Usted está aquí: lunes 20 de junio de 2005 Opinión A propósito de México Seguro

Carlos Fazio

A propósito de México Seguro

Un nuevo plan del Pentágono para la dominación militar mundial prevé el despliegue de tropas y un masivo aumento de los sistemas de armas avanzadas en distintas partes del orbe, así como operaciones ofensivas incluso en países que no son considerados hostiles a Estados Unidos, pero que tienen valor estratégico desde el punto de vista de los intereses geopolíticos y corporativos estadunidenses. La nueva orientación, que forma parte de un documento semiconfidencial instruido por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, llama a los militares estadunidenses a repensar la manera en que libran las guerras contra las guerrillas y pone énfasis en la contrainsurgencia por sobre otros desafíos castrenses convencionales.

El documento de planificación militar fue difundido en marzo pasado por The Wall Street Journal. Reafirma el papel de Estados Unidos como gendarme del mundo e impulsa el reclutamiento masivo de soldados "culturalmente espabilados para entrenar y guiar a fuerzas autóctonas", con eje en las tácticas básicas de la contrainsurgencia. Según el plan, el Pentágono deberá enviar al extranjero fuerzas especiales, boinas verdes y otro personal militar especializado para ayudar a las fuerzas armadas de un "gobierno tambaleante" a confrontar a la guerrilla antes de que una insurgencia pueda echar raíces y obtener apoyo popular. Con el pretexto de combatir a los "nuevos enemigos" y con el objetivo de "establecer asociaciones con Estados debilitados para derrotar amenazas terroristas internas", el proyecto, que será enviado al Congreso probablemente a comienzos de 2006, da prioridad al Cuerpo de Marines, que ya planifica la transferencia de algunos recursos de las misiones de ataque anfibio tradicionales a nuevas unidades diseñadas de manera específica para trabajar con fuerzas extranjeras.

De acuerdo con Michel Chossudovsky, profesor de economía en la Universidad de Ottawa, Canadá, bajo el disfraz del "mantenimiento de la paz" y el "entrenamiento" de tropas locales -viejo instrumento de penetración de la época de la guerra fría-, el plan imperial insistirá en la mercenarización (o terciarización) de los conflictos, mediante la subcontratación por el Pentágono de personal de compañías privadas (que como ha quedado demostrado en las guerras en la antigua Yugoslavia, en Afganistán e Irak, son expertos en guerras sucias y técnicas de interrogación con base en la tortura científica). A su vez, según Greg Jaffe, de The Wall Street Journal, el enfoque de Rumsfeld podría provocar cambios importantes en los sistemas de armas adquiridos por el Pentágono (equipo bélico relativamente más barato y de baja tecnología para combatir guerrillas urbanas y rurales, como ocurre hoy en Irak); lo que se trasladará luego, por lógica, a los ejércitos y policías nativos objeto de los entrenamientos y las asesorías del Pentágono.

Como señala Chossudosvsky, en el marco de la competencia entre Estados Unidos y "la vieja Europa" en áreas como la industria petrolera, la banca, las finanzas, los mercados de divisas y los sistemas de defensa -lo que lleva implícita una carrera armamentista no declarada entre los aliados atlánticos-, Washington logró que la tecnoburocracia de la Unión Europea adoptara leyes antiterroristas tipo Gran Hermano, que son una copia al carbón de la legislación de Seguridad Interior estadunidense. Asimismo, la campaña de propaganda de los medios masivos contra los "enemigos exteriores" ha servido para camuflar la instrumentación de medidas de Estado policial, por lo que, mientras se desmantelan las legislaciones laborales y el Estado de bienestar en Estados Unidos y Europa, se militarizan las instituciones civiles.

Con las deformaciones propias de una nación subdesarrollada que adquiere a pasos agigantados la forma de una república bananera, en ese espejo transatlántico hay que ver reflejada la actual situación de México, país "no hostil" a Estados Unidos, pero considerado estratégico para su "seguridad nacional" y los intereses corporativos, en particular los del ramo petro-eléctrico. En la coyuntura, la construcción mediática de la "guerra" al narcotráfico -el operativo México Seguro, elaborado por el primer círculo de Los Pinos tras la derrota de Vicente Fox y sus aliados priístas en el caso del desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, que obligó a "desinflar" el tema y "cambiar de canal a la ciudadanía" con la pretensión de posicionar a un Presidente "fuerte" en la lucha contra el crimen organizado- sirve de cuña para mayor subordinación de las fuerzas armadas y las policías locales a los diversos aparatos militares, de inteligencia y de seguridad estadunidenses (Pentágono, CIA, DEA, FBI).

Más allá de su función propagandística en la etapa, la militarización del combate al narcotráfico -que no ataca las estructuras organizativas del crimen organizado-, unida al empoderamiento de la extrema derecha en áreas claves del gobierno foxista, podría derivar en la conformación de un Estado policial más afín con la agenda de Washington, que desde la época de Richard Nixon (1973) ha vinculado las drogas a la seguridad nacional para justificar el papel expansivo del Pentágono. Con un antecedente: sin consultarlo con la ciudadanía, el régimen entreguista y neoporfirista de Fox suscribió una Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte con el presidente de EU, George Bush, y el primer ministro canadiense, Paul Martin, que incluye seguridad, infraestructura y finanzas y plantea un pacto energético norteamericano y políticas comunes de seguridad so pretexto de la lucha contra el terrorismo. Una homogeneización generalizada de las políticas nacionales que, para la parte más débil de esa alianza asimétrica entre el tiburón y la sardina, afecta a la soberanía nacional, a las instituciones de la República y a la sociedad mexicana toda.

 
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