Usted está aquí: domingo 31 de julio de 2005 Espectáculos TUMBANDO CAÑA

TUMBANDO CAÑA

Ernesto Márquez

Roby Lakatos, violinista diabólico

SI NICOLO PAGANINI decía que en su violín, por aquello del preciosismo, tenía encerrada el alma de mujeres de hermosa voz, Roby Lakatos podría decir que en el suyo contiene el corazón de su pueblo y los sonidos del mundo. Y es que este instrumentista atípico que se iniciara en la tradición musical zíngara de su pueblo húngaro y aceptara la academia como base formal de sus estudios, proyecta en su música tantos universos sonoros que sublima y desconcierta.

ORIGINARIO DE LA CIUDAD de Budapest, capital de Hungría, Lakatos se ha erigido a sus 40 años de edad como el violinista más importante de la escena musical actual. Una joven leyenda, tanto en el circuito romaní y del jazz como en auditorios clásicos.

EN EL PASADO JUNIO Musical, llevado a cabo, como cada año, en la ciudad de Jalapa, Veracruz, lo vimos y escuchamos acompañado por su ensamble de músicos gitanos (¡excelentes!) y de la Orquesta Sinfónica de Jalapa, dirigida por el no menos talentoso violinista Erasmo Capilla. Lo que demostró en el teatro del Estado fue esa disponibilidad a borrar fronteras y acortar distancias sin prejuicios y con gran emoción.

CON HONDURA, DELICADA técnica y una digitación de impresionantes movimientos, Lakatos no sólo concilió géneros musicales para muchos irreconciliables, como los populares y académicos, sino les agregó un algo de intangible belleza y fuerza dinámica fascinantes.

PERO ANTES DE ir a la narración de ese momento cumbre en el acontecimiento musical jalapeño, demos una revisada a vuelo de pájaro sobre la vida y obra de este singular personaje.

ROBY LAKATOS NACIO en 1965 en el seno de una familia de arraigada tradición musical zíngara. Descendiente directo en su séptima generación del legendario violinista húngaro János Bihari, cabeza y tronco de una dinastía que ha mantenido desde el siglo XVIII el curso y evolución del violín de la zona de los Balcanes, entró en contacto con los secretos de la música gitana, sus técnicas de velocidades, alargamientos de notas, piccicatos rítmicos y digitación endiablada, siendo prácticamente un niño. A los cinco años de edad pulsa ante el pleno familiar su primer violín, adaptado para sus infantiles manos, y a los nueve brinda su primer concierto con un Guarnerius que le obsequia su abuelo. Más adelante, llega al conservatorio Béla Bartók de Budapest, donde obtiene el primer premio de violín en 1984.

SU VIRTUOSISMO Y touché llaman la atención de destacados directores de orquesta, que lo invitan a trabajar bajo su batuta como violinista concertino. Así, su nombre empieza a ser conocido y reconocido en el mundo. Por eso llegó a Jalapa y se convirtió en el personaje más sonado de la temporada.

Un concierto apabullante

LA NOCHE FUE todo un prodigio de belleza musical con un instrumentista poseído por los dioses y un público maravillosamente sensible. Con una flexibilidad estilística extraordinaria, Ruby Lakatos interpretó con la misma facilidad su propio lenguaje musical zíngaro como la música clásica y el jazz. Esta universalidad le permitió empatar su arte con los cerca de mil 500 asistentes, que apabullados por la cantidad de riquezas sonoras no lo dejaba retirarse. El Rey de la Música Zíngara, como se le conoce en Europa, agradecía de pie y sonreía de satisfacción enmarcando su sonrisa con ese bigotillo enrizado hacia arriba a lo Dartagnan. Dos horas y minutos, sin contar el intermedio, había durado un concierto vibrante, energético, pleno en sonoridades bellas y la gente aún no estaba satifecha. Lakatos accedió al encore, pero antes llamó a su gran amigo Erasmo Capilla; lo que vino fue la apoteosis, el derroche de talento del húngaro y el mexicano que enfrascados en un diálogo diabólico de cuerdas condujeron a la gente al paroxismo.

DESPUÉS DE PRESENCIAR aquello nos quedó la emoción del privilegio único de haber vivido el acontecimiento. Uno que ni contándolo minuciosamente podrá describirse en su intensidad, ya que falta la música. Y con eso queda dicho todo.

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