte, habida cuenta de que morir es un proceso íntimo, individual e intransferible que no se puede generalizar, a riesgo de faltar al respeto a la inteligencia o lo que de ella va quedando. Puede afirmarse sin asomo de duda que cada cabeza es una muerte y enfrentar ésta un compromiso personal forzoso que, como nunca en la historia de la humanidad, exige de cada quien revisar y asumir nuevos paradigmas, referencias o nociones fundantes detrás de los valores al uso.

SI EN ALGO el siglo XXI continúa siendo decimonónico es en la relación de las sociedades humanas con la muerte. Un miedo ancestral y un desconcierto antediluviano continúan presidiendo tan ordinario trance.

EN TODO CASO , se muere mal cuando se ha vivido a merced de voluntades ajenas o de creencias impuestas, poco o nada asumidas en la vida diaria; se muere mal cuando se vive en la incongruencia y cuando la muerte no es aceptada; cuando la formación de quienes nos rodean se atiene al amor y no añade el manejo informado de la relación y comunicación con el paciente terminal; cuando nuestra muerte, en fin, se deja en manos de lo irracional, la soledad, la ciencia médica o el encarnizamiento terapéutico.

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