Los toros artistas
Ante el desfile de toreros pegapases y toros "artistas", descastados, en la feria de San Isidro en Madrid, adquieren un significado de torería los triunfadores César Rincón y El Cid, que citan a pitón contrario y torean hacia dentro dándole hondura y profundidad al toreo. Y nos recuerdan, me recuerdan, lances inolvidables en Las Ventas. Esa tarde del otoño de 87 de Rafael de Paula. La encerrona con seis toros de Paco Camino. Unas verónicas de Curro Romero. Faenas clásicas de Antoñete. La tarde apoteósica hace tres años de José Tomás. Faenas del toreo de siempre, enlazadas a las actuales.
Porque la maldita memoria es sumisa a la misma deformación. Burlándose de la cronología, nos restituye acontecimientos de gran intensidad como recuerdos, imágenes, sones, silencios, sabores y dolores. Nos los impone en primera línea, como si estos reflejos perdidos de vibraciones fugaces exigieran de nosotros la misma agudeza que puntos cardinales de nuestro ser.
Y es que Madrid es Madrid. Este año se les dio oportunidades de excepción a los jóvenes que destacaron en las provincias y no pudieron con el papel -queda fuera Morante de la Puebla- pese a que muchas ganaderías en la búsqueda del toro "artista" han rebajado la casta de los toros, se salvaron los "Victorinos" y los de Fuente Ymbro. Eso sí, todos con la edad y presentación irreprochables -salvo los del Juli, Ponce y Zotoluco. Muchos inválidos y otros mansos bravucones, que requerían una muleta dominadora que no aparecía.
Sea lo que sea el toreo, sea lo que le arranquemos, uno, aficionado, no puede evitar esa espera ansiosa de una verónica indefinida, un natural inesperado desconocido por irrepetible. Lo mismo que esos toros de encastada nobleza que representan la vida-muerte.