Usted está aquí: domingo 10 de julio de 2005 Opinión El paulatino desmantelamiento de Pemex

Editorial

El paulatino desmantelamiento de Pemex

Petróleos Mexicanos (Pemex) se encuentra en pleno proceso de desmantelamiento, si no formalmente, sí por la vía de los hechos. En los años recientes, las autoridades han permitido la participación de empresas extranjeras en prácticamente todas las etapas de la exploración, producción y distribución de hidrocarburos. Esta situación ha significado una grave sangría de los recursos generados por Pemex, en beneficio de las trasnacionales. Paradójicamente, la paraestatal, fuente central de divisas del país y pilar del presupuesto gubernamental, acusa un agudo déficit en la inversión necesaria para mantener su infraestructura, la cual se encuentra en un franco estado de deterioro, como lo muestra la gran incidencia de accidentes.

Para demostrar cómo las empresas extranjeras han sido beneficiadas en detrimento de Pemex, basta tomar el ejemplo de Halliburton, la polémica compañía vinculada al vicepresidente estadunidense Dick Cheney que ha sido favorecida por la administración Bush con jugosos contratos en el contexto de la reconstrucción de Irak. En los últimos cinco años, Halliburton ha firmado 159 contratos con Pemex, por un monto superior a mil 221 millones de dólares, es decir la cuarta parte de la inversión presupuestal ejercida por la paraestatal el año pasado, unos 44 mil millones de pesos. Estos contratos, tanto de obras como de servicios, abarcan desde el suministro de insumos hasta la exploración y perforación de pozos petroleros marítimos en diversas regiones del país.

Si bien Pemex tiene necesidad de recurrir a empresas extranjeras para obtener productos y servicios esenciales para su operación, hay que señalar que muchas de las tareas encargadas a las trasnacionales podrían ser cubiertas por la misma paraestatal. Sin embargo, las autoridades han optado por despedir personal clave, como a técnicos especializados. Así, el gobierno del presidente Vicente Fox ha dado entrada a la inversión extranjera en el sector, en gran medida sustituyendo la labor de los especialistas cesados y violando la Constitución. De acuerdo con John Saxe Fernández, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, estas dos circunstancias forman parte de un esquema impuesto por Estados Unidos para convertir a Pemex en un simple administrador de contratos. La parte sustanciosa de este millonario negocio ­exploración, producción y distribución­ quedaría pues en manos de empresas privadas vinculadas a los intereses económicos y políticos de Washington.

Mientras tanto, la infraestructura petrolera de México se cae a pedazos. El viernes pasado, por ejemplo, se registró una fuga en el gasoducto que recorre el trayecto de Dos Bocas a Cunduacán (Tabasco), la cual provocó un incendio que causó dos muertos, 13 personas heridas y cerca de 800 evacuados. Este accidente ­provocado por la falta de mantenimiento durante los pasados 20 años­ es el más reciente de una serie de percances que han ocurrido en diversas partes del país. Sólo durante el presente año se han registrado al menos cuatro siniestros más, lo que revela el estado de fragilidad de los equipos y las instalaciones de Pemex. En consecuencia, la paraestatal ha tenido cuantiosas pérdidas económicas debido a los gastos que ha realizado para reparar los daños al medio ambiente y pagar indemnizaciones a las víctimas de tales percances. Es más, la empresa se está creando una reputación de contaminadora.

Lo peor de todo es que el gobierno de Fox está perdiendo la oportunidad de aprovechar el actual auge en la cotización del petróleo: esta semana, la mezcla mexicana llegó a 45 dólares por barril, y el crudo Brent alcanzó un máximo histórico de 62.10 dólares por barril. Las acciones del gobierno están debilitando a Pemex a tal grado que la única solución será venderla, para beneplácito de Estados Unidos y su elite petrolera, como Halliburton.

 
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