Ricardo Venegas: tres entrevistas con Alberto Vadas Viñeta de Garibay Ricardo marcó mi vida. De él Javier Sicilia, parafraseando a Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, escribió: "Ricardo Garibay es blando, suave, afelpado..." También dice: "Quienes no lo conocieron en la intimidad sólo vieron al hombre de carácter rasposo, cuya grosera impaciencia y altanería maldiciente afloraba a la menor provocación. Las palabras de Genovés parecían una burla y, sin embargo, no lo son. Ricardo Garibay era así: blando, suave y afelpado. Su carácter de ogro, sus gestos histriónicos, su impudicia para hablar de su grandeza como escritor y exhibir sus propias miserias y presentar multiplicadas las de sus semejantes, fue una piel que se puso encima para proteger al Platero que en realidad era." EL ENCUENTRO Lo conocí atacándome con su coraza de ogro (y me golpeó). Ricardo fue compañero de mi madre en la Facultad de Jurisprudencia y tuve la suerte, años después, de hacerme amigo de algunos de sus contemporáneos: los hermanos Pablo y Henrique González, el ex gobernador Manzanilla Schaeffer, la hija del pintor Diego Rivera, Guadalupe, entre otros. Durante algunos años me encargué de organizarles su cena anual de generación. A todas las que asistí Garibay no se presentó y se convirtió en un enigma porque, pese a su alejamiento, todo mundo lo reconocía como a uno de los más brillantes del grupo. Una noche, en casa de un pintor amigo mutuo, tuve oportunidad de acercarme a él. Iba acompañado de su esposa Minerva, estaba sentado en una mesa y yo de pie, le dije: "¡Maestro, me da mucho gusto conocerlo, mi madre fue su compañera en la preparatoria y en la facultad!" Se volvió, me miró de arriba para abajo y me dijo algo más o menos así: "Ningún borracho como usted puede ser hijo de una compañera mía", y preguntó: "¿Quién es su madre?" Quedé sorprendido y humildemente le contesté: "Juanita Kuhn." Me registró con la mirada y dijo: "¡Cómo no, una mujer muy guapa, una rubia bellísima, siempre con la boca abierta y los dientes llenos de saliva!" Yo estaba molesto, discretamente me retiré y sólo le dije: "Mucho gusto", así, pausadamente, a secas. Meses después nos reencontramos en una de esas reuniones posteriores a algún acto cultural. Fue en el restaurante ruso de Cuernavaca. Estaban también Santiago Genovés y Rafael Cauduro, entre otras personalidades. Todos brindábamos con esos vodkas de botella envuelta en hielo, bocadillos de caviar, salmón y arenques. Me había preparado para ese encuentro y había encuadernado en fina piel algunos de sus libros; delante de todos le dije: "Maestro, ¿tendría la gentileza de dedicármelo?" Sabiendo quién era yo, me preguntó si mi nombre era Enrique, Gabriel o Roberto, a lo que contesté: "No maestro, soy Alberto, el hijo de la güera Kuhn." Tomó el libro de manera displiscente y escribió: "Para Alberto con un abrazo distante, Ricardo Garibay", y me lo arrojó sobre la mesa. Leí la dedicatoria y le aventé el volumen del mismo modo que él lo había hecho, y delante de todos le grité: "Vaya a la chingada." Su reacción fue inmediata, me tomó del brazo y me dijo: "¡Leñe!, ahora sí vamos a ser amigos." con Santiago Genovés Extraño a mi amigo Lo extraño todos los días, es más, me alegré mucho de que un amigo de Guadalajara que hizo su tesis sobre Ricardo Garibay, Ulises Corona, me hablara hace poco. El otro día hubo una intervención de Vicente Leñero (salió en periódico con presidente Fox y todo) y fue fuertecito, eso antes no se podía hacer, dijo: "Cuando voy al teatro, a la Cineteca o a un buen cine jamás me encuentro a un político, qué extraño, ni al de educación..." Hizo una crítica buena Leñero y mencionó a Ricardo Garibay: "Ojalá estuviera vivo." Eso es desde el punto de vista de lo que leí. Garibay venía a esta casa cada dos días o diariamente. Cuando murió se me llamó, estaba con Carlita enferma en México y no muy bien, ahí hablaron gentes muy importantes, era en un centro de artes. Venía muy cansado porque tenía que ir mañana y tarde a Nutrición. Vine desde México sólo para eso; hablé, no leí un elogio (como casi todo mundo); hablé en serio alrededor de cómo veía al escritor y sé que Javier Sicilia me ha citado al respecto. Yo lo veía, en gran síntesis, como un niño travieso que en este mundo de gente mayor, convencionales casi todos, para estar con ellos, hay que ponerse una máscara, porque si no se pone uno máscara, ¡qué va a decir Ricardo Garibay! Cuando venía a casa llegaba sin máscara, eso no sé en qué revista lo ha citado Javier Sicilia, que dijo: "Genovés tenía razón", y creo que sí la tenía; dije otras cosas también, naturalmente. ENTRAÑABLEMENTE GARIBAY Carlita, mi compañera, lo quería mucho y él también a ella. Venía aquí. Los dos años anteriores a su muerte venía prácticamente todos los días. Ahora Carlita está en la cama, en aquel entonces no. A Garibay le gustaba mucho la opinión femenina de Carlita. Yo dejaba que Carlita al final lo acompañara hasta su casa, que está aquí al lado, por si había algo que no había querido decir delante de mí, lo comentaba con ella. Estando Carlita muy enferma en Nutrición, había transcurrido algún tiempo de la muerte de Ricardo, y ella era llevada por una enfermera al patio de la entrada, en silla de ruedas. Llegó alguien comentando: "Caramba esto de Garibay, se nos ha muerto." Yo no le había dicho nada; al escuchar el comentario empezó a llorar porque lo quería mucho y Garibay también a ella. LA MEJOR NOVELA Sostengo que Par de reyes, con Martín Fierro, son las dos grandes novelas épicas de América Latina. He leído prácticamente todo lo de Ricardo: Las glorias del gran púas, Cómo se gana la vida... pero Par de reyes me parece una novela trascendente. Lo que sucede es que Ricardo, con esa máscara que tenía que llevar, porque todo mundo va enmascarado por la convención, no le caía bien a mucha gente por ser demasiado directo y demasiado verdadero. No creo que Octavio Paz, Carlos Fuentes ni Vargas Llosa ni Alfredo Brice Echenique sean más que Ricardo Garibay. Quizá al revés, así de gordo. EL DESAFÍO En primer lugar yo soy más mexicano que muchos porque tengo sesenta y tres años, pero en fin, no nací aquí y me cuido un poquito; en cambio Ricardo no se cuidaba, Ricardo les cantaba las cuarenta a quien le diera la gana: ¡tras!, y todo eso molestaba. Eso por escrito o estando la gente frente a él. En la casa de Alberto Vadas había un desayuno todos los sábados. Ahí, dice Sicilia, se encontró al obispo de Cuernavaca y lo narra de la siguiente manera: "A últimas, me cuentan, en otro de esos desayunos al que habían invitado a monseñor Reynoso, Garibay, que andaba ya en silla de ruedas a causa del cáncer que terminaría con su vida, lo miró igual que a mí me había mirado y cuando tuvo la oportunidad le arrojó estas palabras: 'Monseñor, sabemos que usted es muy inteligente, pero hasta ahora sólo hemos visto un diez por ciento.'" TODA LA VERDAD Ricardo creía que él tenía toda la verdad; yo no lo creo porque soy mucho más socrático y lo único que sé es que no sé nada, pero Ricardo, que estuvo más metido con políticos y tenía amigos, provocaba a quien fuera, sin interesarle si era del PRI, del PAN o del PRD, secretario de tal o gobernador de tal. Eso molesta porque no es lo que se usa. EL MILUSOS Garibay se acerca, bajo un tono muy diferente, a Mariano Azuela (a Los de abajo), crea otra forma de preocuparse por los jodidos como guionista de El Milusos. Recuerdo una ocasión, de las muchísimas que vino a casa: él no preguntaba si estaba o no ocupado. Entraba por la puerta con su voz áspera diciendo: "oye Santiago..." Me acuerdo que le contesté: "¡Una sonrisita, cabrón!" Otra que no sé si he contado, que es preciosa, es que un día abrió la puerta, se sentó y preguntó: "¿Qué haces?" Ni siquiera me dijo: "¿Estás muy ocupado, no te importa?", no, me dijo: "¿Qué haces?", y contesté: "Aquí, releyendo el libro de Luis Rius, Cuestión de amor y otros poemas. ¿Conoces la poesía de Luis Rius?" Él respondió: "Sí, sí claro, un dandy muy guapo." De memoria le dije un par de poemas de Rius y le leí un par más. Esto que ahora cuento no lo hacía nadie más que Ricardo Garibay. Me pidió prestado el libro y a los pocos días me habló y me dijo: "Oye Santiago, le voy a hacer un programa, voy a hacer un programa sobre Luis Rius", en los Temas de Garibay, transmitido por el Canal 13 de Imevisión. Luego me llamó un día o dos después y me preguntó: "¿No tendrás alguna fotografía de Luis Rius?" Como soy poco aficionado a la fotografía, de todos modos encontré una y se la di. Afirmó: "Mañana o pasado mañana sale el programa sobre Luis Rius." Comenzó mirando Ricardo a la cámara y dijo: "Yo era un ignorante y no quiero que ustedes lo sean, porque yo creía que Luis Rius era sólo un muchacho muy agraciado y gracias al antropólogo que es mi vecino en Cuernavaca, Santiago Genovés, me he enterado de quién es Luis Rius, que es un gran poeta." Eso no lo hace nadie, normalmente uno diría que estuvo en una librería, que vio ese libro, que conoció al autor... pero no que un vecino lo condujo al autor. SIN IMPORTANCIA La segunda parte del programa es la siguiente. Llegó un momento en que puso la fotografía en la pantalla, una fotografia que se veía bien porque era de ocho por diez, creo que fue tomada en una comida. Garibay explicó: "A la izquierda está Edmundo Flores, entonces director del Conacyt, al lado de él Arturo Azuela y, el más alto de todos, Luis Rius; como a medio metro está Santiago Genovés, que entonces era bien parecido, pero ahora ya está más cascao, acompañado de una señora, y delante están dos gentes más sin importancia." La que estaba conmigo era Bárbara Jacobs (una buena escritora) y los dos personajes sin importancia eran Tito Monterroso y Gabriel García Márquez. Se los sopló porque le dio su real gana; así era Ricardo Garibay. El principio de esto que he contado y el final, retratan fielmente a don Ricardo: "Dos personas más sin importancia." con Ricardo Garibay Astucia de la ausencia El inclasificable Santiago Genovés y el promotor cultural Alberto Vadas, amigos entrañables de Garibay, comparten recuerdos e impresiones de quien fuera su vecino, amigo y compañero de charlas con libros, café y buen vino. A seis años de su desaparición física, y a manera de mínimo homenaje (las conversaciones pendientes), sirvan estas líneas para recordar a quien anheló dejar en sus lectores "una manera de eternidad". LA IRONÍA No hay ironía o humor, no hay motivo para ironizar sobre la vida ni sobre los personajes, tampoco para reducir el ser del otro con una apariencia de exaltación; la ironía humilla al otro, lo desposee de su ser y lo expone disminuido con apariencia de ser grande; ese humor está en el habla, en su lenguaje, o en la exhibición de su pequeñez que hace del propio mexicano. ¿EL PERSONAJE SOBREVIVE A SU AUTOR? Son teorías, significa lo mismo; no veo cómo un personaje pueda ser más él mismo si el escritor es el que lo crea. Si el escritor desaparece, ¿quién va a hacer al personaje? Se dice que los personajes se construyen a sí mismos, porque son parte de la vida, y ello, todo, es inútil. Mazamitla, mi novela, muestra la vida de un dictador pueblerino, su abuso y su crueldad, trabaja para él un guerrillero, este es un ejemplo, un drama en el pueblo del mismo nombre... Siempre he detestado la literatura de tesis que no busca narrar. La literatura se atiene a la vida de los personajes. Lo que quiera interpretarse es cosa de los críticos. Se escucha una anécdota y se dice, el escritor es un contador de historias, nada más. El monólogo es tan importante como lo que dice un personaje cuando se da determinado sistema de narración. Se escribe según se siente, no como se piensa. Nunca se piensa cuál será el procedimiento más correcto para escribirlo, puede ser cualquier género, uno lo cuenta y ya. BEBER UN CÁLIZ, DIBUJO DEL DOLOR Puede haber un empeñado afán y esto es así. No me importa que le llamen como quieran, el libro está ahí.
HABLAR Y ESCRIBIR Se dice que escribo como hablo, este era el ideal de Miguel de Unamuno; varias personas respetables me han dicho que hablo como escribo. No es jactancia, no es por sobra de facultades que hablo como escribo y escribo como hablo. No tuve a ningún autor presente. En realidad, como decía Alfonso Reyes: "Influencias más o menos cercanas o lejanas, veinte siglos de cultura cristiana universal." ¿INFLUENCIAS? No podría señalar a ningún autor como influencia. Hay autores que influyen: la Iliada, la Biblia, Gabriel Miró y Alfonso Reyes, no veo otra posible influencia; cuando se es joven se dan muchas referencias. Hay que amar el idioma, la propia lengua y hacer lo posible por conocerla, por usarla derecho, de este modo se va amando la voz propia, la voz de la propia lengua al oír la propia lengua y la propia voz. La reverencia por uno mismo consiste en el manejo del lenguaje. La voz es el instrumento más preciado del hombre. Si ésta es útil para hablar con perfección y hermosura se aprende a estimarse; es el don mayor: el habla, la lengua; hay que trabajarlo como un orfebre trabaja su materia. Que suene igual, el lenguaje debe ser el mismo. |