El voto útil y Camacho
En los comicios del año 2000, Vicente Fox Quesada revolucionó las formas de hacer campaña electoral. Hubo la irritación contra su estrategia publicitaria, que incluía el uso del lenguaje coloquial en el discurso, la informalidad, la confrontación directa y personal contra los opositores, la exaltación de las encuestas, la conversión de los yerros en eslogans exitosos como aquel de "hoy, hoy, hoy". La promoción personal desde un gobierno local y la anticipación a los tiempos electorales de los partidos le permitieron a Vicente Fox mantenerse en la delantera e imponerse primero en las encuestas, luego como candidato del PAN y, al final, como el Presidente que derrotó por primera vez al PRI en 72 años.
Esta delantera y política de hechos consumados forjaron la idea del voto útil en la disyuntiva de que lo fundamental no sólo era votar contra el PRI, sino a favor del opositor más cercano. Bajo la idea del cambio como objetivo central, el voto útil debía ponerse por encima de cualquier posición programática o conceptual, pues el cambio de partido propiciaría todos los cambios que el país exigía. El voto útil era un complemento de la "democracia sin adjetivos" que promoviera años antes Enrique Krauze ante el ascenso del neopanismo en 1983, y su contraparte era "el fraude patriótico".
A seis años de la invención de una campaña marcada por las formas y un gran vacío de contenidos, el foxismo y el panismo enfrentan su misma estrategia, y ahora Andrés Manuel López Obrador sigue paso a paso, como en manual, la misma campaña, tanto para mantenerse en las encuestas como para imponerse como candidato del PRD, eludir compromisos de cambio real y llamar al voto útil.
Pero no sólo él: también los gobernadores priístas que ahora pretenden la silla presidencial se volvieron discípulos de la estrategia foxista y, entre todos, lograron acotar el sexenio y hacer del mandato de Fox una larga lucha por la sucesión presidencial. México vive hoy en campaña electoral permanente, donde todo es válido, menos el cambio del orden económico y financiero, el debate real y cambiar la estructura de los medios de comunicación, quienes son el gran árbitro, el verdadero IFE y el gran elector que decide quién gana y quién pierde, antes, durante y después de cada elección.
El voto útil conduce a las formas únicas de gobierno, sean representadas por la derecha, el centro o la izquierda. Hoy, por eso, desde Marta Saghún y el PAN hasta López Obrador y los priístas se definen como candidatos de "centro".
En el año 2000 los principales grupúsculos del PRD trabajaron por el voto útil. Nacional y regionalmente existen las pruebas de cómo orientaron el voto dentro del partido. En abierta traición, fueron tiradas en las carreteras toneladas de propaganda de Cuauhtémoc Cárdenas como firmas internas del voto útil, que a la postre resultaron de los Amigos de Fox en el PRD.
Hoy esas reglas rigen a este país en campaña; son en el fondo las reglas de la "transición pactada", que ha convertido al PRD en el partido del centro moderado, dirigido por el neosalinismo y el zedillismo.
Si de obstaculizar derechos políticos se trata, las reglas del voto útil y las campañas desde los gobiernos y sus presupuestos pretenden impedir que Cuauhtémoc Cárdenas como opción programática definida y con valor alternativo, esté en las boletas electorales. Un desafuero sutil y verdadero pretende despojar a los electores del derecho a votar por un proyecto con contenido de transformación y de integración de una nueva mayoría que ponga de nuevo a caminar al país.
Cárdenas, y el movimiento democrático nacido en 1988, no sólo ha sido despojado de su derecho a ser elegidos, sino de su propio partido, hoy ocupado y entregado a los intereses de los adversarios.
Los candidatos que se perfilan bajo la estructura de la partidocracia deben ser coincidentes en lo fundamental, pues los electores no deben votar por conceptos distintos, sino por colores, formas de hablar, de gesticular y simple simpatía o la popularidad que otorguen los medios-jueces.
A seis años las propuestas reales no sólo no deben ganar, sino tampoco deben tener partido. La lucha necesaria está ahora, desde liberar la política de los candados impuestos por la oligarquía y las reglas de la transición dirigidas desde Washington.
Por eso el cardenismo histórico y el de las transformaciones democráticas debe estar en las boletas electorales y liberarse de la trampa que es un PRD ocupado, charrificado e intervenido con la requisa más ominosa que se le impuso a la izquierda mexicana; la tarea de los mexicanos es liberar el voto de la trampa de un sistema de partidos que secuestra el sufragio y desafuera a los ciudadanos para elegir no sólo candidatos, sino también programas distintos.
Para ello y en consecuencia pido debatir con Manuel Camacho Solís sobre la consecuencia, las perspectivas y qué hace en un partido que combatió junto con Carlos Salinas. Ponga usted la hora y la fecha.