Usted está aquí: domingo 17 de julio de 2005 Opinión Hermandad de guerra

Carlos Bonfil

Hermandad de guerra

El séptimo largometraje, Hermandad de guerra (Tae guk gi -bandera), del exitoso realizador sudcoreano Kang Je-gyu, quien cobra fama internacional con Shiri (Swiri, 1999), es una cinta de acción que pronto señala al director como maestro en el género, prácticamente a la altura del chino John Woo.

En su nueva cinta, una superproducción de casi dos horas y media, con presupuesto de 12 millones de dólares, el cineasta emula abiertamente al cine bélico estadunidense y a dos modelos evidentes, Pelotón (Platoon, 1986), de Oliver Stone, y Rescatando al soldado Ryan (Saving private Ryan, 1998), de Steven Spielberg, al punto que la publicidad del filme en México compara a Kang Je-gyu con este último cineasta.

Ciertamente el realizador coreano recurre a una estructura narrativa familiar: durante unas excavaciones se descubren las osamentas de soldados desaparecidos durante la guerra de Corea. Un polémico combatiente, Jin-Tae (Jang Dong-gun), acusado de traición, es identificado, y el descubrimiento se notifica a su hermano menor sobreviviente, Jin-Seok, camarada suyo en el combate. Mediante un flash-back la cinta arranca en la ciudad de Seúl, en 1950, con el relato de la vida cotidiana de estos jóvenes hermanos, de la esposa del mayor y de la madre de ambos. Naturalmente, la preocupación familiar son los estudios del hermano menor, frágil, enfermo, posible solución para superar la precariedad económica. La esposa de Jin-Tae se ve obligada a recibir dádivas de militantes comunistas, a cambio de una adhesión ideológica, y así sobrevive la familia, hasta el estallido de la guerra ese año con la invasión norcoreana, y el reclutamiento forzado de los dos hermanos.

A este esquema melodramático sucede un notable despliegue de recursos técnicos que recrean el enfrentamiento de los dos ejércitos, lo que da lugar a escenas de violencia extrema, con un inventario de mutilaciones y vejaciones sádicas que muestran el horror de la guerra y sus efectos en el comportamiento sicológico de los personajes.

El furor anticomunista de Jin-Tae es el estímulo que le permite conquistar una medalla de héroe, condición impuesta para obtener el regreso anticipado de su hermano a casa. Sin embargo, este hombre se transforma paulatinamente en una bestia de guerra y comienza a disfrutar la humillación de los prisioneros capturados, hasta llegar, en su paroxismo, a la renuncia ideológica. La cinta va precisando la oposición entre los dos hermanos y sus posturas morales. La clásica cinta de guerra, ese alarde tecnológico coreano, se vuelve de pronto un drama intimista en el que el joven Jin-Seok (Won Bin) rechaza vigorosamente la metamorfosis de su hermano idolatrado, dando de paso la espalda al frenesí bélico. Apenas cabe señalar que este conflicto entre hermanos es una metáfora más de la rivalidad y oposición de las dos Coreas, tema muy socorrido en el cine de aquel país, y de los esfuerzos por lograr una reunificación improbable.

Hace un año, en un ciclo de cine coreano en la Cineteca Nacional, se presentó Area compartida de seguridad (Joint security area), de Park Chan-wook, una analogía similar que en un espacio reducido, una zona neutra entre los dos países, exponía casi teatralmente los dilemas morales de unos cuantos soldados de ambos bandos, hermanados en el desencanto y en la perplejidad compartida.

El director de Hermandad de guerra consigue trascender el género de su predilección, un cine de acción altamente eficaz, para incursionar de lleno en el tema de la responsabilidad moral. No hay satanización del enemigo comunista, sólo el reflejo de la brutalidad propia excitada por la guerra. La transformación desesperada de Jin- Tae puede parecer poco plausible, no así ese elogio de la fraternidad que domina toda la cinta, confiriendo a este melodrama una nobleza inesperada.

Hermandad de guerra se exhibe esta semana en Cinemex Masaryk, Cinépolis Diana, Cinemark Bosques y Lumière Reforma.

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