Usted está aquí: lunes 18 de julio de 2005 Opinión La oferta política de López Obrador

Editorial

La oferta política de López Obrador

Ayer, en el teatro Metropólitan de esta capital, ante miles de integrantes de redes ciudadanas procedentes de varias entidades del país, Andrés Manuel López Obrador dio a conocer una propuesta política formal, primer paso para lograr la candidatura presidencial de su partido, el de la Revolución Democrática, para las elecciones del año entrante.

Los 50 compromisos enumerados por el todavía jefe de Gobierno de la ciudad de México constituyen, vistos en conjunto, un proyecto realmente alternativo al modelo económico imperante desde hace dos décadas y ofrece variaciones sustanciales en el rumbo político y económico impuesto al país durante los recientes tres sexenios.

En estos compromisos, López Obrador estableció la necesidad de rescatar, fortalecer y consolidar las redes sociales; recuperar el compromiso del gobierno como elemento de redistribución de la riqueza, y devolver al Estado la condición ­que no debió perder nunca­ de garante principal del bienestar social de la población. Tal es el sentido de las propuestas del político tabasqueño en materia fiscal, educativa, de salud y solidaridad social.

Estas propuestas no sólo son pertinentes, sino resultan indispensables después de 22 años de experimentar el aumento en las desigualdades sociales, embates gubernamentales contra la economía de los sectores más desfavorecidos, así como la conversión de instituciones y políticas de desarrollo social en meros instrumentos propagandísticos y electoreros de los gobiernos en turno.

El planteamiento de López Obrador en el ámbito energético ­modernizar el sector sin que implique la privatización de las industrias petrolera y eléctrica­ es particularmente destacable, por cuanto en los últimos dos sexenios se ha procedido al desmantelamiento encubierto de las plantas de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad, además de que se ha buscado convertirlas en meras ventanillas para otorgar permisos ­a intereses privados, generalmente extranjeros­ de explotación de yacimientos de hidrocarburo y de generación y comercialización de energía.

El desmantelamiento referido ha llevado al país a perder soberanía y a la dependencia creciente para el abasto; hoy en día, de hecho, México importa gas y gasolina, situación absurda e injustificable, pues cuenta con capacidad para extraer y producir ambos recursos.

También es atractiva la propuesta del político tabasqueño de conformar un equipo de gobierno plural, apegado a principios éticos del juarismo y comprometido a luchar contra la corrupción, el dispendio y la frivolidad que, pese a las promesas de hace cinco años del actual grupo gobernante, persisten en la administración pública federal.

En otro sentido, es plausible la idea de López Obrador de dar cumplimiento a los acuerdos de San Andrés Larráinzar y pagar la deuda histórica del Estado mexicano con las comunidades indígenas. Sin embargo, cabía esperar, después de tantos años de debate, que ese reconocimiento fuera a los pueblos indígenas, no sólo a las comunidades, y que se señale explícitamente el compromiso de dar cumplimiento a la formulación que la Comisión de Concordia y Pacificación hizo de esos acuerdos.

Asimismo, en este punto, sería importante que el aspirante presidencial hiciera mención específica al conflicto en Chiapas, al Ejército Zapatista de Liberación Nacional y a propuestas políticas específicas para dar solución a un problema que se ha venido agravando con las estrategias represivas y contrainsurgentes del zedillismo, así como con el ninguneo y la desatención del foxismo. Es preciso reconocer que la solución a la rebelión no se reduce al reconocimiento de los derechos y cultura de los pueblos indios.

López Obrador tampoco hizo referencia a los crímenes cometidos desde el poder por los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez y José López Portillo, ni a la necesidad de esclarecer y hacer justicia en ese ámbito, el cual constituye una asignatura pendiente del país, sin cuya solución no podrá hablarse de verdadero estado de derecho ni de normalidad democrática.

Otro punto que no queda claro en la propuesta del aún gobernante capitalino es el que se refiere al tema principal y estructural de la política exterior del país: la compleja, peligrosa y asimétrica relación con Estados Unidos, asunto que quedó reducido, en el discurso de López Obrador, a la migración. Este es, sin duda, uno de los aspectos principales en el terreno bilateral y requiere de puntual atención y determinación del gobierno mexicano para proteger a los connacionales que viajan al otro lado del río Bravo. Mas también deben considerarse los términos del intercambio comercial y sus impactos en la sociedad y en la economía nacionales, así como los redoblados afanes de Washington por controlar el sector energético mexicano y por sumar a nuestro país a los agresivos designios imperiales que caracterizan al actual gobierno estadunidense.

Cabe esperar que en semanas y meses próximos López Obrador precise, afine y complemente sus propuestas con el propósito de cubrir las lagunas y omisiones mencionadas.

 
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