Usted está aquí: miércoles 29 de junio de 2005 Espectáculos Los marcianos atacan de nuevo

Jeff Wayne*

Los marcianos atacan de nuevo

La adaptación de Jeff Wayne de La guerra de los mundos fue el fenómeno musical más inesperado de los años setenta. Mientras la nueva versión espectacularcocinematográfica de Steven Spielberg se prepara para invadir los cines este verano, Wayne explica por qué el relato de H. G. Wells sobre la conquista extraterrestre continúa siendo la más grande historia jamás contada.

Encuentro difícil de creer que fue hace 30 años, casi exactamente, cuando mi padre puso en mis manos la historia de H.G. Wells. Quería que considerara la posibilidad de convertir esta obra visionaria en una interpretación musical. Desde la primera lectura quedé cautivado.

La narración de Wells de la invasión marciana debió ser absolutamente aterradora cuando se publicó por primera vez, en 1898. Los lectores victorianos debieron pensar que los marcianos eran la encarnación del demonio. Para mí, la idea de invasores extraterrestres durante los últimos años de la década de 1890 era una posibilidad bastante más aterradora que si llegaran hoy. Los ejércitos del siglo XIX sólo contaban con rifles y cañones para resistir el ataque. Los marcianos, en cambio, tenían una increíble colección de armas: máquinas pavorosas, mortales rayos ardientes, el letal humo negro y su bella, pero viscosa vegetación mortal, la hierba roja.

Mi padre -Jerry Wayne- fue cantante, compositor de canciones, autor y productor teatral. Pero su verdadera pasión era La guerra de los mundos. Cuando me la dio a leer, yo no había oído hablar de ella. No estaba familiarizado con la producción radiofónica de 1938 de Orson Welles, que aterrorizó a algunos cándidos yanquis, ni con la película de la Paramount de 1953, situada también en Estados Unidos, que no espantó a nadie. Lo que me inspiró del libro, además de sus posibilidades de representación musical, fue el tema subyacente de la batalla del hombre en la Tierra.

Tres años después, en junio de 1978, en plena revolución punk, se estrenó mi versión musical de La guerra de los mundos. Y para sorpresa de todos (en especial mía) se convirtió en éxito internacional. Ganamos dos premios Ivor Novello y el de mejor grabación en ciencia ficción y fantasía, en Estados Unidos. Entre los jueces estaban Alfred Hitchcock, George Lucas y Steven Spielberg.

Treinta años después, al final de 2002, mi compañía disquera, la ahora enorme Sony BMG, me solicitó una nueva versión. Además quería un DVD sobre cómo surgió el proyecto.

La oportunidad de tomar mi obra de los años setenta y colocarla bajo el microscopio de la modernidad era irresistible. Así, decidí volver a los parajes mencionados en el libro que me inspiraron mientras hacía la grabación, no sólo como compositor y productor, sino para encontrar el "espíritu" de H.G. Wells.

El primer lugar que visité fue Primrose Hill, donde morían los marcianos de Wells al final de su historia. Sentado en la cima de la colina desde la cual se contempla Londres, imaginaba cómo habría sido vivir en la Inglaterra victoriana del libro y enfrentar la invasión armada de una inteligencia superior.

Mi siguiente parada fue Horsell Common, en Woking, Surrey, donde aterrizó el primer cilindro que contenía la hornada inicial de marcianos y sus asombrosas máquinas de guerra. Qué inteligentes eran estos marcianos, pensé, sin satélites de navegación o control aéreo que los guiaran. Tuvieron la habilidad de planear de forma precisa no sólo dónde querían aterrizar, sino dónde dejar a salvo su cilindro y acampar para comenzar la invasión de la Tierra. Y si alguien se interponía en su camino, bueno, tenían sus rayos ardientes.

En la novela, mientras la noticia se divulga, las calles ven transformarse a la humanidad, repentinamente, en un hato de ganado que huye de Londres hacia el mar, en busca de una ruta de escape de Inglaterra, lejos de la incansable persecución de los marcianos.

El siguiente punto fue la costa de Essex. Wells describió a la perfección no sólo esa zona, sino los caminos que conducen a la costa. Sus imágenes -las del éxodo de las ciudades que se convierte en estampida- viven en mí todavía. Seis millones de personas desarmadas y desprevenidas. Era la derrota total de la civilización, la matanza de la humanidad.

Escape y persecución -conquistador y conquistado- son realidades del mundo moderno. Es difícil contar esas historias sin usar analogías simples y, pienso, por eso la narración continúa subyugándonos. Pero Wells era un sujeto muy inteligente: la suya no es sólo una historia fantástica para que los lectores se entretengan el ocio, sino una analogía del poder perverso y sin escrúpulos, que debe penetrar directamente en nuestra conciencia moral.

Todos los días leemos y vemos en las noticias a invasores de una nación que luchan por o contra la democracia, o en el nombre de un dios en particular. No es tampoco un tema nuevo, la historia se repite de tiempo en tiempo. Pero si quienes están en las altas posiciones políticas y religiosas no pueden solucionar los problemas del mundo, entonces ¿en quién creemos? ¿Y cuántos de nosotros nos levantaríamos a luchar por lo que creemos, o lo que amamos, aun sacrificando nuestra vida para que otros pudieran vivir?

En La guerra de los mundos Wells nos presenta a un vicario o, como era en mi versión musical, un pastor llamado Nathaniel, alguien en quien la gente debería confiar en caso de necesitar apoyo físico o espiritual. Como se revela, el pastor Nathaniel era sólo un humano como los demás. De hecho, le falla a su grey mucho antes que otros entreguen su alma a los marcianos. Sólo su esposa Beth conoce la esencia de la vida: "Debe haber algo por lo que valga la pena vivir, algo por lo que valga la pena morir, y si un hombre es capaz de permanecer erguido, habrá esperanza para todos nosotros en algún lugar, en algún rincón del espíritu del hombre."

Otro personaje de Wells que aparece en mi versión musical es el artillero (interpretado por David Essex). En mi viaje de regreso de Southend a Londres, pensaba cómo Wells luchó por expresar la manera en que un artillero común pudo imaginar un mundo de sobrevivencia cuando el pastor Nathaniel falla de manera tan miserable. De hecho, fue este joven soldado quien planeó escoger a los mejores de los que habían sobrevivido al ataque inicial y reconstruir un nuevo mundo perfecto y feliz... bajo tierra.

Tuvo una gran idea: escoger la elite, lo mejor de la gente de toda condición ¡y empezar de nuevo! Pero una idea me preocupaba. ¿Quién escoge a la elite? ¿El artillero? ¿Y qué tal un hombre llamado Adolfo? ¿O un Stalin? Wells no escribió una simple narración de guerra y destrucción. Escribió de temas profundos como la sobrevivencia de la humanidad, del perverso poder desatado, no por los marcianos, sino por los humanos, aquí en la Tierra. Tal vez por eso La guerra de los mundos sobrevive hoy, mucho después de que otras historias de ciencia ficción se desvanecieron.

Cuando empecé a trabajar en el proyecto yo era un soltero enfrentando el reto más grande de mi carrera. Hoy estoy casado, con cuatro hermosos hijos, y miro hacia atrás con gran orgullo a una obra que ha gozado de éxito en todo el mundo.

Aunque algunos de aquellos con los que trabajé ya no están con nosotros -Richard Burton, Phil Lynott, nuestra guionista Doreen Wayne y mi padre-, nuestra colaboración perdura. Pero sin H. G. Wells y su increíble visión, nunca se habría dado esta reunión de talentos en mi favor.

Mi hijo Zeb, de 20 años, diyéi y músico por derecho propio, me dice que los dos tracks de La guerra de los mundos que mezcló con un giro hip-hop y R&B han sido bien acogidos en algunos de los bares de Londres donde trabaja.

No sería correcto dejar de mencionar la nueva película de Spielberg y Cruise Guerra de los mundos. Aun con dos de las figuras más famosas del cine mundial, un presupuesto de 150 millones de dólares y otros 100 gastados en comercialización, se diría que nadie ha oído de la película, a pesar de que se estrena en un par de semanas. Así que permítanme hacerle publicidad, porque de otra manera irá directamente al DVD.

¿Creen que me opongo a esta nueva representación? ¿Por qué lo creen? Claro que no es porque hayan dejado fuera la palabra "la" del título, aunque Wells la concibió como la guerra definitiva. Ni porque se ubique en Estados Unidos, en la época actual, o porque los invasores no son de Marte y la hierba roja no es una planta mortífera, sino algún agente químico. No, no es por ninguna de esas razones. Es porque no me invitaron al estreno.

*Músico, compositor y arreglista de comedias musicales y rock progresivo. Su nueva versión de La guerra de los mundos, doble CD y edición para coleccionistas, ha sido lanzada al mercado por Sony BMG.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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