Usted está aquí: lunes 5 de septiembre de 2005 Opinión La pena y la gloria. El ¿Informe?

Armando Labra M.

La pena y la gloria. El ¿Informe?

En rigor, lo que escuchamos la tarde del jueves pasado fue una modesta especie de discurso de toma de posesión, pletórico de conceptos, definiciones y buenos deseos. Ni una cifra, ni una pauta para calibrar mínimamente lo hecho en un año de gobierno.

Para enterarnos habrá que leer el documento y con ello ciertamente nos convertiremos en un país de lectores, meta de gobierno tan loable como seguramente involuntaria.

Frases, muchas memorables ("pensemos con visión de Estado...") y otras desconcertantes como aquella de que "la libertad ha derrotado al miedo", sobre todo si quienes aquí vivimos nos sabemos insertos en una sociedad donde uno sale de casa y no sabe si va a regresar, no digamos sano y salvo, como comentó el diputado Díaz en su respuesta, sino simplemente regresar.

El discurso del presidente Fox resultó anticlimático no sólo por la insólita civilidad que mostraron los diputados -sólo los panistas aplaudían, y no todos; El Jefe Diego aparecía catatónico en las pantallas de televisión-, sino porque remarcó la desubicación temporal y política del Presidente, eso que muchos le endilgan como autismo.

Hace cuatro años en esta columna afirmamos que el sexenio había terminado a los cuantos meses de comenzar, y esa premonición, dolorosamente acertada, explica quizás por qué apenas ahora el Presidente nos recetó su discurso de toma de posesión, también, totalmente fuera de tiempo. El sexenio, en efecto, terminó con la abdicación presidencial, tan clara hoy como hace cuatro años.

Para ser un mandatario indispuesto a leer es de reconocer que el discurso está bien escrito, a pesar del torrente de frases hechas, muchas asociadas con palabras desgastadas de un panismo arcaico, hoy paniaguado, como aquella de la búsqueda del bien común, la subsidiaridad, entre otras.

Desde un principio, apelando a Pilatos, el discurso hace copartícipe a la sociedad de los logros y fracasos de gobierno. Es un argumento demagógico y tramposo porque se trata de que el gobierno informe de sus acciones, no de "las de todas y todos". De otra parte, es cierto que el mérito de seguir siendo nación se debe a la sociedad, pero en varios flancos se trata de un logro alcanzado a pesar y habitualmente en contra de la acción de gobierno. La tarea pública pendiente o errada es estricta responsabilidad del gobierno y su presidente. No se vale eludirla embarrando a la sociedad con los fracasos del no hacer o el errar gubernamental.

Y es que, en efecto, ninguna de las grandes metas de gobierno se han cumplido. Algunas acciones instrumentales sí, como son la construcción de vivienda o la consabida estabilidad con disciplina fiscal, que se ha convertido irracionalmente en fin de la política, a costa del crecimiento en extremo reducido de la economía, el desempleo y la pobreza, la inseguridad y algo que no se mencionó siquiera por su nombre el jueves pasado: el narcodominio implacable a lo largo y ancho del país. ¿México Seguro? ¿De qué?

La respuesta del diputado Díaz Garza fue pertinente, conciliadora, pero no concesiva, centrada en que se requieren hechos, no retórica, y con el aderezo de una frase bastante dura, pero justificada: no aceptan los legisladores ser "coartada del fracaso", y la sustanció con el hecho irrefutable de que se ha aprobado la mayoría de las iniciativas enviadas por el Ejecutivo a las cámaras. Por el contrario, de la intransigencia presidencial habla la aún no resuelta controversia constitucional sobre el presupuesto del año en curso y por terminar.

Con anterioridad, en la fase de posicionamiento de los partidos previa al Informe esperado, que no llegó, el diputado Enrique Burgos disertó sobre la necesidad de fortalecer al Estado en los tiempos que vivimos y lo que en realidad se hace para debilitarlo, con lo cual dio un importante marco ideológico de referencia a la respuesta de Díaz Garza. En verdad sería deseable que los presidentes acudieran desde el inicio de la sesión cada primero de septiembre para escuchar los planteamientos de los partidos, que en esta ocasión fueron y, a pesar de alguna estridencia, podrían ser siempre, de sumo interés.

Tenuemente quedó flotando en el ambiente de la noche del jueves pasado la peregrina -¿efímera?- pero positiva impresión de que todavía es posible arribar a acuerdos importantes entre el Legislativo y el Ejecutivo en lo que resta del sexenio. Tal vez, pero siendo tantos y tan trascendentes los temas no atendidos y abrumados por el alud de la sucesión presidencial anticipada, el deterioro político de los partidos, un gobierno inerte, autoextinguido durante años y la franca desilusión social de los mexicanos, pareciera que las mejores intenciones enfrentarán más muros infranqueables que puentes cruzables.

En suma, el rito de informar, si bien fue virtuosamente breve, a fin de cuentas no se cumplió; nos quedamos todos tan desinformados como estábamos antes, o más, y compartimos una tarde de primero de septiembre con bastante pena, pero ninguna gloria. El Canal 11 trasmitió, inmediatamente después del "Informe", un interesantísimo documental sobre las tortugas de orejas coloradas.

 
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