Usted está aquí: lunes 20 de junio de 2005 Espectáculos ANDANZAS

ANDANZAS

Colombia Moya

El nuevo ballet ruso

Ampliar la imagen Uno de los momentos de la obra Chaikovsky, el misterio de su vida y su muerte

TAMBIEN PODRIA LLAMARSE la nueva danza rusa, pues el ballet de San Petersburgo, de Boris Eifman, muestra ante nuestro gran beneplácito, asombro y alegría, la satisfacción de que el anquilosamiento sublime y perfecto del célebre ballet ruso con sus obras clásicas tradicionales (El lago de los cisnes, Giselle Raymonda, El cascanueces) y toda la enorme producción y versiones de los grandes ballets del repertorio tradicional, casi sagrado de la danza universal. Por fin parece haber dado el salto esencial y cualitativo que por años hemos esperado.

UN PARTEAGUAS EN la concepción de la danza en el país de la danza, la Rusia de todos los tiempos. Un aprovechamiento hasta la saciedad de todos y cada uno de los recursos de la prodigiosa fuente que es el ballet ruso, y que, rezagado durante tantos años, ensimismado en sus prodigios académicos y virtuosismo, parecía no poder salir de su propia jaula de oro. El importante abanico de compañías que Ars Tempo impulsó para hacer posible su presencia en México y en los ocho años recientes mostrar al público mexicano qué y cómo se baila el ballet en las más importantes compañías o grandes solistas del globo; sin duda alguna ha sido de un beneficio incalculable para la difusión de la cultura de la danza en este país.

SIN EMBARGO, SIEMPRE le preguntaba a doña Arcelia de la Peña: ¿y cuando vas a traer algo contemporáneo?, a lo que me respondía: "estamos trabajando en eso". Y en verdad nos dio la sorpresa con Boris Eifman. El y toda su gente, una compañía enorme, definitivamente forjados en el crisol del ballet tradicional ruso, excepto una que otra persona, el nuevo ballet de San Petersburgo que comenzó a andar hace 27 años de la mano de un profundo conocedor de las artes escénicas, los secretos del espacio, música, iluminación, escenografía, vestuario, las personalidades de los bailarines, el drama, sus secuencias gramaticales a través del movimiento, etcétera, etcétera, etcétera, y sobre todo, un hombre de profunda creatividad y tino para narrar con increíble transparencia la ruta de sus puestas en escena; algo que la gente está ansiosa de volver a ver y sentir en medio de una danza que incluye todo hasta hacerla personalísima del propio creador.

ASI, BORIS EIFMAN - no sé si habrá otros como él en aquel gran país eslavo- trabajando el reflejo de una nueva sociedad, un país distinto, que ha empezado la difícil ruta de reinventarse nuevamente en el ámbito de la "libertad", la democracia y una problemática que comprende el amplísimo marco de la "globalización", y que ha dado de todo, desde grandes empresarios corruptos hasta nuevas e incontrolables rutas para la juventud ansiosa y fogosa, que debe vivir entre las viejas costumbres, las drogas, el mercado negro y el contrabando mafioso de todos los males de Oriente y Occidente, Norte y Sur, como la esclavitud, la trata de infantes y mujeres, la pobreza y el enorme reto de aportar, expresar el nuevo rostro de su propio entorno.

EN LA OBRA QUE vimos, el misterio de la vida y la muerte del gran Piotr Illich Chaikovsky, Eifman encara con maestría la homosexualidad del gran compositor en la estricta sociedad del siglo 19 en San Petersburgo, como todas, depravada, pero hipócrita, e incapaz de comprender el drama y sensibilidad de tan excepcional artista. Como en las grandes ligas, Eifman no tiene cola que le pisen. Su trabajo es altamente profesional y bueno. Solo así pudo mostrarnos la belleza de un ballet desdoblado y liberado, interpretado por artistas, que más allá de su técnica prodigiosa, son tremendos actores, a quienes el coreógrafo utiliza ya como aves negras, remedo de cisnes perversos, o los apacibles cisnes blancos que surcan la escena como símbolos del más cristalino e impactante romanticismo, y otros personajes de sus ballets inmortales en medio de sus terribles confrontaciones psicológicas. Un ego interno irreprimible en su homosexualidad y vergüenza. Un deseo de ser como todos y pertenecer a una sociedad que lo adula y aplaude pero igual lo rechaza y castiga.

TEMAS CANDENTES Y actuales, sustraidos del pasado y el presente con genio por Boris Eifman, con maravillosa claridad, belleza y originalidad. Este hombre talentoso ha sabido exponer la esencia del drama, del tema que abarca esta problemática con gran arte. Sabe contar la historia, como lo haría un cineasta o un director de teatro. El ha escrito en la partitura del cuerpo las más impactantes notas de la música de Chaikovsky, como la Quinta sinfonía, la Liturgia según Juan Crisostomo Op. 41, la Serenata para cuerdas, el Capricho italiano y la Sexta sinfonía, traduciéndonos, mostrándonos el alma del compositor e interpretándola magistralmente en cada fragmento, como develando el misterio verdaderamente de su vida y su muerte. Luego del gran paradigma de la danza contemporánea, los motivos del alma sin narración, expresándose en sí y por si misma, Boris retoma sin retroceder, sólo a base de una alquimia perfecta y arte excepcional en sus componentes y modos, la historia, la narración en el ballet, así como antes Chaikovsky, Petipa y muchos más, nos contarán el cuento de La bella durmiente o el hechizo de la princesa cisne por las fuerzas oscuras del mal. Algo que, sin duda, la sociedad de hoy quiere volver a sentir. Bellas Artes, a reventar; en las ovaciones, supo reconocer una nueva ruta de la danza.

 
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