El juego de la guerra
Estos son días de guerra. A veces sólo anunciada: Chiapas; en otras ocasiones tan efectiva como el desalojo de Tláhuac. Pero ha habido otras, además de las consabidas de narcos y los asesinatos de policías. En todo caso, vivimos un mundo de suprema violencia.
El tema de Chiapas y la zona zapatista ciertamente huele a provocación. Aunque a Marcos le guste y sabe hacer publicidad, no suele ser partidario de plantear problemas artificialmente. De hecho, la Secretaría de la Defensa Nacional ha dicho que "la mariguana estaba en territorio de influencia rebelde". Ratifica con ello un comunicado del 20 de junio, aunque le agregue un curioso "y dice que no opina más", como reproduce nuestra Jornada del pasado viernes.
En la televisión hemos visto la desolación de los pueblos abandonados y, curiosamente, se ha podido saber que una actividad normal ha sido y es el manejo de oficios que permite a los habitantes de las zonas en alerta roja mejorar sin duda su nivel de vida. Una encomiable labor del zapatismo.
Pero el tema principal, el avance, evidente por demás, del Ejército, no puede tener otro significado que una acción política que pretendería, de otra manera, cumplir la promesa de los 15 minutos y unos cuantos después. Nada más que la de entonces vivía arropada por palomas de la paz, y la de ahora combina el verde mariguánico con el negro presagio de que las cosas se pueden complicar mucho más.
Tal vez un esfuerzo tardío por manejar rigurosamente temas centrales de la política, a la vista de las elecciones. Se ha fracasado, sin duda, en el arreglo de los principales problemas del país. En primer lugar, el insoportable desempleo, disimulado por encuestas que presumen de estadísticas y que nos colocan en niveles de idealidad, de acuerdo con las cuentas del INEGI. Nada más que el desempleo se ve en la calle, no en los boletines. Ahora el fracaso provoca alertas rojas que no son sólo chiapanecas.
El tema de la ocupación por el Frente Popular Francisco Villa de un terreno ecológico en Tláhuac no me ha gustado nada. Porque lo que parecería una reivindicación popular tiene todos los aires de ser un mecanismo de provocación al que se ha contestado, ahí sí, con energía. En el terreno Las calabazas han sonado las piedras, pero también los gases lacrimógenos, y de hecho ha sido evidente el acto de autoridad ante una invasión, lo que no es frecuente que se haga entre nosotros.
De hecho, los acontecimientos tuvieron el perfil de una batalla, con ultimátum, juego de la aviación, avances con aire militar y una defensa que hay que reconocer fue brava aunque ineficaz.
Todo huele a violencia. Como también la inesperada que desató Emilio Chuayffet contra Roberto Madrazo, por la vía indirecta de la destitución de Angel Buendía, que es un estupendo elemento y cuyas consecuencias pueden ser muy serias para el PRI.
Me temo que es un síntoma preocupante y que no nos queda más remedio que respirar hondo y enfrentar los problemas de cara. Las cosas van mal, particularmente las económicas, pero sus consecuencias están deslizándose por un camino peligroso.
No es ajeno a todo ello el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo, en el que el Judicial está resolviendo a veces de manera sospechosa. Lo que quiere decir, simplemente, que las cosas no van nada bien y que hay que enderezarlas. A todos nos toca hacerlo.