Usted está aquí: lunes 30 de mayo de 2005 Deportes Luis Gallardo estuvo muy cerca de la tetraplejia después de un maromón

Barbachano mandó un encierro de cubetos y veletos descastados para reabrir la México

Luis Gallardo estuvo muy cerca de la tetraplejia después de un maromón

Paul Cortés recibió una merecida oreja en la primera novillada de la temporada 2005

LUMBRERA CHICO

Ampliar la imagen Paul Cort�toreando despacio y en redondo al novillo Carabino del hierro de Vistahermosa FOTO Rafael S�hez de Icaza

Al tratar de ceñirse en un molinete a su segundo enemigo de la tarde, suerte de la que se arrepintió a la mera hora, quedando a merced del bovino, el novillero Luis Gallardo, hidalguense de apenas 21 años, sufrió ayer una de las cogidas más impresionantes en la historia de la Monumental Plaza Muerta (antes México). Cuando se echó para atrás, el rumiante -que tenía un par de pitones dignos del mayor respeto- le enganchó la taleguilla a la altura del muslo izquierdo y lo elevó por el aire como si el muchacho estuviera sentado en un columpio.

En esa postura le asestó un nuevo empellón, que lo hizo girar hacia atrás, dando una vuelta de campana antes de azotar la arena con la nuca, mientras el resto de su cuerpo formaba una escuadra y apoyaba todo su peso en las vértebras cervicales, con una fuerza que estuvo a punto de romperle el cuello y provocarle una parálisis irreversible de brazos y piernas, si no es que la muerte.

El temor de que hubiese recibido una lesión de ese tipo surgió en los espectadores al ver que el joven, completamente inconsciente, se convulsionaba como epiléptico, mientras el cuadrúpedo lo pisaba y pateaba y las asistencias tardaban siglos en socorrerlo porque estaba en el centro del redondel. Ya lo habían alzado para retirarlo a la enfermería, cuando el animal se revolvió arremetiendo contra quienes lo cargaban y tuvieron que soltarlo y dejarlo caer de nuevo para salvarse corriendo despavoridos.

Por fortuna, cuando Gallardo entró en el quirófano del doctor Rafael Vázquez Bayoud, el jefe de los servicios médicos de la plaza lo intubó de inmediato y le inyectó anticonvulsionantes y antiedematizantes para combatir desde ese momento la siempre peligrosa inflamación cerebral. Y pocos minutos después, el novillero volvió en sí y no tuvo problemas para mover brazos y piernas, lo que descartó la fractura de la espina dorsal. De todos modos, fue trasladado a un hospital donde se le practicarán estudios radiológicos y permanecerá en observación de 48 a 72 horas, informaron los hombres de su cuadrilla.

Más joven que Gallardo, el mexiquense Paul Cortés, de 20 años exactos, protagonizó un intenso espectáculo privado tras las tablas del callejón, antes que le soltaran los dos bichos de su lote, sin duda los mejores del pésimo encierro de Vistahermosa, que el ganadero Jorge Barbachano Ponce forjó mediante una combinación de dos cubetos y cuatro veletos que resultaron débiles y descastados sin excepción.

Cortés sostenía su montera con ambas manos y besaba las numerosas estampitas de vírgenes y santos que había colocado en el interior del anacrónico sombrero. Después guardaba las imágenes pero seguía besando los bordes del tocado. Por último besaba también la efigie de una deidad estampada en la etiqueta de una botellita de plástico de la que sólo tomaba sorbitos. Era la suya una devoción medieval, digna de San Juan de la Cruz, y uno al verlo no era capaz de decidir si estaba en pos de la alternativa o de la santidad.

Pero, una vez en el ruedo, y sobre todo ante Carabino, un cubeto manso pero dócil y repetidor, al que le agarró el son a los primeros muletazos corriendo la mano muy despacio por la derecha, Cortés estructuró una faena completa por ambos lados, rematada con una arrucina y largos pases de pecho del testuz al rabo, antes de cobrar un pinchazo hondo que derrumbó al torete para cortar la única oreja de la tarde y la primera de la temporada chica 2005, inaugurada ayer con menos de mil boletos vendidos.

Cerró la terna el capitalino Lino Noriega, de 28 años de edad, muy fuera de sitio ante el primero de su turno y mejor ante el segundo, al que le cuajó algunos derechazos en redondo y mató bien. El festejo comenzó después de un chubasco y abrió plaza Martero, cubeto y negro bragado de 488 para Gallardo, que mostró disposición, valor y clase, pero no logró sino detalles y mató mal, escuchando un aviso, antes de enfrentarse a Celoso, negro entrepelado de 399, con dos afilados puñales por cornamenta, al que nunca le dio la menor confianza y, precisamente por dudarle en la cara, propició que le pegara la pavorosa golpiza.

Después de liquidar a Celoso, tras el percance de Gallardo, Cortés pasó desapercibido ante Soldado, veleto negro de 422, con el que se lució el banderillero Pablo Miramontes, corriendo hacia atrás en los belfos del peludo, desde el burladero de matadores hasta la la puerta de caballos, donde le clavó un parazo al cuarteo poniendo la única nota alegre de la sesión.

 
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