Pamplona
En Pamplona esta semana un lamento tan hondo y antiguo como la tradición de cuatro siglos recorre la provincia. Los pamplonicas saben que la muerte y la vida no están separadas. La vida-muerte es una sola cosa, una sola palabra. Resurrección de la verdad del toreo que es el riesgo. El riesgo del bailoteo con el toro que es un jugar con la muerte, en el ruedo o en el correr los bureles por los viejos callejones, salpicados de vino áspero y salsa de ajo arriero.
Como los que describe Don Tome Pinheiro da Veiga, abogado, escritor y don Juan en el libro La Philitarea, con motivo del nacimiento de Felipe IV. Me llama la atención el referido a la aparición de dos personajes vestidos de Don Quijote y Sancho Panza, que tomaron parte en una corrida de toros, celebrada en Valladolid, el 10 de junio de 1605, en ocasión de los festejos reales, tres meses después de haber salido la luz el Ingenioso Hidalgo.
Corrida en la que el tal Don Quijote, dio "dos zapatetas, en el aire, con muestra de grandiosísimo contento y luego fue a tomar las riendas de mula de Dorotea y haciéndola detener se hincó de rodillas ante ella suplicándole le diese las manos para besarlas en señal que la recibía por su reina y señora", tal como se describe en el famoso libro.
Para pasar después a torear el toro, cuyos pitones eran como molinos del viento, espejos de bien torear, que promovían el jaleo y las palmas, mientras hembras con sus peinetas granas soñaban con Quijote, con una muerte en cada aspa del molino y un pensamiento en cada gota de sangre alborotada y atormentada por el abandono. Sí, el Quijote, que jamás se vio en este mundo. Vestido de verde, flaco, alto de cuerpo y desmadejado, toreando por naturales, que se desgranaban entre los pitones de los molinos de viento.