Usted está aquí: lunes 18 de julio de 2005 Cultura Compartir el amor por la vida y la poesía, motor de Dolores Castro

La vida es un acto de fe, la poesía nos permite acercanos a lo que existe, asegura

Compartir el amor por la vida y la poesía, motor de Dolores Castro

Participó en el ciclo Literatura en voz alta, en Bellas Artes, como reconocimiento a su trabajo y sus 82 años de existencia

Estudiar en la universidad le abrió "el primer cielo"; espera el segundo

CARLOS PAUL

Ampliar la imagen La poeta Dolores Castro comparti�s experiencias con los asistentes a la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes FOTO Roberto Garc�Ortiz Foto: Roberto Garc�Ortiz

Contemplar y comprender el entorno que la rodea y comunicar a sus alumnos el amor por la poesía y por la vida han sido para la poeta Dolores Castro (Aguascalientes, 1923) fuerza y esencia de su labor creadora y de su vivir.

Castro es considerada -al lado de Rosario Castellanos, Griselda Alvarez, Margarita Michelena y Enriqueta Ochoa- parte del grupo femenino más talentoso de la generación de los años 50 en México.

En reconocimiento a su trabajo y a sus 82 años de vida, la poeta fue invitada este domingo a participar en el ciclo Literatura en voz alta, que se realiza en la sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes. En el acto, en charla con su colega Lucía Rivadeneyra, la también narradora y profesora universitaria habló sobre su infancia, su re-ligiosidad, la amistad, la maternidad (tuvo siete hijos) y sobre su relación con Rosario Castellanos.

Aunque nacida en Aguascalientes, Dolores Castro vivió sus primeros años en la ciudad de Zacatecas, en un ambiente posrevolucionario y de la guerra cristera, sucesos que la llegaron a impactar tanto que "todavía cuando duermo sueño en esa ciudad, entonces fantasmal, y que hoy es ya centro turístico".

Antes de empezar a escribir, expresó la poeta, "contemplaba todo a mi alrededor, pero no de manera utilitaria, sino para comprender".

La autora de El corazón transfigurado comentó que su padre, aunque religioso, era anticlerical, mientras su madre era muy conservadora, por lo que de pequeña se educó "en un constante "dialogo y discusión sobre la religión y la fe. No soy mística, pero religiosa, sí", se definió la poeta.

La vida, abundó, "es un acto de fe, pues no podríamos ni levantarnos cuando despertamos, y la poesía nos permite conocer más de cerca mucho de lo que existe, porque la imaginación, la intuición, van más allá de lo conocido y nos revelan un poco de lo desconocido ante nosotros mismos".

Castro estudió estilística e historia del arte en la Universidad de Madrid y se titulo de licenciada en derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. En aquel entonces "tuve que vencer una serie de obstáculos para que me admitieran. Sin embargo, fue como abrirme un primer cielo. Espero el segundo".

Luego de rememorar las tertulias literarias universitarias con personajes como Tito Monterroso, Carlos Illescas, Fredo Guillén, Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, entre otros, Castro recordó su amistad y peripecias con Rosario Castellanos, con quien viajaría durante año y medio por España y distintas ciudades europeas.

Para la autora de Qué es lo vivido, madre de siete hijos, la maternidad "tiene muchos problemas y satisfacciones, y como todo en la vida, es una etapa, más corta de lo que uno supone". En su caso, explicó, "naturalmente si uno tiene que elegir entre cambiar un pañal y hacer un poema, tiene que cambiar el pañal, pero después hacer el poema para olvidarse del pañal".

Entre su labor poética se encuentran los títulos La tierra está soñando, Cantares de vela y Soles. La ciudad y el viento es su única novela escrita hasta el momento.

Dolores Castro es "devota de la sencillez y enemiga a ultranza de las facilidades y las concesiones. Su poesía constituye, desde Siete poemas (1952), una propuesta radical contra la grandilocuencia y el barroquismo, desde la introspección y la sugerencia", apuntó Manuel Andrade, en la antología de poemas de la propia autora No es el amor el vuelo.

Juan Ramón Jiménez y Machado

Su poética está "desprovista casi por completo de artificios, es un discurso directo donde el ritmo se halla subordinado a la creación de un ambiente íntimo, extremadamente personal, que al levantarse en imágenes nos incluye, gracias al conocimiento cabal de nuestras propias formas de habla".

La poesía de Castro, escribió Andrade, constituye un espacio en el que encarnan los elementos más decisivos de las propuestas de Juan Ramón Jiménez. "Sus empeños de cifrar la belleza a partir del apego a la aventura interna y del rigor artístico." De igual manera refleja "la desconfianza de Machado en lo relativo a la construcción de un lenguaje ajeno a la lengua común".

En la sala Manuel M. Ponce y a manera de conclusión, Dolores Castro destacó antes de finalizar con la lectura de dos de sus poemas: "Todas las etapas son buenas, sabiéndolas vivir, con entusiasmo, con amor por trabajar, aunque sean las últimas etapas de la vida.

"Por fortuna sigo trabajando, aprendiendo, escribiendo, dando clases y talleres de poesía y aunque tal vez ahora no sea tan eficiente, continuaré comunicando este gran amor que he tenido por la literatura y por la poesía, combinadas con el amor por la vida."

 
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