Usted está aquí: sábado 4 de junio de 2005 Cultura ¡Que viva Vivaldi!

¡Que viva Vivaldi!

La música de Vivaldi goza del gozo de la gente. Goza de la aclamación de la historia. El gozo se esparce en su alrededor de medio centenar de composiciones y ese placer se expande con nuevas, continuas grabaciones, inagotable fuente de gozo y de placer.

Entre las recientes grabaciones con la música de Vivaldi se ha desatado un verdadero furor que emerge desde su mismísimo epicentro, Venecia, con conjuntos especializados en su música y sobre todo con lecturas novedosas, cosa en apariencia contrastante con un autor que se supone sumamente conocido y sobre quien pesan sambenitos como la malicia de referirse a él, de parte de una amplia gama de entre la melomanía, de ser el autor de la misma composición repetida 500 veces.

Un mentís tremendo a ese desacierto es precisamente este alud de joyas discográficas y esta constante visitación de parte de personajes como Fabio Biondi y su conjunto espléndido La Europa Galante, ya conocido inclusive en vivo en Guanajuato, en una versión reciente del Festival Internacional Cervantino.

Entre la fuente nutricia de estas nuevas lecturas destaca el hermoso álbum titulado The Vivaldi Album, donde la intérprete suprema en la actualidad de esta música, la bella mezzosoprano romana Cecilia Bartoli, despliega todos sus encantos, acompañada por otro de los conjuntos especializados en Vivaldi, la estupenda orquesta veneciana Il Giardino Armonico.

En 13 tracks de trinos tremendos, tremebunda tremolación de trigarante colorido y luminosidad acariciante, la hermosa Cecilia entona arias poco conocidas del territorio menos conocido de la amplia producción vivaldiana: el excelso ejercicio operístico que operó el famoso Cura Rojo.

No sólo presentan estos músicos excelsos un retrato novedoso de Vivaldi, sino que amplían el rango, de por sí de abiertas miras, de los alcances formidables, el poderío expresivo y la potencia colorística, plena de buen humor y bonhomía, de ese gran hombre de teatro que fue el cura veneciano.

Así que quienes gustan referirse a Vivaldi solamente como el autor de Las cuatro estaciones se solazarán con el mero inicio de este álbum exquisito: el aria Dell'aura al susurrar, de la ópera Dorilla in Tempe, donde Cecilia funge en el papel de ninfa y canta precisamente el tema tan conocido de La primavera, y se le une la orquesta en un trinar de aves coloridas.

Todo el disco discurre entre el placer y el gozo, entre sonrisas plenas de alegría y ánimo airoso, entre la ternura de los movimientos lentos y una orquestación espléndida merced a los arreglos que estos intérpretes crearon ex profeso para este viaje mágico y maravilloso.

Sobrevolando la gracia ondina, gorgorística, humorosa y lúdica de Cecilia Bartoli, el escucha puede acompañar gozoso el coro con una máxima suprema: ¡Que viva Vivaldi!

Ya lo dice el viejo adagio japonés: Eso Keniké.

Pablo Espinosa

 
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