Usted está aquí: domingo 17 de julio de 2005 Política ¿Dónde estamos?

Guillermo Almeyra

¿Dónde estamos?

Es indispensable medir bien cuál es la relación de fuerzas, para actuar de modo adecuado. Por ejemplo, si el piso es liso y está a nivel y uno levanta en cambio la pierna como para subir una escalera, es muy posible una caída catastrófica, y si la escalera baja y uno hace el movimiento que serviría para ir más arriba, corre el riesgo de romperse la cabeza. Las medidas organizativas y los objetivos inmediatos deben, pues, corresponder a la madurez de la situación política -o sea, de la conciencia y organización de las clases subalternas, que son los sujetos de la transformación social-, madurez que debe ser exactamente evaluada. Parece una reflexión de Perogrullo, pero es una precaución fundamental.

Los trabajadores bolivianos, por ejemplo, se encuentran con el hecho de que dos capitalistas casi duplican las expectativas de voto a favor de la candidatura de Evo Morales, el candidato más fuerte de la izquierda política y social. Los ultras podrán gritar que Evo "traiciona" cuando acepta las elecciones generales antes de la Constituyente, pero los hechos imponen esa maniobra. Por su parte, un sector de la izquierda brasileña rompe con el Partido de los Trabajadores (PT), que tiene un cuarto de siglo, se apresura a formar un partido competidor y centra sus baterías contra el PT y Lula que, dice, "traicionaron", como algunos ultras latinoamericanos. Pero las encuestas dan a Lula una mayoría sin precedentes a pesar de los escándalos del PT y del gobierno, y de los intentos de la derecha de hacer de la ética (que esa derecha jamás tuvo) un ariete para derribar al gobierno moderado y poner otro pro Washington.

Toda la ultraizquierda argentina, por su parte, califica a Kirchner poco menos que de dictador, pero el presidente gana apoyo popular mientras esa ultra carece del mismo. Y en México la mayoría de la izquierda política y social del país cree en la posibilidad de avanzar hacia el gobierno por la vía electoral y sigue a un candidato neodesarrollista más que moderado, mientras hay quien califica a éste de fascista, cuando no lo es, aunque sea autoritario y conservador, y no ve esa esperanza electoralista.

¿Quiere decir esto que hay que incorporarse a la más idiota de las políticas, la del "voto útil", y en nombre del "realismo" seguir sin más a la mayoría de los trabajadores en sus ilusiones falsas, en su inmadurez, en sus errores conservadores? Por supuesto que no. Pero es indispensable, para cambiar a la gente y la situación politicosocial, partir del nivel en que se encuentra el sujeto del cambio, comprender el porqué de sus esperanzas, entender que en todas partes del mundo la gente busca mientras puede una solución legal, incluso electoral, no sólo para ejercer y no perder sus derechos sino también porque debe tener -antes de lanzarse por otra vía- motivos muy graves, una esperanza superior, una alternativa que aparezca viable, el rudimento de una organización que la haga posible.

Hay que entender que en quien sigue a un supuesto salvador hay a la vez un continuador del verticalismo, el clientelismo, el atraso cultural resultante de decenios de política identificada con el aparato de Estado, y alguien que quiere, con su presión y su movilización, encontrar un camino político no institucional e imponer un cambio social. Dirigirse a esta parte del mismo personaje exige una paciente tarea didáctica, respeto por las vías propias de evolución de los explotados y oprimidos, propuestas claras de unidad de acción por lo que une a los anticapitalistas con los que sólo quieren reformar el Estado. ¿Por qué excluir de un frente social, por ejemplo, a quienes "pertenecen a un partido con registro"? ¿Los zapatistas nunca llamaron a Cárdenas a encabezar un movimiento nacional? ¿No han evolucionado desde la rebeldía, dentro del sistema, para ser incluidos en el mismo, al genérico altermundismo y antineoliberalismo, que no son por fuerza anticapitalistas, hasta el actual anticapitalismo a escala mundial y nacional? Si su evolución requirió años y estuvo constelada no sólo de aciertos sino también de errores, ¿por qué no permitir a otros la posibilidad de evolucionar políticamente, impulsados por su propia experiencia y al mismo tiempo por la acción de quienes ahora ven más claro?

Los plazos para realizar cualquier movimiento también tienen gran importancia. Hay meses que cuentan por años y acciones que imponen definiciones. México está en un camino prelectoral, nos guste o no, porque las soluciones a los problemas nacionales no van a salir de las urnas ni son electorales. Un frente social amplio tendrá, sin duda, como misión encarrilar la lucha por objetivos que van más allá del 2006 y crear la organización necesaria para contrabalancear al próximo gobierno, que será una continuación del actual. Pero también tendrá como tarea organizar la independencia política de vastos sectores de las clases subalternas, ayudar a dar nuevas direcciones a los movimientos sociales.

Por eso es urgente formarlo de inmediato y dar una inmediata respuesta a qué se puede y debe hacer en esta coyuntura electoral, porque de otro modo las opciones serían el "voto útil" (como cuando la funesta elección de Vicente Fox ), taparse la nariz y votar por el menos peor para que no llegue Madrazo a Los Pinos, o refugiarse en una abstención que dejaría el campo libre a quienes ya ocupan el terreno institucional.

 
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