Usted está aquí: sábado 3 de septiembre de 2005 Opinión Un problema de coordinación

Gustavo Gordillo

Un problema de coordinación

El personaje principal de Wong Kar-wai en su reciente película 2046 es un concepto. El concepto del amor. Para el comentarista español Marchante el director también de Happy Together es "(un) creador de pulsos y sugestiones... no le da al espectador claridad argumental... sino que le propone un trueque insólito: emoción por confusión". Una confusión es, por ejemplo, cuando en uno de los diálogos memorables un personaje dice que el amor es un problema de coordinación; no basta encontrar a la pareja ideal, sino también el momento oportuno. Confuso diálogo, porque lo mismo podría decirse de la política: es un problema de coordinación.

Aunque la crisis de la política o la crisis de las elites políticas adquieren connotaciones contemporáneas diferentes en lo que respecta a América Latina esta crisis de la política es expresión del deterioro de dos instrumentos centrales de agregación social: los partidos políticos y los sindicatos. Hay un componente de este desencanto con la política que fue particularmente objeto de una ofensiva ideológica durante el periodo inicial de las reformas estructurales a fines de los años noventa.

La idea de que toda forma de asociación -el llamado corporativismo- tendía a falsificar los intereses de los ciudadanos y a convertirse en maquinarias de clientelismo. De ahí, y en la perspectiva de la imagen idílica de los mercados perfectos, también se aventuró la idea de que toda forma de asociación constituía un mecanismo de interferencia en el funcionamiento correcto de los mercados. La oferta alternativa al corporativismo malo fue las asociaciones de los ciudadanos buenos.

El gremialismo urbano y rural ha sido en general excluyente y ha representado a sectores minoritarios de las sociedades latinoamericanas. Pero también contuvo en su seno y en su perspectiva una promesa de programas sociales y políticos multiclasistas. El maridaje con el aparato del Estado en mayor o menor medida debilitó a ambos y desnaturalizó los propósitos del gremialismo. Con la crisis económica y política del desarrollismo también perdió su sustento cultural y ético este tipo de gremialismo que fue producto directo de las enormes desigualdades que definen históricamente a nuestro continente. Pero la opción ciudadana pura que se planteó en el inicio del periodo de reformas estructurales tenía una debilidad básica derivada de la propia debilidad del sistema de partidos. El atajo conceptual que se buscó en los organismos no gubernamentales acicateado por la falsificación del concepto de sociedad civil y una falsa e interesada lectura de las transformaciones en Europa del Este.

Decía Norbert Lechner que "la lucha política es también y siempre una lucha por definir la concepción predominante de los que se entiende por política." Una larga tradición tanto desde el campo de la derecha como de la izquierda, del populismo como del marxismo ha querido convertir -generalmente con éxito- la actividad política en una actividad especializada ejercida por profesionales. Junto a lo anterior se ha desarrollado y difundido un prejuicio según el cual la actividad política es improductiva y ligada casi por definición a la corrupción, al simulacro y a la traición.

El perjuicio como todo perjuicio se nutre de evidencias como las que hoy contemplamos en torno a los escándalos de corrupción en diversos gobiernos latinoamericanos. Pero no cabe duda también que este mensaje ha sido la piedra de toque de las campañas cívicas y moralizadoras cuyo propósito fue desprestigiar a la política, pero sobre todo minar las bases institucionales de la democracia representativa. El empuje de estas campañas pueden provenir desde polos autodefinidos de izquierda o de derecha, pero tienen un cosa en común: oponer a la democracia representativa la opción de la democracia directa. La variante moderna a través de la concentración y creciente influencia de la televisión es la videodemocracia directa.

Hoy más que nunca es relevante la afirmación del historiador inglés E. P. Thompson respecto de que "gran parte de la vida política de nuestras sociedades puede entenderse como una contienda por la autoridad simbólica". Repasemos algunos de los elementos claves del contexto actual. Países que recientemente han transitado o han recuperado la democracia en su expresión electoral. Sistemas de partidos endebles y más o menos desprestigiados. Dificultades para gobernar derivadas de mayorías parlamentarias exiguas en el marco de sistemas presidencialistas. Debilidad de las asociaciones gremiales y ciudadanas. Campañas políticas basadas en la publicidad. Sustitución de afiliados o activistas por asalariados de campañas electorales.

En vez de debates y discusión interna partidista, fugas hacia delante mediante sondeos. Dependencia en las campañas de la imagen electrónica y abandono de los contenidos programáticos. Y una lacerante y omnipresente desigualdad que abarca la mala distribución de ingresos, la exclusión social, y todo tipo de barreras para la actividad política y para el disfrute de bienes culturales. Fragmentación social y anomia política. Por otro lado una cada vez mayor concentración de los recursos del Estado y del mercado, del conocimiento y de la comunicación junto a la emergencia de los poderes de la ilegalidad: narcotráfico, terrorismo y delincuencia.

Para una coalición política que aspira a gobernar de "manera distinta" después del periodo de las reformas estructurales y de las crisis económicas, morales y de expectativas que generaron, el desafío central es cómo establecer el vínculo entre democracia directa y democracia representativa para volver a convertir el espacio público en el espacio de todos los ciudadanos.

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