Usted está aquí: domingo 21 de agosto de 2005 Opinión Cinco días para vengarse

Carlos Bonfil

Cinco días para vengarse

Ampliar la imagen Thriller complejo, de narrativa original y envolvente, que toma distancia de la rutina hollywoodense

Considerando el número reducido de salas en que se presenta esta nueva cinta del sudcoreano Park Chanwook, y sobre todo el título banal que se le asesta y que vuelve su distribución más azarosa, sería una lástima que pasara desapercibida Oldboy (Cinco días para vengarse), uno de los mejores estrenos en cartelera.

Su primera recomendación es la manera en que este thriller complejo, de narrativa original y envolvente, toma distancia de la rutina hollywoodense, desde el diseño de su personaje central hasta los diversos niveles de interpretación que sugiere. Una serie de incongruencias aparentes construye la historia delirante de Oh Dae-su (Choi Min-sik), un hombre que ha sido arrestado en la calle por ebriedad y conducta violenta. En la comisaría semeja un pordiosero afectado de sus facultades mentales, cuando en realidad se trata de un padre de familia que lleva un regalo a su hija pequeña. Luego de ser liberado por un amigo, Dae-su es secuestrado misteriosamente mientras utiliza una cabina telefónica. Se le encierra en una habitación provista de un televisor, y durante 15 años se le induce a ejercitarse en la violencia y en estrategias de autodefensa. Por la televisión se entera de que ha sido acusado (falsamente) del asesinato de su esposa, y que se le tiene como prófugo de la justicia; su hija ha sido adoptada por otra familia y vive en una ciudad lejana.

Dae-su pierde así, trozo a trozo, buena parte de su vida pasada, adoptando serenamente la nueva identidad de un ser entrenado para la venganza. Se diría un experimento para medir las posibilidades del comportamiento violento, o un largo encierro destinado a enloquecer a un ser al que por razones misteriosas se desprecia. Para ser liberado definitivamente, Dae-su deberá, en cinco días, vengarse de los captores que todavía desconoce. El desafío tiene la misma dimensión del rencor acumulado, y lo que sigue es una serie de revelaciones fascinantes que no podrían aquí señalarse o sugerirse sin frustrar el placer ajeno.

En pocas escenas el director establece la naturaleza y complejidad sicológica de su protagonista central, un hombre irascible y tierno, rebasado por las circunstancias, capaz, sin embargo, de volverse autodidacta en el arte de la destrucción programada; en algún momento aparece como un superhéroe capaz de inmovilizar y derribar a una docena de adversarios con técnicas de combate que son más personales que marciales. Cuando Dae-su llegue a conocer el entusiasmo amoroso, esto sólo será una premonición de la fatalidad.

Varias escenas impactantes informan del pesimismo sádico de este vengador melancólico, quien en un restaurante engulle vivo un molusco, con los tentáculos paseándose por su rostro. Hay también momentos de crueldad, como una tortura con lentas extracciones dentales o la mutilación de una lengua que en algún momento pudo diseminar la maledicencia y propiciar un crimen.

La actuación de Choi Min-sik es magnífica. A lo largo de su historia asistimos a un lento ritual de expiación moral de quien desconoce la identidad e intenciones de sus captores, pero que oscuramente va descubriendo los elementos aterradores de su propia biografía. El director presenta asimismo la rivalidad del protagonista con Lee Woo Jin (Yoo Ji-tae), un mafioso sofisticado, antiguo compañero de escuela (oldboy), en una larga justa de ingenio y violencia sicológica, muy lejos ya de las rutinas del género, pues en dicha confrontación prevalecen la ambigüedad, la ironía y un ejercicio depurado del humor negro.

En su película cerebral y magnética, Park Chanwook nada tiene que envidiar a los trabajos del británico Christopher Nolan (particularmente Amnesia/Memento) ni ceder a la tentación de emular fetiches de moda en el cine de acción, como el Robert Rodríguez de La ciudad del pecado. Lo suyo es un arte narrativo depurado que muy pronto trasciende los límites del género elegido para ofrecer una tragicomedia dominada por la fatalidad y el absurdo. Una mirada intensa a los sentimientos de culpa y de soberbia, y variante fílmico oriental de una tragedia clásica en la que un hombre, nuevo Edipo, descubre aterrado el costo de la libertad y la nostalgia del encierro.

Se exhibe en Cinemex Loreto y WTC, Cinépolis Diana e Interlomas, Cinemark Bosques y Lumiére Reforma, entre otros.

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