Alberto, el sembrador de milagros
Ya era hora. Luego de casi 200 años de Independencia, el país podrá elegir al hombre que hará realidad los ideales por los que tanta sangre han derramado generaciones de mexicanos. Al fin apareció el ser idóneo para acabar con la injusticia y la pobreza, derrotar la corrupción oficial y el favoritismo de que gozan los dueños del gran capital. Luego de dos siglos de oscuridad descubrimos al hombre con tamaños suficientes para lograr la reforma del Estado, la modernización del país. Ya no más jueces ineptos que se venden al mejor postor ni legisladores que sólo buscan su provecho personal. En el servicio público, únicamente los más capaces y probos. México sale del atraso.
Ese hombre, además, llega de lo más entrañable de la provincia mexicana. Duro golpe al centralismo y a los cacicazgos que controlan la estructura de los partidos políticos para repartirse el presupuesto con que cuentan gracias a nuestros impuestos. Por fin, como reza la publicidad que en estos días lanza su nombre por todo el planeta, tenemos al mejor candidato para ocupar el 1º de diciembre de 2006 la Presidencia de la República. Será, aseguran sus panegiristas, un buen gobernante, no como el actual y todos los anteriores que tanto daño han causado. ¡Por fin!
Ese hombre ha estado al servicio de sus semejantes. Primero, como alcalde de Ciudad Guzmán, Jalisco, donde restauró el centro histórico, eliminó el ambulantaje, incrementó los servicios públicos, mejoró las finanzas del municipio y redujo su deuda. Por tan importantes logros, en 1995 fue electo gobernador de su estado. Durante su gestión, Jalisco brilló más que nunca y fue hasta campeón nacional del deporte, según reza la publicidad que resume su inigualable desempeño.
En el sexenio de los más capaces, como es el actual, justo era que nuestro hombre fuera tomado en cuenta. Primero, como director de la Comisión Nacional Forestal. En los cuatro años que duró en ese cargo plantó 750 millones de árboles. Hazaña digna de figurar en los anales de la historia ambiental, pues en el país se perdieron en ese lapso 2 millones 400 mil hectáreas de bosques y selvas. Justo era entonces que al sembrador de milagros le dieran mayores responsabilidades y le encargaran la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Aquí sus logros, según sus panegiristas, son asombrosos. Modestos (lo cual se agradece cuando se miden los cambios democráticos con base en las faldas de la señora Marta), mencionan apenas tres: obtener consenso para una "política forestal de Estado", "avance reconocido"en la inspección de zonas protegidas y "entrada firme" al Protocolo de Kyoto. Seguramente para no apabullar a los demás aspirantes a la Presidencia, no citan otras tareas realizadas por "el mejor de los mexicanos", que nos convirtieron en ejemplo en el concierto de las naciones. No en vano es el candidato que "nomás arrancó y ya va hacia delante y ganará".
"El mejor hombre, el que será un buen gobernante", obtiene apoyos de la izquierda, la derecha y el Yunque. El pueblo no se equivoca y votará masivamente por quien, cual pasaje bíblico, convirtió las contaminadas cuencas hidrográficas en cristalinas corrientes. El que detuvo la deforestación de bosques y selvas y llevó verdor a los desiertos de Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango. El llamado "caballo negro" en la carrera por llegar a la meta de Los Pinos hizo el milagro de convertir a México en un país limpio al resolver el problema de la basura municipal y poner en sitio seguro los desechos peligrosos y tóxicos que genera la industria. Tuvo tiempo, además, de ordenar la zona costera, invadida y destruida por intereses hoteleros trasnacionales y locales, que tanto daño han causado a ecosistemas tan importantes como los manglares, arrecifes, popales y tulares. Deja también el mejor ejemplo de integrar, con personal capacitado (nunca con amigos), el mejor equipo de trabajo que se recuerde en la administración pública.
Por eso apoyamos la candidatura del ingeniero Alberto Cárdenas a la Presidencia de la República. Ya nos equivocamos muchas veces al votar. Esta vez no será así. Hemos encontrado al hacedor de milagros.