Usted está aquí: domingo 21 de agosto de 2005 Cultura Reconstruyen itinerario de la vida cotidiana de León Trotsky en México

Carlos Fernández, custodio del líder ruso, recuerda que iba a recoger cactus al Pedregal

Reconstruyen itinerario de la vida cotidiana de León Trotsky en México

Con una guardia de honor terminan hoy las conmemoraciones del asesinato del revolucionario

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Ampliar la imagen Luis Everaert Dubernard, cronista de Coyoac� Carlos Fern�ez Vilchis, �o sobreviviente de los custodios de Le�rotsky, y Esteban Volkov, nieto del revolucionario, durante la jornada de evocaci�el creador del Ej�ito Rojo FOTO Roberto Garc�Ort� Foto: Roberto Garc�Ort�

Octavio Fernández Vilchis y Diego Rivera solicitaron, y consiguieron la visa, para permitir el ingreso al país del León Trotsky a México. A su llegada, en enero de 1937, Octavio participó en la organización de las guardias que protegerían al líder revolucionario y entre ellos estaba Carlos Fernández Vilchis quien hoy, a 65 años del asesinato de Trotsky, es el único sobreviviente de esos grupos de protección.

Carlos Fernández Vilchis participó este sábado en la mesa redonda Testimonios en el salón de Cabildos de la delegación Coyoacán. Este domingo se realizará una guardia de honor en la tumba del fundador del Ejército Rojo en el Museo Casa de León Trotsky a las 12 horas, y con ello terminarán las jornadas Trotsky-Coyoacán 65 años que se efectuaron en días recientes.

Junto a Carlos Fernández estuvieron Esteban Volkov, nieto del revolucionario, y Luis Everaert Dubernard, cronista de Coyoacán, quienes ofrecieron, durante más de cuatro horas, un retrato cotidiano del autor de Historia de la Revolución Rusa.

En 1937 Trotsky llegó a Tampico, a un país completamente desconocido, pero tuvo la fortuna de encontrar a la familia Fernández que fue la primera en hacer guardia en la casa de Diego y Frida Kahlo para protegerlo, dijo Volkov quien cedió la palabra a Carlos Fernández.

Su primer encuentro con Trotsky ocurrió por la admiración que en ese entonces Carlos, un adolescente, tenía por su hermano Octavio, primero un militante comunista que después hizo contacto con organizaciones trotskistas.

"Leí Mi vida, de León Trotsky, y su vida y trágica trayectoria me apasionaron", afirmó.

Desde el principio, añadió, se desarrolló una amistad personal con toda mi familia, incluidos mis padres y mis hermanas. Yo llegué a ser el único guardia mexicano permanente por poco más de un año. Conviví con él y Natalia (su mujer), los acompañé varias ocasiones al Pedregal a recoger cactus. Estuve con él cuando comenzaron los problemas con Diego Rivera, a fines de 1938; también cuando arreció la campaña contra Trotsky y, con ayuda de Sánchez Flores, ayudante de Diego, fabricamos bombas lacrimógenas para desbaratar un mitin en su contra en el Teatro Abreu."

León Trotsky no tenía tiempo para ir al cine, así que un actor estadunidense organizó una función en su casa, y no bebía excepto en una posada en la casa de la familia Fernández a la que Trotsky llegó de sorpresa y donde una muchacha le insistió para que bebiera unas medias de seda.

En otra posada Diego Rivera, Frida Kahlo y Trotsky fueron a la casa de los Fernández, en Coyoacán. "¡Me cuenta mi hermana que Trotsky hasta cargó los peregrinos! No creo que mi hermana mienta.

"Sigo siendo en pensamiento marxista-trotskista y creo que solamente el socialismo es la esperanza de la humanidad porque los atropellos del capitalismo conducen a la barbarie", finalizó Carlos Fernández, químico de profesión.

Volkov, director del Museo Casa de León Trotsky, subrayó que "esas anécdotas son páginas vivas de la historia del abuelo", recordó su estancia con él en Turquía "donde lo veía muy poco porque estaba muy activo, concentrado en su trabajo", y su vida con el hijo del revolucionario, León Sedov y, finalmente, su llegada a México a la edad de 13 años.

"El abuelo era un individuo muy jovial, extremadamente humano, de buen carácter, disciplinado y muy dedicado a la lucha política".

Luis Everaert, a su vez, hizo un recuento de las personas a quienes Stalin podría haber contactado para asesinar a Trotsky en cualquier momento, pero que de todas maneras no lo habrían hecho por su calidad humana: su peluquero Pancho Flores, su enfermera de nombre Victoria y Martín, el chico que le llevaba la alfalfa para sus conejos.

 
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