¿Con que los mexicanos
les quitan su trabajo a los americanos?
Jimmy Santiago Baca
¿Ah sí? ¿Acaso llegan a caballo
¿Y tú, gringo, te quitas tu anillo,
Escucho que los mexicanos
Hasta por televisión, donde un líder asmático
En vista de lo cual
Los rifles que oigo atronar en la noche
veo a los pequeños propietarios vender sus granjas
Esto veo, y sólo escucho que unos cuántos
Bajo el tibio mar verde del dinero
A los niños los dan por muertos. Lo que América
"No les damos a esos niños
Los mexicanos nos están quitando el trabajo, dicen
en cambio.
|
(El presente poema pertenece a Inmigrantes en nuestra
propia tierra, reeditado y aumentado en 1990. Para conservar la coloquialidad,
la presente versión da "americanos" por americans, siendo
que en rigor se trata de los estadunidenses).
Manuel J. Vélez nació en Salinas, California, en 1967, y creció en El Paso, Texas, donde se vinculó desde muy joven al movimiento chicano con la Unión del Barrio, M.E.Ch.A, el National Chicano Moratorium Commitee y diversos grupos teatrales. Posteriormente ha trabajado en San Diego, como maestro de español en secundarias. Promotor de la revista literaria La calaca, en 1998 publicó Bus Stop and other poems (Calaca Press, San Diego), con textos escritos indistintamente en inglés, español, o ambos. |
En los zapatos
de su marido
Manuel J. Vélez
Doña Chavela sale de su casa y con pasos lentos camina por la calle. Sus pies tiemblan con el peso de años mientras un brazo oscuro y tembloroso cubre sus ojos de un sol ardiente. Los niños del barrio paran de jugar a las wachas y dejan pasar a la Doña, deteniendo sus risas hasta que llega a la esquina. No saben que ella los oye. No saben que sus risas penetran como cuchillos a su alma y dejan un dolor corto pero fuerte. Los niños solamente saben que Doña Chavela corre como la ranfla de Chuy, muy apenas y con mucho ruido. Solamente saben que parece piñata gorda y fea. Que sus chanclas parecen los del Fernie el borracho.
Aunque le duele las risas de los niños, las ampollas que crecen como globos por caminar tanto en los zapatos de su marido, Doña Chavela sabe que lo seguirá haciendo, porque solamente así no se siente sola. Solamente así puede imaginar que todavía camina a su lado el hombre que por muerte la dejó. |