Usted está aquí: miércoles 10 de agosto de 2005 Política Carta abierta a los hermanos del EZLN

Guillermo Almeyra

Carta abierta a los hermanos del EZLN

Queridos compañeros: como tantos otros, desde los primeros momentos, en 1994, les he acompañado con mis esperanzas y mis esfuerzos. Ahora, dada la importancia que tienen las implicaciones de la Sexta Declaración, debo aclarar algunas cosas después de las recientes posiciones de Marcos. Evidentemente, cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera de los dirigentes y candidatos de los partidos políticos. Estos, además, se mueven todos en el contexto de la conservación del sistema capitalista de explotación de los trabajadores. Pero si se quiere hacer política, se debe partir responsablemente no de los propios odios e impaciencias, sino de una visión objetiva de los procesos y de las cosas.

Es erróneo decir que las elecciones, en sí mismas, no sirven para nada. No son, por supuesto, el mejor terreno de lucha para las clases subalternas, porque las organizan los órganos del Estado y sirven para perpetuarlo y reformarlo, pero el No de los franceses y de los holandeses sirvió -y cómo- para hundir el proyecto de Constitución de los banqueros, aunque no bastó para imponer otro proyecto alternativo al capitalista, ya que éste depende de un cambio en la relación de fuerzas social que sólo puede resultar de la organización y de la conciencia teórica de la izquierda. Las elecciones, además, son un terreno de la lucha de clases, nos las imponen y están presentes; la mayoría de la gente espera usarlas para pesar en la política y, por consiguiente, no es posible ignorarlas. No es correcto que todos los partidos y los candidatos sean iguales. Hitler, agente del capital, no es lo mismo que Schröeder, ni Videla es lo mismo que Kirchner, aunque todos ellos sirvan a los explotadores. Es un grave error considerar la situación mexicana en abstracto cuando el imperialismo prepara la guerra atómica contra Irán y la invasión de Venezuela y de Cuba, y hay el peligro de que aquí y allá se avance hacia el fascismo.

Es erróneo separar las elecciones del intento del capital financiero por terminar de expropiar lo que queda de los bienes estratégicos (agua, energía eléctrica, petróleo, tierras con biodiversidad) cuando hay candidatos que quieren hacer la política imperialista y otro que, aunque sea verbalmente, se opone a ella. Es peligroso decir que no se hace campaña electoral lanzando al mismo tiempo un ataque feroz centrado en el candidato con más apoyo popular y callando que, si bien éste puede "partirnos la madre", con más razón lo hará Madrazo.

Es erróneo demonizar a un candidato moderado, verticalista en sus decisiones y que eligió rodearse de gente funesta, pero que no es neoliberal dado el papel que le atribuye al Estado (lo que motivó el intento de desaforarlo) y ayudar así a sus competidores, igualmente capitalistas, pero peores, o, con ese ataque incorrecto, perder apoyo para el EZLN. Es erróneo tomar la propia impaciencia como base teórica y usar la base indígena para eso en vez de educarla políticamente y de mostrarle otros precedentes históricos.

Es fatal negarse a razonar sobre los argumentos de quienes piensan diferente y declarar que se les soportará sin escucharles con la paciencia de Job. Sobre todo es erróneo criticar sin ofrecer alternativas. ¿Qué se recomienda? ¿La abstención, o sea, dejar en el poder a las trasnacionales y sus agentes? ¿La insurrección popular y la guerra civil que, a lo mejor, termina por ser el desenlace del proceso pero no puede ser ahora de ningún modo su comienzo? En la actual relación de fuerzas, ¿cómo se organiza una constituyente que realmente produzca un cambio social si no se cambia la relación
de fuerzas social y política en el país? ¿Si

la insurrección como vía de imposición

de la constituyente no funciona o las elecciones, o sea, la obtención de una mayoría en las cámaras, tampoco, qué sentido tiene hablar de una constituyente que podría resultar incluso negativa si es dirigida por la derecha y sus aliados?

El tránsito por el camino legal sin duda abolla la pureza y enloda, pero las alianzas son indispensables si no se quiere depender sólo de la intervención divina. El problema central, entonces, no reside en no hacer concesiones, sino en saber con quién se alía uno y hasta dónde se puede marchar un trecho juntos pero separados; en no dejar de decir lo que se piensa inclusive de los aliados, en no hacer concesiones fundamentales. Hay que acompañar a los sujetos del cambio en sus experiencias y facilitárselas sin compartir sus ilusiones. Sobre todo, hay que poner en primer plano la acción, guiada por los principios, la acción, la acción, la acción, no el inmovilismo. No se entiende nada si se pone un signo de igual entre López Obrador y el millón de personas que nos movilizamos el 24 de abril: ¿qué
éramos?, ¿traidores, corruptos, pejeservidores? Es nocivo no hablar de las dos reuniones del diálogo nacional, del programa de Querétaro, en vez de analizarlos o criticarlos. Es terrible no dar a la otra campaña objetivos precisos e inmediatos, respaldados por llamados a la organización y a la movilización: aumento general y masivo de salarios, salario de ciudadanía para los desocupados, defensa de las conquistas obreras y campesinas, defensa de Pemex y de la CFE, libertad a los presos políticos, justicia, renegociación del TLC en lo que se refiere al campo y a los derechos de los emigrantes.

Es destructivo, por último, hacer hincapié en lo que divide y no en los objetivos de acción que unen y educan, organizan. Compañeros: todavía hay tiempo para rectificar, para responder a las esperanzas, para hacer política. El problema no reside en votar o no por AMLO, sino en qué hacer y en cómo pensar la lucha y un nuevo México.

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