[email protected] TIEMPO DE HÍBRIDOS "Era un gran rancho electrónico/ con nopales automáticos/ tragafuegos supersónicos/ y su campesino sideral [...] era un gran tiempo de híbridos." Esta es parte de la letra de la canción homónima que Rodrigo González compuso hace ya más de veinte años. No es leitmotiv del documental recientemente realizado proRafael Montero en honor del Profeta del Nopal, y nadie ha hecho una película basándose en la letra. Si se trae a cuento en este espacio es porque, quizá de modo más bien inopinado y arbitrario, a un servidor le vino a la memoria mientras veía Imaginum, película de animación dirigida por los mexicanos Alberto Mar e Isaac Sandoval, quienes, añadiendo ésta a la escasísima cuota de películas animadas mexicanas de largometraje, debutan como realizadores –antes fueron parte del equipo que hizo Magos y gigantes (2004, Andrés Couturier y Eduardo Sprowls).
QUÉ BUENO PERO QUÉMALO Es preciso hacer a un lado esa suerte de falsa benevolencia porque con ella a cuestas es más difícil poner de relieve la necesidad de superar los desaciertos de los que adolece Imaginum, que por lo demás son los mismos que ha acarreado buen número de animaciones locales. No es ningún misterio: se trata de los tics y los convencionalismos prácticamente calcados de la animación estadunidense más tradicional, ésa que vimos desde niños y que nuestros hijos atestiguan aún hoy. La lista es larga, pero vayan aquí algunos elementos: una trama interrumpida constantemente por gags y sketches en los que se pretende dotar de sentido del humor –con resultados desiguales– a la trama misma y a los personajes; un uso de la musicalización cuyos tonos y momentos resultan más predecibles que un eclipse; un trazo de personajes esquemático y simplificador, a tal grado que pareciera haberse pensado que ningún niño es capaz de percibir matices, con el añadido supuestamente innovador pero en realidad ya muy manido de poner junto al malo-malo, a uno o más malos-tontos, que serán los encargados de los chistes... La trama tampoco se desmarca de otro cliché
bastante socorrido: un niño terrícola se aliará con
un trío de alienígenas buenos, más bien torpes e ingenuos,
que vienen a la Tierra y deben vencer a un extraterrestre loco y malo que
quiere conquistar el universo. Comenzando por Pinky y Cerebro, las
caricaturas seriadas que abordan temas así son legión, y
por eso es inevitable preguntarse: ya que es tan difícil hacer un
largo animado en México, ¿por qué hacer algo que si
no es, sí parece sólo una copia de las tantísimas
animaciones hechas en cualquier parte? En este sentido, no parece casual
que lo más rescatable de Imaginum sea su voluntad, intermitente,
olvidada de a ratos, de imprimirle color local. Aunque a final de cuentas
es traicionada por el desarrollo de la trama –típico final feliz
de caricatura–, dicha voluntad de apartarse del camino seguro tiene sus
mejores aportaciones en la inclusión de algunos giros de lenguaje
y, sobre todo, en la ciertamente cómica y sorpresiva incorporación
de personajes como Jaime Maussán y Pedro Ferriz, hilarantes ufólogos
ya desde su existencia en carne y hueso, y que aquí son aprovechados
para darle a la película su más interesante matiz que, por
desgracia, al final es desaprovechado.
|